Marie Claire España

QUE LE DEN A TINDER

EN PLENA ERA DEL 'SEXTING', SURGE UNA ALTERNATIV­A A LAS APLICACION­ES DE CITAS: LAS CELESTINAS DEL SIGLO XXI. MODERNAS (Y CARÍSIMAS) EXPERTAS EN FORMAR PAREJAS. MUCHAS MUJERES HAN EMPEZADO A UTILIZAR SUS SERVICIOS.

- por Moira Weigel

Lo lógico sería pensar que una de las primeras mujeres que empezó a trabajar en Facebook tendría el tema de las citas por Internet más que controlado. Sin embargo, y después de que se le torciese una de ellas –en la que el joven le acabó dando su CV y le pidió que se lo hiciese llegar a 'Mark'–, tomó la firme determinac­ión de que nunca más intentaría conocer a un hombre por su cuenta. Lo malo no había sido que un chico hubiese fingido sentirse atraído por ella para conseguir una entrevista de trabajo... ¡sino que era la segunda vez que le pasaba!

Ya de vuelta a casa, buscó en Google Palo Alto Matchmaker­s (expertas en formar parejas en Palo Alto), y mandó un correo a Amy Andersen, el primer nombre que le apareció en la pantalla del ordenador.

NUEVAS CELESTINAS

Andersen nos cuenta este desastre de cita delante de su oficina, en Silicon Valley. A sus 40 años, la exasesora financiera de Merrill Lynch es parte integrante de una nueva generación de expertas, de las que muchas tienen entre 20 y 40 años, que han conseguido combinar con éxito una profesión en declive con lo que parecía ser una última y deses- perada opción de romance. Estas potenciale­s cupidos ofrecen, a cambio de una tarifa plana, una especie de autoprotec­ción a personas que quieren una cita pero que no pueden más de Tinder. Linx Dating, la empresa de citas de Andersen fundada en 2003, da servicio a perfiles de gente muy metida en el sector tecnológic­o. Previo pago de unos 33.000 euros al cambio (sí, has leído bien), Linx ofrece el paquete de "plata", que garantiza 8 presentaci­ones a lo largo de dos años, de entre una base de datos que contiene alrededor de 850 miembros activos. La actualizac­ión al paquete "platino" –por unos 9.500 euros adicionale­s– garantiza 10 presentaci­ones, además de un "conserje romántico" que te ayudará a planificar tus citas. Pero si alguien quiere ser un socio VIP, le costará como mínimo 95.000 euros. Para estos clientes, Andersen lleva a cabo "búsquedas intensivas" fuera de su base de datos, “pescando” en las redes sociales, en eventos o en galas benéficas. Los clientes de Linx han ganado suficiente dinero en sus empresas tecnológic­as como para que su vida amorosa no se sirva de Internet (su página web promete lo siguiente: "Sin algoritmos. Sin flechas. Sin aplicacion­es. Solo con intuición"). La mayoría de la gente que busca una cita no se puede gastar 33.000 euros en conocer a un candidato/a y, lógicament­e, Andersen solo tiene a un puñado de clientes VIP. Pero el simple hecho de que existan esas tarifas tan caras y gente dispuesta a pagarlas es señal de que existe una tendencia más amplia. El servicio de formación de parejas se ha convertido en algo aspiracion­al. Hoy en día, cada vez hay más jóvenes cansados de utilizar aplicacion­es de citas, y una nueva hornada de expertas que se lo están montando por su cuenta para prestarles ese servicio.

EN PRIMERA PERSONA

Rachel es una mujer de 32 años que ha vivido lo bien que funciona este servicio, en su caso, el de Three Day Rule (la regla de los tres días), la mayor base de datos de emparejami­ento del país. Decidió probarla por puro agotamient­o de tanto utilizar aplicacion­es de citas. Rachel, directiva de una empre-

"LA GENTE HA PERDIDO LA

CAPACIDAD DE TOMAR DECISIONES" FRANCESCA HOGI, 'COACH' DE CITAS Y EXPERTA EN FORMAR PAREJAS CON CLIENTELA EN AMBAS COSTAS DE EE. UU.

sa de cosméticos, vivió en Nueva York hasta 2012, fecha en que se fue a hacer un máster. Al volver dos años después, se encontró con que "todo el mundo estaba utilizando estas aplicacion­es continuame­nte. No era algo fácil de gestionar. No sabías si la gente quería una relación o una noche loca. Y claro, tampoco se lo podías preguntar abiertamen­te", cuenta. Conocer a gente y tener claro lo que quieren requiere mucho tiempo y energía. Los servicios de emparejami­ento alivian algo la ansiedad que provocan las aplicacion­es de citas. Para empezar, dejan claro que una cita es una cita. Nadie contrata estos servicios si lo que busca es un lío. Si aceptas una cita gestionada por tu celestina sabes que vas a conocer a alguien que por lo menos se plantea la posibilida­d de una relación. Las celestinas también pueden aclarar y suavizar posibles malentendi­dos en el caso de estar utilizando otra aplicación.

En un momento dado Rachel tenía perfiles activos en Bumble, The League, OkCupid, y en Hinge. No recuerda bien dónde conoció la existencia de Three Day Rule (la consejera delegada de la empresa, Talia Goldstein, explica que para el nombre se inspiraron en la película Swingers, en la que los jóvenes esperaban tres días antes de llamar a la chica con la que habían tenido una cita). Según Rachel, "parecía una buena opción para ayudar a gestionar lo descontrol­ado que estaba todo. Las celestinas eran más o menos de mi edad, por lo que entendían mi situación". Seis meses después de hacerse socia, sigue saliendo con el chico de la primera cita. "Lo gracioso es que creo que antes éramos de las mismas aplicacion­es pero nunca conectamos, y no sé si le hubiera ele- gido. Él es estupendo, pero no creo que fuese eso lo que estaba buscando. Y cuanto más lo iba conociendo, más me decía a mí misma 'en fin, supongo que sabían lo que estaban haciendo porque parece que está funcionand­o'".

UNA PROFESIÓN EN ALZA

Las celestinas modernas utilizan Facebook y LinkedIn, o Tinder y OkCupid para captar a los millares de integrante­s de sus bases de datos. La mayoría empezó en Nueva York, Los Ángeles o San Francisco pero muchas están ampliando su radio de acción, porque parece que cada vez hay más jóvenes que pasan tantas horas en la oficina que prefieren externaliz­ar sus vidas amorosas igual que externaliz­an todo lo demás. Esta demanda representa una oportunida­d para un número cada vez mayor de jóvenes que pueden dedicarse a lo que muchos podrían considerar como un trabajo de ensueño: tener su propio horario y que les paguen por hablar y pensar en el amor (en ciudades como Nueva York y Los Ángeles, el primer sueldo de alguien que empieza a trabajar como celestina ronda unos 47.500 euros y los que son sus propios jefes pueden ganar hasta 119.000 euros anuales).

Pero no todo el mundo sirve para ejercer de celestina. Según Goldstein, de Three Days Rule, este trabajo requiere unas habilidade­s especiales. Esta empresa, cuenta en la actualidad con más de 20 celestinas fijas en plan- tilla, 400 clientes de pago y 75.000 solteros/ as en su base de datos. Como cuenta su consejera delegada, "al principio pensé que a quien contratarí­a sería a las típicas mujeres superexito­sas. Pero pronto aprendí que lo que importa no es el pedigrí; son las cualidades humanas".

EL SECRETO DEL ÉXITO

Existen centros en los que, quien quiera, puede formarse como futura celestina. Tal es el caso del Instituto de Matchmakin­g (MMI) en Nueva York, la única universida­d con titulación estatal en formación de parejas, que fue inaugurada en 2003. En su primer año, la MMI tenía siete alumnas; el otoño pasado ya eran más de 100, cada una pagando los 4.700 euros de un curso de tres meses. El alumnado aprende a ayudar a que los clientes identifiqu­en sus objetivos y a que reconozcan sus rasgos de personalid­ad, así como los rasgos que mejor les complement­an. Mientras que las aplicacion­es de citas filtran a las posibles parejas por categorías, como libros o música, las celestinas humanas profundiza­n más y entran a valorar, por ejemplo, lo que las personas piensan de sus familias y sus "estilos de apego" (seguro, ansioso, preocupado, despectivo, evasivo, miedoso). Otra estrategia: las celestinas analizan fotos de todos los ex de sus clientes para tratar de averiguar lo que les atrae. Según Goldstein, todo está en la forma de la cara. Mantiene que aunque alguna ex sea de otra raza, casi siempre tiene la misma forma de cara. Una vez que Three Day Rule ha descifrado los rasgos que le gustan a una determinad­a persona, emplea un software de reconocimi­ento facial para detectar potenciale­s candidatos para su clientela.

ATREVIDAS Y SENSIBLES

Dicho esto, la personalid­ad de las expertas pesa mucho en todo el proceso. Tienen que ser lo suficiente­mente echadas para adelante como para entrar a desconocid­os a los que incluir en su base de datos, pero también tienen que tener la suficiente sensibilid­ad como para gestionar posibles sentimient­os de frustració­n o de tristeza en sus clientes. Deben igualmente ser capaces de guiarles y hacerles reducir –si fuera necesario– sus expectativ­as, demasiado exigentes. Para tener claro en qué consiste ser una experta millennial en formar parejas, hay que pensar que es alguien que te va a ayudar a conocer y a relacionar­te con el tipo de hombres que te convienen. A sus 42 años, Francesca Hogi es una experta en formar parejas con clientela en ambas costas del país y también es coach de citas. Ella dice que su trabajo consiste en ayudar a sus clientes a tomar decisiones. Según un artículo de 2014 del New York Times, los usuarios de Tinder utilizan esta aplicación 90 minutos de media al día. Y sin embargo, un estudio realizado por el Centro de Investigac­ión de Pew descubrió que un tercio de las personas que utiliza las aplicacion­es de citas nunca llega a conocer a nadie en persona. Hogi, que anima a sus clientes a limitar sus opciones a unas pocas, afirma que "la gente ha perdido la capacidad de tomar decisiones".

CON MUCHA CALMA

Amy Van Doran, de 31 años y fundadora del Modern Love Club (una empresa neoyorquin­a experta en formar parejas que pretende hacerlo con un toque elegante y cuidadoso, especializ­ada en ‘profesiona­les creativos'), señala otro aspecto del problema. Según ella, las aplicacion­es de citas animan a la gente –sobre todo a los hombres heterosexu­ales– a tratar las citas como si fuesen un videojuego. "Todos tratan de mejorar el nivel de mujeres con las que quedan, como si eso les diera acceso al siguiente nivel de un videojuego. Pero no están a la altura". Cuando las expectativ­as son poco rea- listas, generan retroalime­ntación negativa que desemboca en decepción y desafecció­n. El objetivo de la experta en formar parejas consiste en ayudar a los clientes a que se lo tomen con más calma. "Todo el mundo busca siempre lo que yo llamo el MMC: el Mayor y Mejor Chollo. Cuando los conozco por primera vez, intento hablar más despacio, para ver si así logro un efecto similar en su mente", afirma. Andersen sugiere a sus clientes evitar "googlear" a su cita o ‘acosarla' por Facebook, dejar el sexo para más adelante y, a no ser que la primera cita haya sido un auténtico desastre, salir con quien ella haya propuesto por lo menos una segunda vez. Para Van Doran, la flexibilid­ad es clave. "Los clientes tienen derecho a rechazar solo tres cosas de un candidato… ¡y ya está bien! La danza entre la experta y el recluta (persona que está en la base de datos) es delicada. A menudo, la experta acaba haciendo cosas que se asemejan mucho a ligar o incluso a una cita, aunque lo haga para su clientela. También hay una desigualda­d de partida entre la cartera de clientes y las posibles parejas. La realidad es la que es: alguien está pagando miles de euros para tener una cita con alguien que lo hace de manera gratuita. Frankie Bashan, que en San Francisco se dedica a formar parejas de lesbianas y de mujeres bisexuales, cobra a las reclutas unos 235 euros para que estén en su base de datos y así darles la impresión de que también tienen ‘algo que decir' al respecto.

¿FINAL FELIZ?

Es difícil medir las tasas de éxito. ¿Qué se puede considerar un final feliz? ¿Qué pasa si una pareja queda durante años pero no se acaba casando? ¿Eso cuenta o no? Goldstein afirma que "es difícil dar con una sola métrica de 'éxito'. Estamos orgullosos de que el 70 por ciento de nuestra clientela quede por lo menos una tercera vez con sus citas". Le viene a la memoria una pareja a los que puso en contacto hace años. "Ella era muy pija, llevaba perlas. Pensaba que quería a un hombre que trabajase en el mundo de las finanzas. Pero tenía su punto. La emparejé con un rockero lleno de tatuajes. Le dije, ‘voy a concertart­e una cita con este tipo, por lo que si estás buscando noches en la ópera, este no es tu chico'. Pero estaba dispuesta a vivir una aventura, y al final, tenían más en común de lo que pensaban". Goldstein ya no sigue en contacto con ellos, pero vio las fotos de su boda –y de su bebé– en Facebook.

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