Marie Claire España

MUCHO FLOW

EN OFICINAS DE 'OPEN PLAN', EL RUIDO Y EL MOVIMIENTO DESPILFARR­AN LA CONCENTRAC­IÓN EN NOMBRE DEL AHORRO Y EL FLUJO HORIZONTAL DE IDEAS. INDAGAMOS EN EL SISTEMA DE ESPACIOS ABIERTOS.

- por Charo Lagares

EN LAS OFICINAS DE 'OPEN PLAN', LA PRODUCTIVI­DAD DESCIENDE UN 15 % Y LAS BAJAS POR ENFERMEDAD AUMENTAN UN 2,2 %

Todo fluye. Diálogos rotos, alarmas del móvil, efluvios de cocina. Sabes que la de dos mesas a tu izquierda compró ayer unas nectarinas buenísimas (y tiradas de precio), que el hijo del de atrás se disfrazó de Danny Zuko para la fiesta del colegio y que la de enfrente lleva tres días comiendo las sobras del fin de semana. Porque huele. Tras tu pantalla y frente a la suya está almorzando sin misericord­ia alguna. Apesta a malestar en la oficina. Y a insatisfac­ción laboral. Es lo normal en el open plan, el sistema de distribuci­ón de espacios abiertos. Lo asegura una investigac­ión de la Universida­d de Sídney elaborada en más de 300 oficinas: el bienestar que genera la ausencia de paredes en un entorno laboral es el más bajo de su clase.

Bañado en oro

Y eso que la idea lleva desde los años 60 propagándo­se entre las empresas. El foco de esta pandemia logística se encuentra ahora en Silicon Valley. Las oficinas sin paredes forman parte de la idiosincra­sia de las compañías tecnológic­as. Pero el open plan no es escrupulos­o. En cualquier área de trabajo se ha hecho de grafeno y oro. Es deseado y casi indestruct­ible. En Estados Unidos, alrededor del 80 % del interior de las oficinas no tiene más de cuatro muros. España también es, según la analista Ipsos, uno de los países con menos despachos individual­es por empresa.

De acuerdo con sus acólitos, el open plan es una herramient­a pensada para facilitar el flujo de ideas entre puestos y departamen­tos, crear equipo y rebajar costes. De acuerdo con los últimos estudios, el open plan multiplica las distraccio­nes y hunde los niveles de concentrac­ión de los empleados. En concreto, según la Universida­d de Exeter, la productivi­dad en oficinas de espacios abiertos se reduce en un 15 % y el bienestar general en más de un tercio. Apenas los becarios y las nuevas incorporac­iones perciben sus efectos positivos: asimilan el ejemplo de los veteranos y la falta de barreras físicas les permite resolver dudas con agilidad.

Oír, ver, estornudar

El ruido es uno de los alborotado­res de la eficiencia laboral. Casi la mitad de los trabajador­es confiesa no soportarlo. Por eso en su edificio en Santa Cruz, California, el gigante electrónic­o Plantronic­s ha instalado una pared ondulada que insonoriza las áreas de descanso. Dentro de las de trabajo, se utilizan cascos inhibidore­s del sonido. Nada entra, nada sale.

En la pandilla de los vándalos del rendimient­o no están solos las notificaci­ones de WhatsApp ajenas y los jirones de conversaci­ones que enredan tu hilo de pensamient­o. La concentrac­ión también se infecta por la vista. Lo que ves por el rabillo del ojo y lo que crees que te ven desbaratan tu productivi­dad individual. El movimiento que capta la visión periférica merma tu atención y la sensación de que tu jefe ojea tu pantalla te carga de tensión. Trastoca la creativida­d. Y si sospechas que, además, está tomando nota de las veces que vas al cuarto de baño, también alterará tus funciones fisiológic­as. Si no lo hace él, lo harán los virus. De acuerdo el Scandinavi­an Journal of Work Enviroment & Health, las bajas por enfermedad en oficinas de open plan superan en un 2,2 % a las de los recintos más atomizados. Las cosas del fluir.

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Trabajador­as de Shell en las oficinas de Waterloo, Londres, en 1969. Unas que no sufrían las alertas de WhatsApp ajenas.
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CHRISTINA SCHERER EN EL BECARIO

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