LA TRAMPA 22 DEL SIGLO XXI
EL VERANO ES PARA LAS BICICLETAS, LAS NOCHES QUE HUELEN A JAZMÍN Y LAS PRÁCTICAS DE TRABAJO. HURGAMOS EN LA SITUACIÓN DE LOS BECARIOS EN ESPAÑA.
Nadie querría pilotar un avión de combate. Es peligroso. Para librarse de la tarea, en el ejército del aire ideado por el novelista Joseph Heller en Trampa-22 se debía demostrar locura certificada. Pero querer escapar de semejante situación evidencia cordura. Solo quien quisiera quedarse mostraría verdadera demencia. Si así fuera, debería ser relevado. Pero para que eso ocurriese necesitaría solicitar un formulario que lo eximiera del pilotaje. Y eso lo convertiría en una persona cabal porque ningún loco querría renunciar a esquivar torpedos en el aire. Así se mordía la cola la trampa 22.
Y así le rechinan los dientes a los jóvenes en busca de empleo. Sin experiencia la- boral no pueden acceder a un puesto de trabajo y el único camino hacia él es la adquisición de experiencia laboral. Solo el sistema de becas ayuda a diluir la versión laboral de la paradoja de Heller. Las principales a disposición de estudiantes y egresados son tres: curriculares, extracurriculares y derivadas de un contrato en prácticas. Por las primeras no perciben una compensación económica. Su desempeño forma parte del programa académico. El salario de las segundas, voluntarias, dependerá del tipo de convenio entre la empresa y el centro de estudios, pero a menudo permanece por debajo del salario mínimo interprofesional. Funciona solo como una ayuda. A la tercera
opción, el contrato en prácticas, se podrán acoger quienes hayan finalizado sus estudios en los últimos cinco años. Con un horario ya completo, su retribución supondrá entre el 60 y 75% del sueldo de un trabajador que desempeñe una labor similar.
EN CONDICIONES
La teoría (y la jurisprudencia del Tribunal Supremo) dice que el propósito de las becas consiste en ayudar al aprendizaje del becario. El j oven no buscará mera compensación económica, sino culminar su formación. La legalidad no se mide en exclusiva por los honorarios, que dependerán de la modalidad del convenio, sino por las tareas que se asignen a los becarios. Cada uno, además, deberá contar con un mentor. Ninguno debería ocupar el puesto de un trabajador experimentado. Las tareas estructurales quedan, por tanto, fuera de sus manos. Por eso hace unos meses el escándalo chisporroteó entre las cocinas españolas con estrella Michelin. Según El Confidencial, el número de stagiers (becarios) de Abac, el restaurante de Jordi Cruz, alcanzaba la mitad de la plantilla. Ninguno cobraba. El televisivo chef defendió sus métodos. "Estás aprendiendo de los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un privilegio". También Ángel León, el Chef del Mar, se pronunció tras protagonizar titulares y trending topics. Sus 15 stagiers, el 50 % del equipo total de acuerdo con El Confidencial, convivían en 198 metros cuadrados. Habían instalado literas hasta en el comedor. A partir del mes de junio, aseguró León, planeaba cederles un chalé con 14 habitaciones.
Al presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, Juan Rosell, le parece bien. Para él, cuando se trabaja al lado de los que saben "se aprende más que en toda la universidad". Ser becario de un chef de prestigio sin recibir compensación económica, comentó en abril, "vale todo el oro del mundo". Oro que solo se materializará a largo plazo. Según un estudio de la Comisión Europea publicado en 2015, el sueldo del 70% de los becarios españoles (y la cifra de los afiliados a la Seguridad Social ronda los 80.000) no sirve para cubrir sus necesidades básicas. Dos años antes de su publicación, cuando las empresas comenzaron a cotizar por sus estudiantes en formación, el número de becarios remunerados en España se disparó un 350 %. La Oficina Precaria, una organización que aspira a combatir la pobreza laboral, denunció en 2016 que "el 73 % de las personas que hacen prácticas realizan las mismas tareas que un trabajador". Por eso registró en el Congreso una proposición no de ley para que el porcentaje de becarios por empresa no superara el 5 % de la plantilla. Temían que las nuevas cifras enmascararan puestos de trabajo.
REFLEJOS DE ORO
Es difícil asegurarse uno. Solo el 36 % de los becarios españoles logra un contrato en la empresa que lo ha becado. Pero el 85% cree que la experiencia es útil. Como María José, recién graduada y de prácticas en una agencia de marketing: "Es una locura. Hace poco salí de la oficina a las tres de la mañana y a las seis tenía que coger el coche para presentar una campaña en otra ciudad. Y yo solo pasaba las diapositivas. Pero algo me pagan y aprendo". . La luz de algunas farolas a veces es ámbar, bar, color del oro.