Marie Claire España

EL PODER DE LAS OTRAS

SE NECESITA CONFIANZA, INTUICIÓN Y GENEROSIDA­D PARA DOMINAR EL ARTE DEL TRABAJO EN EQUIPO. PERO ¡OJO!: APRENDER A FUNCIONAR EN GRUPO PUEDE SER LA LLAVE QUE ABRA LA PUERTA A TU ÉXITO PERSONAL.

- por Alix O'Neill y Charo Lagares

Helen Keller sabía bien de qué hablaba cuando escribió que "solos podemos hacer muy poco; juntos podemos conseguir mucho". Pero tampoco es que la generación de jóvenes actual necesite ser evangeliza­da sobre las bondades de la colaboraci­ón. En un estudio publicado por Deloitte, casi la mitad de los millennial­s interrogad­os aseguró que, si de ellos dependiera, a la hora de contratar a un nuevo empleado sería fundamenta­l que tuviera su misma capacidad para trabajar en equipo como base de la decisión. Nuestra sed colectiva por la compañía es el motor central de la omnipresen­te economía colaborati­va. Dormir entre las sábanas de un desconocid­o gracias a Airbnb o iniciar negocios en la mesa de madera desgastada de una cafetería con variedades de café de nombres más enrevesado­s que el de una dinastía real europea forman parte de la cotidianid­ad.

CAMBIO EVOLUTIVO

"Los humanos son colaborado­res naturales", explica Richard Gerver, autor de Simple Thinking: How To Remove Complexity from Life and Work. "Sobrecompl­icamos las tareas básicas que hacíamos de niños. Los niños no tienen miedo de pedir ayuda", defiende. "Pero ahora, como adultos, estamos condiciona­dos a pensar que hacerlo no está bien. Esta generación no tiene miedo a preguntar porque ha sido criada en un mundo más conectado. Se trata de saber en qué eres bueno, en qué eres malo y rellenar los huecos".

El cambio del yo al nosotros podría deberse, opina la psicóloga Emma Kenny, a razones evolutivas. "El hombre primitivo era bastante egoísta", explica. "Cuidaba de sí mismo, pero el resto de la comunidad era una amenaza. Esto tenía sentido en unas circunstan­cias en las que la meta final era la superviven­cia. Pero ahora la gente joven quiere formar parte de algo. Conectar con otros nos hace sentir miembros de un proyecto común. Eso nos transmite sensación de seguridad, de pertenenci­a a algo mayor. El cambio también significa que mostramos mayor compasión con las culturas ajenas".

TODAS PARA UNA

Hay poder en esa nueva comprensió­n. Los movimiento­s abonados en las redes sociales –desde #EverydayRa­cism y #MeToo–, que dependen de los likes y los retuits de las masas para gestar una conversaci­ón que dirija al cambio, se han encargado de demostrarl­o. Contraria a la tendencia a enfrentar a mujeres entre ellas, la cooperació­n femenina (la aclamada sororidad) ahora se aprecia como algo más deseable que la competició­n. Además de las campañas puntuales, internet es una incubadora de grupos de apoyo entre mujeres. En Facebook, por ejemplo, figuran grupos donde el requisito de acceso es ser una periodista freelance. Una vez dentro, los consejos y contactos se intercambi­an. Aunque sus miembros en teoría son rivales (todas aspiran al mismo trabajo), entre ellas existe el compromiso tácito de devolver cualquier favor recibido. El alza de la sororidad plantea la siguiente pregunta: ¿se desenvuelv­en mejor en equipo las mujeres que los hombres? En un estudio sobre inteligenc­ia colectiva del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, los grupos de trabajo que mejores resultados obtuvieron no fueron los que de manera individual consiguier­on mejores puntuacio-

INTERNET ES UNA INCUBADORA DE GRUPOS DE APOYO ENTRE MUJERES. DENTRO, LOS CONSEJOS Y CONTACTOS SE INTERCAMBI­AN

nes, sino los que contaban con un mayor número de mujeres en sus filas. Las mujeres lograron mejores calificaci­ones en inteligenc­ia emocional. "No es que ellas sean biológicam­ente más empáticas que ellos, es que nos han criado para cuidar de otros, así que esa forma de comportarn­os se ha integrado en el circuito psicológic­o femenino", explica Kenny. "Al llegar a una oficina, la mujer ha desarrolla­do mejor el aspecto no verbal de sus habilidade­s comunicaci­onales".

Y UNA PARA TODAS

Pero como pasa con cualquier otra habilidad, saber funcionar en equipo requiere esfuerzo. Las novedades en jornadas de team building, como encerrar a toda la oficina en un laberinto de cristal para que intenten encontrar la salida, son constantes. Según la psicóloga deportiva Andrea Furst, que ayudó al equipo de hockey femenino británico a prepararse para los últimos Juegos Olímpicos, el trabajo en equipo exige compromiso. "Se necesita cooperació­n, empatía y confianza. Para sincroniza­rte con la gente de tu alrededor, debes escucharle­s y observar su comportami­ento. También es importante tener claro por qué trabajáis juntos". Según Furst, existe, además, "un valor enorme en un individuo que se conoce. Solo así puede comunicar con aplomo su papel en el grupo". Pero hay buenas noticias. Solo es una cuestión de espera. "Se ha demostrado que la gente que trabaja en el mismo espacio, pero no desempeña tareas conjuntas, no se conoce demasiado entre ella", explica Benjamin G. Voyer, profesor de Psicología de la London School of Economics. La confianza óptima con las manos que complement­an a las tuyas la da el tiempo. En el fondo, el trabajo real de equipo solo necesita una base: la solidarida­d. "Las mujeres que echan una mano a otras mujeres se sitúan ya en el corazón del zeitgeist (en alemán, el espíritu de los tiempos) actual", razona Kenny. "Si alguien sube la escalera laboral, contémplal­o como una oportunida­d para hacer lo mismo y, más tarde, pasar tú también el testigo. A largo plazo, todo el mundo gana".

SI ALGUIEN GANA UN ASCENSO, CONTéMPLAL­O COMO UNA OPORTUNIDA­D PARA HACER LO MISMO Y, MáS TARDE, PASAR EL TESTIGO

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