Marie Claire España

LADY KITTY SPENCER

LA SOBRINA DE DIANA DE GALES TRABAJA CON JÓVENES SIN HOGAR, VISTE DE ZARA, DESFILA PARA DOLCE & GABBANA Y SE REPANTINGA VIENDO REPOSICION­ES DE 'FRIENDS'. TRAS HACERSE CON EL TÍTULO DE 'BREAKOUT FASHION ICON 2017' DE MARIE CLAIRE, LA MAYOR DE LOS SPENCER H

- por Charo Lagares fotos Sergi Pons estilismo Rut Baticón

El segundo fin de semana de cada mes, los niños de la familia Spencer dormían en una granja sin energía eléctrica. Ordeñaban vacas, nadaban en el pantano y trepaban por las ramas de los árboles. Su madre los vigilaba en aquella cabaña a tres horas de Ciudad del Cabo. La capital sudafrican­a se convirtió en su casa después de una visita para celebrar el quinto cumpleaños de Kitty. Decidieron quedarse a vivir. Allí los paparazzi no los perseguirí­an. La modelo Victoria Lockwood y el noveno conde Spencer, hermano pequeño de la princesa de Gales, querían una vida tranquila para sus cuatro hijos. Más tarde se divorciaro­n, pero los chicos y su madre permanecie­ron en Sudáfrica. Kitty, la mayor, nacida en 1990, vivió en Ciudad del Cabo hasta completar la universida­d. Tras graduarse en Políticas y Psicología, regresó a Londres. Ahora su nombre se enreda con la moda, pero las horas de estudio se airean a través de Centrepoin­t, una asociación que provee alojamient­o a jóvenes sin hogar, y en Give Us Time, una oenegé que "reconecta a miembros del ejército con sus familias tras una temporada de servicio". Ese, "usar nuestra posición para generar empatía y comprensió­n hacia los menos afortunado­s", explica Kitty, es el papel de la aristocrac­ia en el siglo XXI. Ella siente "una responsabi­lidad enorme de ayudar a las organizaci­ones que apoyo y utilizar mi influencia para conciencia­r sobre lo que defienden".

Que el prejuicio sobre ella le quede grande a la realidad no le inquieta. Nunca le ha pesado su apellido. Nada que la una a sus hermanos, dice, podría ser una carga. Lo que se vomite en la sección de comentario­s del Daily Mail no es asunto suyo.

AGENDA SIN RETíCULA

El rubio de los cuatro Spencer, sentados en fila en la abadía de Westminste­r mientras el príncipe William esperaba a Kate Middleton frente al altar en abril de 2011, rescató sus nombres de la hemeroteca. Desde entonces, los tabloides digitales practican con Kitty el británico arte de titular con mayúsculas y comentar con un depósito léxico de tres adjetivos una docena de fotografía­s casi idénticas. No siente que tenga algo que demostrarl­es, pero aprovecha la atención. Quiere dar la vuelta al micrófono y transforma­r cada oportunida­d en un anuncio para las asociacion­es que amadrina. Para encajar en su agenda, las cenas benéficas que le llenan las noches deben sortear cócteles de firmas de moda. Tras un máster en Administra­ción de Empresas de Lujo, sabe cómo funcionan por dentro. Las firmas. En noviembre de 2017 caminó por la pasarela de Dolce & Gabbana. Le atrae la "feminidad poderosa" de la casa italiana, lo divertido de sus diseños, cómo cada pieza está pensada para celebrar el cuerpo de la mujer. Uno como el de Marilyn Monroe. En Florencia, donde estudió Historia del Arte, las proporcion­es de la actriz le obsesionar­on: durante siete días seguidos, Lady Kitty fue de clase al museo Ferragamo para contemplar los vestidos que usó Monroe en vida.

Del contenido de sus mañanas poco sabe hasta que llegan. A veces toca prueba de vestuario, algunos días escribe para una revista inglesa, en ocasiones se reúne con familias de militares. La única constante es una llamada de FaceTime con su madre. Ella sigue en Ciudad del Cabo con sus hijos, sus perros y sus gatos. Allí regresa Kitty cada Navidad. Durante un mes, vuelve al aire espeso de las ciudades con mar, abandona el maquillaje, relee La escafandra y la mariposa y ve episodios antiguos de Friends. Si los encuentra en la tele. Ella no tiene iPad ni ordenador. Prefiere leer. Pese a sus sesenta mil seguidores de Instagram, Kitty Spencer podría vivir "felizmente" sin tecnología.

Sin la de comunicaci­ones. A los aviones le costaría renunciar. Cuando llegue a los ochenta solo querrá "haber explorado el mundo y construido una familia unida". Pero sin prisas. A finales de 2016 se impuso un año de soltería y, con el plazo acabado, se ha concedido una prórroga. "Ahora me conozco mejor. Es mi momento de crecer. Un hombre no es mi prioridad". Si quiere hablar de amor, Lady Kitty usa el horno. Hace unos años se apuntó a un cursillo de cocina y ahora es especialis­ta en tartas de pera y almendra. Tiene las ideas firmes. La infancia en Sudáfrica le amarró bien los principios: sus tres razones por las que la vida merece la pena son "mi familia, la sensación liberadora de viajar sola y los ñoquis de la osteria Santo Spirito, en Florencia". Alma y estómago. Todo en equilibrio.

«SIENTO LA RESPONSABI­LIDAD DE AYUDAR. ES EL PAPEL DE LA ARISTOCRAC­IA EN EL SIGLO XXI»

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