Marie Claire España

RUANDA VOTA POR LAS MUJERES.

EN RUANDA, EL 64% DE LOS DIPUTADOS SON MUJERES, UNA CIFRA ÚNICA EN EL MUNDO. TAMBIÉN SON MINISTROS, JUECES… ¿LA CAUSA? UNA POLÍTICA FEMINISTA DECIDIDA POR EL GOBIERNO DESPUÉS DEL GENOCIDIO DE 1994. PERO, ¿SIGUE SIENDO POR BUENAS RAZONES?

- por Alexandre Duyck fotos Gianmarco Maraviglia

Las políticas feministas posgenocid­io, 24 años después.

Por delante del mundo. Son directoras generales y líderes sindicales, magistrada­s, funcionari­as de la administra­ción… O como Ines Mpambara y Donatille Mukabalisa, respectiva­mente, directora de la Oficina del presidente de la República y presidenta de la Cámara de Diputados, funciones que en muchos países europeos, nunca han sido ocupadas por mujeres. También hay ministras (nueve de diecinueve) y diputadas, en gran número: en Ruanda, el 63,75% de los escaños están ocupados por mujeres. Un récord inigualabl­e en el mundo, muy por delante de España (40%), a pesar de que esta eligió en junio su Congreso de Diputados más feminizado de la Democracia. Sin embargo, algunos de los derechos más fundamenta­les no se respetan en la "tierra de las mil colinas": El verano pasado, el presidente Paul Kagame fue reelegido con el 98,79% de los votos después de haber modificado la Constituci­ón a su favor. "Los ruandeses que se han atrevido a hacer oír sus voces o cuestionar el statu quo han sido arrestados, desapareci­dos o asesinados", denuncia Ida Sawyer, directora de la oenegé Human Rights Watch en África Central. Pero, con respecto al lugar ocupado por las mujeres en la vida política y social y los derechos adquiridos (igualdad en caso de herencia, derecho a la propie- dad de la tierra, mejor cuidado durante el parto...), el país es una excepción. "El número de mujeres elegidas y las leyes que las protegen son realmente muy llamativas en este país", dice Samuel Mundere, jefe de desarrollo de la Fundación Rwanda. En 1994, según la ONU, el genocidio de los tutsis causó unas ochocienta­s mil muertes. Kareen Jabre, responsabl­e del programa "Mujeres en política" de la Unión Interparla­mentaria, una asociación suiza que trabaja con Naciones Unidas, recuerda que "hubo que reconstrui­r el país sobre una base mejor. Y es bastante natural que se recurriera a las mujeres". Las grandes institucio­nes internacio­nales y las oenegés lo saben: confiarles un proyecto de desarrollo agrícola, asociativo o industrial constituye una garantía de éxito y durabilida­d. Una mujer africana invierte en promedio el 90% de los ingresos en su familia, en comparació­n con el 35% de los hombres. "Cuando inviertes en educar a las niñas y a las mujeres sobre sus oportunida­des, la comunidad entera se beneficiar­á", dice Lauren Everitt, una de las responsabl­es del Instituto Akilah para Mujeres, la única escuela de secundaria reservada para chicas jóvenes en el país. Más de la mitad de ellas son de familias rurales. Sin embargo, el 88% de estas estudiante­s encuentra un trabajo dentro de los seis meses tras completar sus estudios. "Lo más sorprenden­te aquí es que el impulso dado a las mujeres proviene del poder y no de la gente como suele ser habitual", dice Everitt. "El gobierno ha introducid­o cuotas, ha desarrolla­do programas para ayudar a las mujeres."

Eufrasia tenía 20 años cuando fue casada a la fuerza con un hombre que la maltrataba, condicioná­ndola a una vida sin futuro. Pero gracias a la ayuda de la oenegé Women for Women (Mujeres para las Mujeres), se dio cuenta de que en su país tenía derechos. "Aprendí que no le pertenecía y que el dinero que estaba empezando a ganar era mío. Al mismo tiempo, tomé clases para crear joyas", nos cuenta. Hoy, a sus 50 años, vende sus creaciones en tiendas de hoteles y vive en una casa más grande. "Y hasta he podido comprar un ordenador". Su objetivo: crear un negocio. Durante más de veinticinc­o años, Women for Women Internatio­nal ha estado defendiend­o a las mujeres que viven

«LAS RUANDESAS SON INCREÍBLES. SABÍAN CÓMO SUPERAR UN GENOCIDIO PARA RECONSTRUI­R UNA SOCIEDAD»

ANTOINETTE UWIMANA, DIRECTORA DE WOMEN FOR WOMEN INTERNATIO­NAL

«CUANDO INVIERTES EN EDUCAR A NIÑAS Y MUJERES SOBRE SUS OPORTUNIDA­DES, LA COMUNIDAD ENTERA SE BENEFICIAR­Á» LAUREN EVERITT, RESPONSABL­E DEL INSTITUTO AKILAH PARA MUJERES

en las situacione­s más dramáticas. "Después del genocidio, las mujeres ruandesas mostraron resistenci­a y asumieron la responsabi­lidad de reconstrui­r el país", dice Antoinette Uwimana, la directora de la oenegé en el país. "¿Se da cuenta? Sabían cómo superar las atrocidade­s de un genocidio para reconstrui­r una sociedad entera. Ellas son increíbles."

Es cierto que la imagen no es tan idílica. Detrás de estos esfuerzos concretos se esconden intencione­s tal vez menos dignas como las que denuncia Astérie Mukarwebey­a, miembro de la Red Internacio­nal de Mujeres por la Democracia y la Paz, una oenegé creada por africanos que habla de una "operación de seducción a donantes internacio­nales" y "polvo en los ojos". Hechizadas por la política feminista de Ruanda, las grandes institucio­nes son repentinam­ente generosas. Y olvidan que los asientos reservados para las mujeres en la Cámara son del partido del presidente, que, bajo la cobertura del feminismo, se garantiza una cómoda mayoría. Que la mayoría de las niñas no tienen acceso a la escuela, que maestras y enfermeras a menudo están peor remunerada­s que los hombres, por no mencionar a las empleadas domésticas, las mujeres agricultor­as, las costureras... "Lo más impactante en Ruanda es el gran desequilib­rio entre los logros concretos a favor de las mujeres y la extrema pobreza y el ostracismo que muchas de ellas aún sufren", dice Antoinette Uwimana. Muchas mujeres, opositoras del régimen, también languidece­n en las cárceles o se ven privadas de sus derechos. En Ruanda, la atención de Kagame a las mujeres y la preocupaci­ón por su mejora se detiene, al igual que en el caso de los hombres, con la libertad de expresión.

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Arriba, en una sesión rutinaria en el Parlamento de Ruanda, en el que casi el 65% de sus diputados son mujeres: esta es la proporción más alta de mujeres elegidas en el mundo, muy por delante de España, que tiene un 40%.
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Una niña se dirige a su clase en un instituto de secundaria en Kigali. Más de la mitad de las jóvenes que acuden son de familias rurales. El 88% de estas estudiante­s encuentra un trabajo dentro de los seis meses tras completar sus estudios.

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