¿seguimos las mujeres AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS?
ESTE 2018 CELEBRAMOS EL 30 ANIVERSARIO DEL ESTRENO DE 'MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS', LA EXTRAORDINARIA PELíCULA DE PEDRO ALMODÓVAR QUE PROTAGONIZÓ CARMEN MAURA. TRES DÉCADAS DESPUÉS, LA GUIONISTA Y 'SHOW-WOMAN' ISA CALDERÓN* SE FORMULA LA IN
Parece increíble, pero hace ya 30 años que Pepa (Carmen Maura) recorría la ciudad de Madrid enloquecida, herida de amor, con falda de tubo y taconazos. Mujeres al borde de un ataque de nervios, la comedia más sofisticada y hollywoodiense de Pedro Almodóvar, llegó a nuestros cines en 1988, y le valió a nuestro mejor director y uno de nuestros principales maestros sentimentales, una candidatura al Óscar como mejor película extranjera y dos Goyas por mejor película y mejor guion. Pocos me parecen, francamente. La película, que es un portento visual, una explosión de colores, narra la pesadilla y la desesperación de una mujer que, junto a una maleta llena de re- cuerdos y en plena ruptura, no consigue ponerse en contacto con el amor de su vida. Él es Iván, al que interpreta Fernando Guillén, un galán de medio pelo que no sabría reconocer la excelencia de la mujer con la que ha pasado tantos años de su vida porque solo se importa a sí mismo. Nada nuevo bajo el sol.
A Carmen Maura la acompaña María Barranco en el papel de Candela, otra mujer desesperada que, por amor, acogió en su piso a un grupo de terroristas chiítas liderados por su amante. También están Lucía ( una genial Julieta Serrano), primera mujer de Iván e inquilina de la clínica López-Ibor tras su separación, y Rossy de Palma, que encarna a una virgen que mantiene una
relación con otro mutilado emocional de primera categoría que no es otro que el hijo de Iván, un jovencísimo Antonio Banderas en el papel de un cobarde que está a punto de irse a vivir con una mujer a la que no quiere y no sabe cómo abandonar. Otro hombre desconectado de sus emociones. Otro peligro para las mujeres, otro ser que arrastra una mediocridad lacerante que te aniquila. Otro más. Basta.
Nunca, nunca, le agradeceremos a Pedro Almodóvar lo suficiente esa disección del amor que nos ha brindado en cada una de sus películas, refugio de muchísimas personas que en tantos momentos de nuestras vidas no teníamos nada más que el vacío al que agarrarnos. Y esta cursilada que me acabo de marcar es una certeza que mide lo que mide la capital de Portugal. Porque antes de que Pepa mezclase un blíster de Orfidal con el gazpacho para huir del dolor y de la pereza de saber que ese dolor va a durar un tiempito, ella, ella también, ya venía herida de bala por una relación que le dio múltiples quebraderos de cabeza. Te lo digo yo. P orque me puedo p imaginar, aunque no lo veamos en la pelícupelícula, el comienzo de la relación con este tipo d de hombre que sabe perfectamente cómo seduc seducir a una mujer. Adivino lo divertidísimosimo que elella le consideró al conocerle, las primerasmeras copacopas en las coctelerías de moda de Madrid,drid, en DDel Diego, el Cock o Chicote; los brindis cargcargados de una ilusión imposible de disimular, las risas descontroladas, los besos en plena calle, en el taxi, las miradas nerviosas, los primeros encuentros sexuales, seguro que apasionados, de esos que te despiertas en plena noche y no sabes muy bien cómo pero vuelves al lío, porque es más fuerte que tú. Vislumbro a Pepa enamorándose locamente, obsesivamente de Iván, como se enamora una mujer de un hombre que nunca puede tener completamente porque él se resguarda del amor, y defiende a ultranza una autonomía y una independencia mal entendida. Porque ese tipo de hombre no entiende que comprometerse con alguien no significa posesión o sumisión y defiende sus espacios emocionales, que no entrega porque tampoco sabe cómo hacerlo. Y que no sabe comunicarse, ser vulnerable, abrirse a la fragilidad y a la pareja desde el corazón. Pepa descubrió esto pronto, seguro, pero se engañaba a sí misma pensando que todo aquello podía con- tinuar porque amaba perdidamente a ese hombre, y lo poco que le daba le merecía la pena. Y ellos seguían cenando en todos esos maravillosos restaurantes del barrio Salamanca y seguían brindando por la felicidad supina que les sobrevenía. Ella pensando en el momento del día en el que le vería. Lo mejor del día. Todo un acontecimiento. Él encantado de saberlo. De saber con certeza que una mujer así le quería incondicionalmente.
Sigo imaginaimaginando el paso del tiempo, a Pepa e Iván, a Iván y Pepa y el amor. Pero el paso del tiempo conlleva rutina rutina. Y en esa rutina Pepa, muy consciente de que todo aquello no era un juego, demandaba el mismo cariñcariño que al principio. Pero las muestras de afecto ya no eran continuas, Iván mostraba muchos cambios de humor, a veces no hablaba durante horas, a veces mostraba un sutil desaire por la mera presencia de su pareja. Ya no se veían tanto, ya no se reían tanto. A veces, por la calle, Iván andaba cinco pasos por delante de Pepa. La inmadurez emocional de él, de proporciones estratosféricas, le hacía sufrir a ella. Y ella se veía a sí misma como una mujer reprochona y regañona, cuando ella siempre fue una disfrutona internacional. Víctima efectivamente del amor romántico, sí. Dependiente de Iván como una bestia, sí. Una creyente incansable en que podía cambiar a ese hombre queriéndolo de aquella manera tan generosa, sí. Culpable de todo. Sí. Pero, ¿y qué narices iba a hacer Pepa, si nació como todas en una sociedad en la que a las mujeres se nos inculca que el amor es lo más importante, que el amor lo puede todo? Nada, Pepa no podía hacer nada. Sin embargo Iván sí podía, a pesar de ser él también víctima de una sociedad donde la masculinidad mal entendida está en juego continuamente, y la sensibilidad, el cariño y la entrega son "virtudes" exclusivas de las mujeres. Sí podía, a pesar de ser educado para ser duro, promiscuo, fuerte, inquebrantable, con problemas para comprometerse o establecer relaciones íntimas. Sí podía, porque él veía perfectamente cómo Pepa sufría por su manera de ser, cómo lloraba por su egoísmo, egolatría y narcisismo. Claro que podía. Pudo hacerlo por amor. Pero nunca lo hizo. El amor, o más bien el desamor, un asunto que se perpetúa de generación en generación, más allá de la vida y de la muerte, el epicentro de todas las cuestiones que existen, empujó a Pepa al abismo, al colapso, a la enajenación y a la frustración. La pregun-
ta es ¿seguimos las mujeres al borde de un ataque de nervios? Absolutamente. Pero mira chica, en plena nueva ola feminista, los hombres también. Muchas de nosotras seguimos al borde del ataque de nervios porque aunque sabemos que el amor romántico es una quimera, una farsa, un error que hace que te salgan las primeras canas, te sigues entregando como una burra. Y luchamos contra nosotras mismas porque sabemos que el amor debe basarse en la igualdad en todas sus dimensiones, y que tenemos derecho a pedir lo mismo por lo que fuimos educadas a dar. Y que el amor es importantísimo pero que no debemos poner en la espalda de nuestros partenaires nuestra autoestima, seguridad o la responsabilidad entera de nuestra felicidad. Yo lucho, continuamente, y es absolutamente agotador, lo sé bien. Espero al príncipe azul, sabiendo que no debo e intentando reeducarme para no esperarle. Y venga a leer a Simone de Beauvoir, y venga feminismo, por aquí y por allá, y venga a reflexionar y reflexionar. Así vivo, gestionándome en la contradicción pura.
Pero ellos. ELLOS. Ellos lo tienen muchísimo peor. Bueno, voy a ser justa, no todos. Todos no. Pero los que lo tienen complicado también están en el barro, perdidos, confusos, decidiendo qué personas van a ser a partir de ahora y saliendo del estu- por que les supone reeducarse en la convicción de que su educación, predominantemente machista, tiene que convertirse y recolocarse frente a las mujeres que reclaman su espacio en todos los ámbitos, incluido en el afectivo.
muchos están en una ccrisis de identidad tal que no es que estén al borde bord de un ataque de nervios, es que están al borde dde que les estalle la cabeza. Mi más profunda compcompasión desde aquí, desde mi crisis, ya te lo digo. EEmpatizo de una manera sideral.ral. Sobre todo con e esos que hoy en día se preguntantan si invitar a una m mujer a una copa de vino se considera una agresagresión o una actitud machista. ¿En serio? ¿Amigos? ¿Vosotros qué creéis? Solo el sentido común y, por qué no, preguntarle a la mujer en cuestión, podrán ayudaros. Termino. Solo juntos encontraremos el equilibrio. Paciencia, hermanas y hermanos, y hablemos, comuniquémonos. Continuamente. Descaradamente. En exceso. Pongamos nuestras debilidades, nuestros miedos, tristezas y fragilidades en común. Apoyémonos, salgamos de este estado desigual y desesperanzado que lo está poniendo todo perdido. Porque el amor, EL AMOR, será feminista o no será.
«claro que seguimos al borde de un ataque de nervios. pero, en plena nueva ola feminista, ellos también»