JORNADA DE REFLEXIÓN
EN LO MÁS CRUDO DE LA PANDEMIA EMERGIÓ LA CREENCIA DE QUE LA CRISIS NOS EMPUJARÍA HACIA UNA VIDA MÁS PLENA Y CONSCIENTE BASADA EN SOSTENIBILIDAD, CIVISMO Y UNA VUELTA A LOS PLACERES INMATERIALES. PERO, ¿DE VERDAD SOMOS MEJORES DESPUÉS DEL CONFINAMIENTO?
¿Somos mejores después del confinamiento?
En momentos de crisis, c la sociedad se une para sobrevivir. Y este impulso intrínseco al ser humano explica los aplausos de las 20:00. En lo más duro del confinamiento, con la cita diaria nos hacía creer que éramos uno. Parecía que por fin estábamos aprendiendo ap el valor de lo realmente ment importante: la familia, los amigos, la luz, una buena lectura. le Mientras fallecían miles de personas, el e sistema sanitario colapsaba y la economía mundial m se desplomaba, quisimos creer que aquello a transformaría nuestra existencia en algo mejor. "Los que nos dedicamos a esto no fuimos optimistas en ningún momento". Vanessa Fernández, Doctora en Psicología y profesora en la Universidad Complutense de Madrid, tiene claro que la COVID-19 no es, ni de lejos, el detonante de una catarsis colectiva. "Cuando afloran las necesidades individuales, vuelven el desencanto y la competencia", aclara. Las manifestaciones sin medidas de seguridad y las mascarillas tiradas por el suelo parecen darle la razón. ¿Qué queda, entonces, del sentimiento que nos unía en los balcones?
El día quE fuimos uno
Durante las semanas más duras del Estado de Alarma pasamos, como sociedad, por varias fases. La primera, explica Fernández, fue la negación. "Veíamos el virus en las noticias y decíamos con sorna que eso solo pasaba en China. Luego llegó a Italia y reaccionamos igual". Esto se basa en lo que los profesionales llaman una falacia de control, una distorsión cognitiva que nos hace creer que controlamos la situación.
"Cuando ya teníamos la evidencia encima, entramos en ese momento de ilusión en el que la sociedad se unió para afrontar la adversidad", señala la psicóloga. Se extendió entonces la creencia de que, gracias a la crisis, abrazaríamos el ecologismo (porque estábamos aprendiendo lo duro que era no poder disfrutar de la naturaleza), apostaríamos por lo hecho en España y las tiendas de barrio (las únicas que nos ofrecían una excusa para salir a la calle y adquirir, tal vez, la tercera barra de pan de la jornada) y dedicaríamos más tiempo a las relaciones personales (después de estar encerrados sin posibilidad de cualquier interacción que no demandara conexión a Internet). "Quienes han querido dar lecciones de optimismo han sido, mayoritariamente, personas privilegiadas a las que lo único que les ha pasado es que han tenido que quedarse en casa", asegura Fernández. "Si tienes a un familiar enfermo o has perdido tu trabajo, lo que menos te apetece es dar palmas".
EfEcto dominó
Las convocatorias para los aplausos a los profesionales de la salud parecían dejar la puerta abierta a un nuevo civismo, un sentimiento de responsabilidad colectiva con el poder de limar asperezas en favor de la cohesión social. La experta (y la historia de la humanidad), dicen lo contrario: "La manera de pensar y de vivir no se transforma con una reacción extrema, eso solo ocurre cuando cambian los esquemas cognitivos y, normalmente, se necesitan siglos". Generalizar sobre el impacto en la mentalidad popular, por tanto, carece de sentido. "Hay dos cosas que funcionan muy mal a nivel de conducta individual: el control y la incertidumbre, y ambas han estado presentes en el confinamiento", indica Fernández. El control excesivo, en nuestra sociedad, genera ira. Y la incertidumbre hace que sea muy difícil predecir conductas. "Lo que sí va a notarse mucho es el cambio en la manera de socializar: los saludos, los abrazos, la proximidad física", vaticina. Rubén Díez, sociólogo, coincide con la psicóloga: "Creo que se están depositando demasiadas expectativas a la hora de tomar la pandemia de la COVID-19 como la oportunidad que necesitábamos para generar grandes cambios. En realidad el virus no nos dice nada, son interpretaciones nuestras en función de nuestras formas de pensar previas a su aparición y expansión". Sin embargo, en campos como la economía, el consumo o el estilo de vida sí hay margen para hacer vaticinios sobre el impacto del virus. Carmen Saenz Varona es experta en análisis de tendencias geopolíticas, sociales y de consumo, y asegura que crisis como esta funcionan como catalizadores y aceleradores de "tendencias que ya estaban en el ambiente". Optimista empedernida, ve en esta situación la posibilidad de "un cambio real de la cultura social". El resultado, en última instancia, dependerá solo de nosotros mismos y de nuestra capacidad de resiliencia.