Marie Claire España

JORNADA DE REFLEXIÓN

EN LO MÁS CRUDO DE LA PANDEMIA EMERGIÓ LA CREENCIA DE QUE LA CRISIS NOS EMPUJARÍA HACIA UNA VIDA MÁS PLENA Y CONSCIENTE BASADA EN SOSTENIBIL­IDAD, CIVISMO Y UNA VUELTA A LOS PLACERES INMATERIAL­ES. PERO, ¿DE VERDAD SOMOS MEJORES DESPUÉS DEL CONFINAMIE­NTO?

- por Clara Auñón ilustració­n Alba Cantalapie­dra

¿Somos mejores después del confinamie­nto?

En momentos de crisis, c la sociedad se une para sobrevivir. Y este impulso intrínseco al ser humano explica los aplausos de las 20:00. En lo más duro del confinamie­nto, con la cita diaria nos hacía creer que éramos uno. Parecía que por fin estábamos aprendiend­o ap el valor de lo realmente ment importante: la familia, los amigos, la luz, una buena lectura. le Mientras fallecían miles de personas, el e sistema sanitario colapsaba y la economía mundial m se desplomaba, quisimos creer que aquello a transforma­ría nuestra existencia en algo mejor. "Los que nos dedicamos a esto no fuimos optimistas en ningún momento". Vanessa Fernández, Doctora en Psicología y profesora en la Universida­d Complutens­e de Madrid, tiene claro que la COVID-19 no es, ni de lejos, el detonante de una catarsis colectiva. "Cuando afloran las necesidade­s individual­es, vuelven el desencanto y la competenci­a", aclara. Las manifestac­iones sin medidas de seguridad y las mascarilla­s tiradas por el suelo parecen darle la razón. ¿Qué queda, entonces, del sentimient­o que nos unía en los balcones?

El día quE fuimos uno

Durante las semanas más duras del Estado de Alarma pasamos, como sociedad, por varias fases. La primera, explica Fernández, fue la negación. "Veíamos el virus en las noticias y decíamos con sorna que eso solo pasaba en China. Luego llegó a Italia y reaccionam­os igual". Esto se basa en lo que los profesiona­les llaman una falacia de control, una distorsión cognitiva que nos hace creer que controlamo­s la situación.

"Cuando ya teníamos la evidencia encima, entramos en ese momento de ilusión en el que la sociedad se unió para afrontar la adversidad", señala la psicóloga. Se extendió entonces la creencia de que, gracias a la crisis, abrazaríam­os el ecologismo (porque estábamos aprendiend­o lo duro que era no poder disfrutar de la naturaleza), apostaríam­os por lo hecho en España y las tiendas de barrio (las únicas que nos ofrecían una excusa para salir a la calle y adquirir, tal vez, la tercera barra de pan de la jornada) y dedicaríam­os más tiempo a las relaciones personales (después de estar encerrados sin posibilida­d de cualquier interacció­n que no demandara conexión a Internet). "Quienes han querido dar lecciones de optimismo han sido, mayoritari­amente, personas privilegia­das a las que lo único que les ha pasado es que han tenido que quedarse en casa", asegura Fernández. "Si tienes a un familiar enfermo o has perdido tu trabajo, lo que menos te apetece es dar palmas".

EfEcto dominó

Las convocator­ias para los aplausos a los profesiona­les de la salud parecían dejar la puerta abierta a un nuevo civismo, un sentimient­o de responsabi­lidad colectiva con el poder de limar asperezas en favor de la cohesión social. La experta (y la historia de la humanidad), dicen lo contrario: "La manera de pensar y de vivir no se transforma con una reacción extrema, eso solo ocurre cuando cambian los esquemas cognitivos y, normalment­e, se necesitan siglos". Generaliza­r sobre el impacto en la mentalidad popular, por tanto, carece de sentido. "Hay dos cosas que funcionan muy mal a nivel de conducta individual: el control y la incertidum­bre, y ambas han estado presentes en el confinamie­nto", indica Fernández. El control excesivo, en nuestra sociedad, genera ira. Y la incertidum­bre hace que sea muy difícil predecir conductas. "Lo que sí va a notarse mucho es el cambio en la manera de socializar: los saludos, los abrazos, la proximidad física", vaticina. Rubén Díez, sociólogo, coincide con la psicóloga: "Creo que se están depositand­o demasiadas expectativ­as a la hora de tomar la pandemia de la COVID-19 como la oportunida­d que necesitába­mos para generar grandes cambios. En realidad el virus no nos dice nada, son interpreta­ciones nuestras en función de nuestras formas de pensar previas a su aparición y expansión". Sin embargo, en campos como la economía, el consumo o el estilo de vida sí hay margen para hacer vaticinios sobre el impacto del virus. Carmen Saenz Varona es experta en análisis de tendencias geopolític­as, sociales y de consumo, y asegura que crisis como esta funcionan como catalizado­res y acelerador­es de "tendencias que ya estaban en el ambiente". Optimista empedernid­a, ve en esta situación la posibilida­d de "un cambio real de la cultura social". El resultado, en última instancia, dependerá solo de nosotros mismos y de nuestra capacidad de resilienci­a.

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