MARIO GARCÉS
LA NASA HA BAUTIZADO SU SEDE EN WASHINGTON D.C. CON EL NOMBRE DE LA INGENIERA AFROAMERICANA
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ESCRITOR
intercambiados en un patio de colegio de curas a coleccionar fotografías incalificables de algunas personas conocidas. El álbum se renueva a diario sin solución de continuidad.
A punto estoy de regresar a la selva. Con los animales, ahora protegidos por el nuevo pensamiento único, vivía mejor. Porque hay chats en los que uno vivía ya confinado antes de la pandemia y de los que no puede escapar, ni tan siquiera transitoriamente. Son los chats de trabajo, los chats de colegio o los chats familiares con matices. Y no lo puedes hacer so pena de que te conviertas en un tipo extravagante y antisistema, por mucho que algunos de los que participen en él trepanen el cráneo con sus estridencias sin pudor. La naranja mecánica de Kubrick es una insustancial distopía sobre el maltrato humano comparado con el daño psicológico que producen algunos chats, más lesivos que una cena de Navidad con tu cuñada y tu suegro. No soporto el vídeo enviado veinte veces, comentado por los mil exégetas de Egipto y de la cuenca del Ebro o del Guadarrama. Ni el aplauso enardecido de los lamenalgas ante cualquier ocurrencia de algún rey del pollo frito. Ni el padre o madre embravecido que cuelga la cuarta fotografía diaria de su bebé deglutiendo papilla. O explicando los avances pedagógicos de su criatura que ha escrito la primera ese de su vida en un mundo que se ha convertido en una ese sin inicio o final. Pero es que, en momentos de aburrimiento y de desesperación, hay seres humanos que han evolucionado y se graban vídeos como líderes planetarios. No pondré ningún reparo a esta mutación homínida siempre que tenga un efecto reparador interno. Simplemente sería conveniente que alguno pensase que opinará de sí mismo cuando lo vean sus descendientes.
DEDO RÁPIDO, CEREBRO CORTO
Como ahora hay más tiempo para la mandanga digital, he comprobado ciertas actitudes que hasta ahora intuía pero que se han perfeccionado en los últimos meses, desde que nos han convertido a todos en el perro de Pavlov. El listo que ha hecho del intercambio de noticias y datos entre chats su forma de vida. Tengo a unos cuantos localizados que lo único que hacen, desde que se levantan hasta que se acuestan, es jugar a localizar y deslocalizar envíos y reenvíos entre diferentes chats, y así hasta que anochece. Al día siguiente, vuelta a empezar.
Y, digo yo, desde mi selva, ¿no pueden leer? ¿No pueden ponerse a escribir alguna reflexión inteligente más allá de la primera pamema sin sintaxis parda ni gramática básica c opiada de ot r o energúmeno de la especie? Además está el soplagaitas que, de buena mañana, te da una lección, habitualmente prolongación del sermón de madrugada de algún apóstol radiofónico. Admirable la dependencia de criterio del fulano, su identidad parietal con quien pronuncia la charleta de la montaña a las seis de la mañana. ¿Por qué piensan igual en todo? ¿Tanto cuesta pensar por sí mismo?
Como reconozco que puedo estar irritable mientras escribo este artículo, que nadie me conteste utilizando la palabra fake. Otro despropósito de la nueva civilización digital. Fakes somos nosotros, que vivimos encerrados en nuestros móviles como unos juguetes rotos. Sinceramente, quiero volver al bosque. Allí donde no hay listos de dedo rápido y cerebro corto. Resistiré. Pero, por favor, mientras resisto, eviten que sufra el martirio de San Sebastián con mensajes repetidos y bulos recurrentes. Gracias.
Charom por Lagaresy a carrera de Mary Winston Jackson parecía atascada. Sobrepasaba entonces la cincuentena. Se había graduado en Matemáticas y Física y había impartido, en un colegio segregado, clases de sus especialidades, había salido de las aulas y trabajado como recepcionista en un club y como bibliotecaria en una institución de salud mental. Al Área de Computación de la germinal NASA llegó con 30 años. Su jefa se convirtió en su compañera de leyenda. Junto con Dorothy Vaughan, al cargo de la división, y Katherine Johnson, compuso el triángulo de las Figuras ocultas. Contribuyeron a la carrera aeroespacial y se convirtieron en símbolo del progreso afroamericano en Estados Unidos. En 2016, una película, protagonizada por Janelle Monáe, Olivia Spencer y Taraji P. Henson, celebró sus vidas. Tres años más tarde, la NASA cambió el nombre de la calle que conduce a su sede en Washington D. C. La llamó como a ellas. En 2020, el edificio fue rebautizado. En la capital estadounidense, las oficinas de la agencia aeroespacial llevan el nombre de Mary W. Jackson. Lo que lleva su nombre, 14 años después de su muerte, es dorado y redondo. En 2019, Donald Trump le concedió la medalla de Oro del Congreso.
Jackson salió y ella entró. A finales de los años 70, la geóloga Kathryn Sullivan fue seleccionada por la NASA. Debía volar al espacio exterior. Al otro lado del mundo se le adelantaron. La soviética Svletana Savitskaya flotaba entre estrellas en 1982. Sullivan lo consiguió dos años más tarde. Logró ser la primera mujer estadounidense en el espacio. Con su currículum, cualquier tautología es un exceso de sobriedad. Kathryn Sullivan subió arriba y bajó abajo. Muy abajo. Al Abismo Challenger, a 11 kilómetros por debajo del nivel del mar, el punto más profundo del planeta Tierra conocido por el ser humano. Ella ha sido el primero en estar arriba y abajo.
Arriba, Mary W. Jackson. Abajo, Kathryn Sullivan, de misión espacial.
MARY W. JACKSON