LA EXTRAÑA ETERNIDAD DE LAS FLORES
TREPA POR PERALES, SE ENCUENTRA CON CLAVELES, OBSERVA REPTILES Y CORONA REINAS. LAS ILUSTRACIONES DE SENA CIFUENTES APLACAN LOS COLORES Y EXALTAN LA FANTASÍA.
El pincel siempre estuvo ahí. Desde que su memoria repesca recuerdos, Sena Cifuentes pinta. Comenzó su alfabeto artístico por la letra f. Las flores fueron las primeras. Llenó sus lienzos de acuarelas botánicas. Una profesora inglesa, que viajaba hasta el Campo de Gibraltar para impartir clases, detectó el talento y la guio. Animó a Sena a presentarse a un concurso de ilustración que, dos veces al año, premiaba a los mejores acuarelistas especializados en botánica. Tomó un avión y viajó hasta Gales. Allí depuró su formación. El día del concurso, en los Jardines de Kew, la Real Sociedad de Horticultura británica le concedió la medalla de plata.
Le empezó a apretar. Se le quedó pequeña. Necesitaba, cuenta, “poner más de mi cosecha y de mi mundo interior. Los acuarelistas botánicos tienen que ser absolutamente fieles a lo que ven, sin añadir nada que no esté. Eran los encargados de representar fielmente todos los nuevos descubrimientos de flora y fauna que encontraban en los nuevos territorios”. Y con el que ella se ha topado no se toca. El mundo de Sena Cifuentes se sueña. En él las ranas bailan con paraguas y las damas de la aristocracia, una barroca, con gorgueras y encajes, se dejan atrapar por frutas, flores, insectos y arbustos. Lo hacen en el lienzo y lo hacen sobre la seda. Las acuarelas de Sena se estampan en pañuelos, lámparas, platos y manteles. Sus flores viven para siempre. Sin conservantes ni pesticidas.