DÓNDE HAS ESTADO
El de los amores imposibles fue durante muchos años uno de mis géneros favoritos. Me refiero a esos amores inconvenientes, ocultos, pasionales y demoledores, trufados de lugares comunes y frases grandilocuentes, que tan prolíficos resultan en las páginas de una novela y tan poco despojados del paréntesis mental en el que se desarrollan.
Siendo niña, cuando insistentemente le preguntaba a mi madre por lo que ocurría después del 'The end' de las películas, me respondía que para que algo sobreviva al tiempo con la misma intensidad tiene que terminar en el momento adecuado, es decir, antes de que empiece. Nunca le pregunté por eso–"¿antes de que empiece el qué?"–, supongo que no quería parecer infantil, así que no le di la oportunidad de responderme "antes de que empiece la vida".
Yo seguí fantaseando con ellos, con el rayo que te parte en dos, como decía Cortázar, y revela que habitas una suerte de vida de segunda categoría mientras inoportunas canciones te susurran sin cesar "dónde has estado todo este tiempo". Me habría venido bien leer algo sobre el decisivo papel que juega en esos enamoramientos el efecto halo, que consiste en hacer una generalización errónea a partir de una sola característica, de una persona u objeto. Lo hacemos cuando vemos, por ejemplo, a alguien que nos parece atractivo y asumimos, aunque de manera inconsciente, que también su personalidad nos resultará igual de agradable. Como nos falta información, la añadimos hasta que nos hacemos un molde a medida de nuestras necesidades. En Días de ira, un relato de A. M Homes, uno de mis favoritos del género de los amores imposibles, encontré esto: "Se besan. Es un beso profundo, lleno de miles de años de nostalgia, mil años de sufrimiento. (…) Termina el congreso. No se dicen adiós. Si se dijeran adiós significaría que algo ha terminado". Para que algo dure para siempre hace falta mantener el fuego de eso que se llama proyección. Siguen las canciones y a la cantinela de dónde has estado todo este tiempo habría que responder: "donde siempre: en mi cabeza".
Marbella
Las puertas de la galería Badr El Jundi acaba de quitarse el precinto. Se acaba de inaugurar. En un rincón del hotel Villa Padierna, artistas iraníes o estadounidenses cruzan sus obras en busca de un acervo óptico renovado. La obra de Sheida Soleimani, en la imagen, saca músculo para "construir un imaginario".