LA NUEVA AUSTERIDAD, SIN IRONÍA
Hace 67 años que Marilyn nos demostró que los caballeros las prefieren rubias, sí, pero con la tontería justa. O que viva lo superficial cuando no ahoga la belleza ni la inteligencia. Ironías del destino para un mundo que no renuncia al rosa del satén de Marilyn pese al monstruo verde de los celos (que diría Shakespeare) de la industria del lujo: ahora más accesible que nunca (aunque no desde nuestras cuentas bancarias), sobre todo de mascarilla para arriba –¿acaso hay una nueva espiritualización de la mirada, por forzosa que sea la exhibición, al modo neoplatónico de contemplar la belleza del alma por la puerta abierta de los ojos?–, igual que los placeres delivery para chuparse los dedos en la intimidad del hogar, a domicilio. Mirar es gratis, y, si la mirada es digital, el acercamiento a la calle, por arte de birlibirloque, nos acerca, nos visibiliza lo bello. Tan es así que este ascetismo en las relaciones personales de la pandemia se ceba en la mirada y en la satisfacción propia: de ahí una lencería que primeramente satisfaga a su portadora.
La nueva austeridad nos dirige hacia la esencia y la tradición como códigos de excelencia que descifren la clave de nuevos valores como la sostenibilidad, la (re)creación a fuego lento y el feminismo. Acaso los indígenas sarayaku de Ecuador ejercen de modernos referentes para un tecnoespacio desnortado, porque han sabido tender puentes ecosostenibles entre la naturaleza y lo digital. Dos rubias encarnan estas polaridades que convergen en destacadas vidas profesionales marcadas por el brillo de la inteligencia: Léa Seydoux y Nadia Calviño. Espectáculo y economía para una nueva austeridad. De lujo.