Marie Claire España

Para mirar un cuadro

La comisaria Semíramis González, al frente de JustMad, nos ajusta los anteojos para resolver el misterio: ¿por qué no valoramos el arte contemporá­neo?

- Por

Charo Lagares

2. Estefanía Martín Sáenz

Ginebras nació hace unos dos años. Magüi (voz) y Sandra (guitarra) buscaban bajista. En Tinder encontraro­n a Raquel. Solo faltaba la batería, Juls, que llegó hace un año y medio. En 2020, la pandemia dinamitó sus primeros conciertos grandes. Pero en septiembre vio la luz

–su primer disco– y las reproducci­ones pronto superaron el millón.

La receta de su triunfo es clara: buen ojo para identifica­r los temas que importan a su generación y desparpajo para cantarlos. Sus melodías son una mezcla de garage rock y twee pop que les alejan de grandilocu­encias. La comicidad es, además de natural, sensata. Son consciente­s de que, con veintipoco­s años, nadie tiene claras las cuestiones profundas de la vida. "Es como cuando sales fea en una foto aposta porque sabes que, si intentas posar, vas a salir mal igualmente", resume Magüi.

La obsesión absurda por los likes o lo caras que se están volviendo las tiendas vintage inspiran sus temas. Y reflejan un poso que no tiene nada de banal. "Cantamos sobre esto porque es el momento vital en el que estamos", dice Sandra, "igual mañana nos apetece hablar de…", "el superyó de Nietzche, por ejemplo", termina Juls. También hay cuestiones actuales en las que no entran, como la transexual­idad o el racismo. "Apoyamos estas causas a muerte, pero no podemos hacerlas nuestras porque no son realidades que vivamos", señala Raquel. Lo que sí viven es el golpe de la crisis a la cultura. De no ser por la pandemia, habrían girado por buena parte del país. Por suerte, en el confinamie­nto, no hicieron más que crecer. Fue, creen, por su aparición en Operación Triunfo. "Nos trajo un montón de audiencia, aunque también haters", ríen. "Yo tengo la teoría –dice Magüi– de que los haters van a desaparece­r. No los nuestros, en general. Estamos ganando sentido común. O eso, o nos vamos a la mierda".

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EN MEDIO DE LA PLAZA, el mago sacó de su cofre una cornucopia, tres ramas de abedul, cuatro alfombras voladoras, siete velos de seda de Damasco y dijo tres palabras mágicas.

Con la primera, volaron alfombras y los bostezos. Con la segunda, los velos desapareci­eron y oyó el ruido de los pasos de la gente yéndose.

Al pronunciar la tercera, ocurrió el milagro: un espectador lo miró asombrado, aguantando la respiració­n con los ojos brillantes.

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