Viajamos a Valencia para admirar la casa del arquitecto Ramón Esteve.
En Valencia se esconde la residencia de fin de semana del arquitecto Ramón Esteve. Una casa de una sola planta inspirada en un búnker y en la que el diseño se pone al servicio de la naturaleza del Valle de los Alhorines.
En el bosque valenciano
A unos 70 km al sur de Valencia se encuentra el Valle de los Alhorines, un paraíso meteorológico rico en fauna y flora. Aquí es donde Ramón Esteve ha construido su retiro, en una propiedad de 4000 metros cuadrados que comprenden viñedos, olivares y un pequeño bosque. La casa, de 400 metros cuadrados, queda escondida tras las copas de cipreses, álamos y pinos. El entorno fluye hacia cada estancia de la casa, dotada con ventanales que crean una sinergia ambiental entre el paisaje exterior y el interiorismo.
Directo al corazón
El centro gravitacional de la casa es esta gran sala principal, concebida para la actividad diurna. Enmarcados entre dos grandes ventanales longitudinales quedan la sala de estar y un comedor. La pared del fondo, sobre estas líneas, se abre para descubrir una cocina abierta. Es el espacio desde el que nacen el resto de estancias: la entrada, la cocina principal y tres habitaciones con baño integrado. Las superficies de madera son el hilo conductor en toda la vivienda.
Monolito minimalista
En toda la casa se han empleado únicamente hormigón blanco, madera de pino y acero galvanizado. Con estos mismos materiales se ha fabricado el mobiliario, diseñado específicamente para la vivienda. En el salón, un sofá modular diseñado por Esteve convive con lámparas de Miguel Milá. En la cocina principal, una isla central divide la zona de almacenamiento y la de fogones, con todos los electrodomésticos integrados.
Come, reza, ama
Las habitaciones son cajas de madera que miran a los campos aledaños. Esta conversación entre el interior y el exterior es constante incluso en los baños (arriba, dcha.). Lamparita portátil Follow me, de Inma Bermúdez. En la habitación principal (dcha.), el cabecero separa la estancia. Frente a la cama, dos sillas 'mariposa' de los diseñadores Bonet, Kurchan y Ferrari invitan a contemplar el olivar. La manta es de HAY; las casitas de madera, de Jay Philip Holler.
Ética y estética
Cuenta Ramón Esteve (abajo) que esta casa es uno de sus proyectos más importantes. Diseñar para sí mismo le ha permito materializar plenamente lo que, para él, debe ser la arquitectura: un diálogo entre construcción y diseño, estructura y detalle, siempre desde el pleno respeto al entorno. Por eso, la vivienda está planteada desde la eficiencia energética y la autosuficiencia. Emplea energía solar y biomasa para caldearse, y tanto la iluminación como la calefacción se controlan mediante un sistema domótico que aprovecha al máximo la luz y el calor solares. El agua de la lluvia se almacena en una cisterna de gran capacidad instalada bajo la planta principal. El proyecto tuvo una duración de cinco años, entre 2012 y 2017. Durante este lustro, la máxima fue integrar la casa en el paisaje, favoreciendo su posición privilegiada entre el pinar y el viñedo. Su silueta es una abstracción de la cabaña tradicional, pero en ella no hay rastro de nostalgia. Los materiales ayudan a recorrer ese camino que separa el refugio de campo, acogedor y soleado, de un búnker, sobrio y firme.