Irene Escolar, una de las actrices con mayor aplomo de su generación, habla sobre las apariencias, el arte y la familia.
En su nombre hay una fusta. Lo que agarra, Irene Escolar lo amaestra. La cámara, en Dime quién soy, o las tablas, cada vez que sube al teatro. La actriz madrileña, de 32 años, viene siempre preparada. Ha estudiado en casa.
Poeta chileno, de Alejando Zambra. Y Otoño, de Ali Smith. Puro entusiasmo. Y acaba de comprar, ¿ayer?, Recuerdos de mi inexistencia, de Rebecca Solnit. Irene Escolar tiene los títulos frescos. Acaba de leerlos. Ha pasado diez días en casa, a resguardo tras un contacto positivo. Ahora mantiene la distancia. Ella lo superó hace algunos meses, está bien. Debe estarlo para continuar con Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach, la obra de teatro que presenta en el María Guerrero. Se agarra las manos tras la espalda, observa, sin que lo noten, las imágenes que corren por la pantalla del ordenador del fotógrafo.
Siempre es raro verse en estas fotos. No soy modelo y lo tengo que entender como un juego. Si no, acabo pensando 'pero yo qué hago aquí'.
¿Te sobra esa parte del mundo del actor? Nadie me obliga, pero a mí me gusta mucho leer entrevistas. Siempre encuentras, si es sincera, algo que aprender, de la vida o de la profesión. Yo me limitaría a hacer las de ese tipo. Si no tengo nada que contar, intento mantenerme al margen.
No te da miedo eso de “quizá se olviden de mí”. Si se olvidan será que era prescindible. Yo quiero que no se olviden de mi trabajo. No quiero que me recuerden por aparecer en lugares.
Si te pregunto por tu familia, ¿qué piensas? Debe de ser una pregunta recurrente. Sí, y lo entiendo. Aunque a veces me gustaría que me las hicieran a mí como entidad independiente porque ya llevo tiempo en esto. Pero comprendo que hay algo de curiosidad. Para mí será un logro que quede en un segundo plano y yo valga por mí misma. Pero me siento muy afortunada de haber crecido en un entorno que me ha llevado a descubrir otra forma de vivir y a poder encontrar en mi vocación un motor muy bonito y estimulante para enfrentarse a la vida, que es el legado que ellos me han dado. Estoy muy agradecida.
Quizá es una mezcla de la etiqueta “joven actriz”, que implica explicar las raíces, y la curiosidad, como dices, de imaginar una familia llena de actores, de productores, de pensar cómo serían esas reuniones. Son reuniones especiales porque son personas muy especiales. Mis padres también se dedican a esto. Mi madre es script, se encarga de revisar la continuidad en los rodajes, y mi padre es productor. En casa siempre hay algo ligado a nuestro trabajo o acabamos cantando o cuentan anécdotas de manera brillante. Es transitar la vida desde un lugar muy divertido también. Es muy apasionante, sabes. Todavía me sorprende. Ayer estábamos desayunando juntos y empecé a tararear una canción y lo había hecho mal y los tres acabamos cantando y muertos de risa. Eso me llevó a descubrir que mi familia había hecho zarzuela. Siempre estás aprendiendo cosas muy ricas, que tienen que ver con lo artístico, con la imaginación y el juego. La vida se convierte en un lugar más luminoso.
¿Recuerdas algún momento en el que no quisieras ser actriz? No. A mí me sorprenden más mis amigos actores en cuyas familias no había antecedentes. ¿De dónde les viene la vocación? En mi caso lo tengo clarísimo. Durante muchas generaciones era lo que mamábamos. Lo de ellos me parece mucho más interesante. Lo mío era demasiado obvio. Pero una siempre quiere lo que no tiene. La verdad es que se dio muy por hecho, desde que era muy pequeña, que me iba a dedicar a esto. Yo tenía muchas ganas, era lo que admiraba.
¿Se sufre siendo actriz? A mí me cuesta hablar en general, sobre todo en el contexto social en el que estamos. Esta profesión también genera mucha inseguridad, mucha incertidumbre, tiene momentos de soledad y de pausa y de no saber si ese ha sido tu último trabajo. Siento que es un privilegio muy grande. No se sufre siendo actor. Pero hay que tener coraje para aceptar que estás sometido a la opinión ajena y que siempre parece que estás empezando de cero. También hay adrenalínico, que supongo que es lo que nos hace mantenernos pegados a la vocación. Mencionabas la crisis. ¿Qué sientes al ver las noticias? Hace tiempo que intento protegerme y escoger qué
cosas veo, porque si no la angustia desborda. Es una situación dramática. Siento angustia. Si hay algo que creo haber aprendido es que no se puede predecir nada. Yo intento todos los días levantarme y hacer lo posible por buscar qué me puede hacer sentir mejor ese día. Con el teatro es muy fácil ahora. Me produce mucha felicidad ir y siento que la gente está muy predispuesta, que estoy pudiendo hacer algo bueno por el otro. La gente ríe, disfruta. Cuando pienso en el sentido de mi trabajo, estos días me han hecho darme cuenta de por qué me dedico a esto. Porque es importante y necesario.
El entretenimiento a veces se menosprecia y es lo que alivia los días. Sí. Yo no hablo de entretenimiento aquí, porque hay muchos tipos, y es fantástico. A mí me gusta que me activen algo, el cuerpo o la cabeza, que me hagan sentir. Hay valor en que te saquen de esta realidad y te lleven a otro universo.
Del tuyo privado no sueles hablar demasiado. Ni en las entrevistas ni en tus redes sociales. Siempre pienso que a la gente no le importa en el fondo mi vida privada. Tampoco yo tengo muchas ganas. No me hace sentir muy cómoda. Creo que mi intimidad es algo que no soy capaz de contar. Siempre notaría cierta impostura. Creo que por eso me es más fácil hablar de mi trabajo, que es algo concreto. Lo otro me lo guardo para mí. No porque lo contrario me parezca malo, sino porque no lo sé hacer bien y no le dedico tiempo. Y siempre creo que cuanto menos se sepa, mejor. Ahora los límites son más confusos, con las redes sociales. Yo prefiero que no me vengan a la cabeza imágenes de los actores que veo haciendo cosas íntimas. Me va a costar más creerme su trabajo. Yo no quiero ponerme las cosas más difíciles a mí misma. A veces es más difícil saber qué quiere hacer uno frente a lo que se supone que tiene que hacer o que esperan que hagas ciertas normas externas. Sea como sea, prefiero intentar vivir en libertad.
¿Qué crees que esperan de ti? Probablemente, nada. Pero si pienso en lo que espero yo de la gente a la que admiro, veo que es que me sorprendan, que me conmuevan o que hayan reflexionado, que estén vivos en sus circunstancias y en las de todo el mundo.
Hay una imagen a tu alrededor: Irene Escolar es seria y empollona. Pero ¿tú crees que eso es así?
Aún no lo sé, pero recuerdo un podcast de periodistas sobre Paquita Salas y decían: "y sale Irene Escolar, que hace de sí misma". (Ríe). Pues la verdad es que no. No coincide con la imagen que tienes de ti misma. Para nada. Es algo que me asusta. Me asusta porque yo soy una persona profundamente payasa y absurda. Me encanta la comedia. Yo no me preparo más que el resto, pero parece que por ser joven y hacer teatro, o que me interese, surge esta clasificación de intensa o de seria. A mí me parece preocupante que ser estudiosa resulte algo negativo. No quiero que el nivel sea ese.
Otra lugar común te ve como mujer fuerte y decidida, pero dices que no, que eres frágil e insegura. Sí y me pregunto qué hará una para proyectar ciertas cosas, de qué manera nos protegemos para que esto pase. Yo reivindico la posibilidad de ser frágil. Yo lo digo: soy muy frágil. Soy muy insegura en momentos y me cuestiono todo. No soy nada que he interpretado. ¿No te da miedo reconocerlo y que alguien se pueda aprovechar de ello? No. Está bien. Confío en la bondad de los desconocidos. Quiero hacerlo. Yo creo que todos tenemos taras y siempre vienen de algún lugar. Lo recuerdas cuando te dedicas a esta profesión. Aprendes que todos venimos de lugares más o menos complicados. Quien te diga que su vida es fácil y que es plenamente feliz... eso es muy difícil. Está bien poder hablar de ello para que nos podamos dejar de sentir tan solos. El arte tiene que ser un reflejo de lo que te ocurre. De lo contrario, estamos todo el rato en la apariencia. Parece que todo tiene que ir bien y uno tiene que ser perfecto, que a veces no sé ni qué significa. Eso es matador. Nos aleja de la verdad, de la realidad, de la vida. No puede ser.
«PARECE QUE TODO TIENE QUE IR SIEMPRE BIEN Y QUE HAY QUE SER PERFECTO. ESO ES MATADOR. NOS ALEJA DE LA VERDAD, DE LA REALIDAD, DE LA VIDA»