TIRAR DE LA ALFOMBRA
DESDE QUE EL TIME'S UP VISTIERA DE NEGRO LOS GLOBOS DE ORO, CADA RED CARPET ES UN ESCENARIO PARA EL ACTIVISMO, QUE OCULTA UNA AMENAZA ECONÓMICA TANTO PARA LAS ACTRICES COMO PARA LAS MARCAS DE MODA.
Ahora que se acerca la entrega de los premios Goya, confieso que a mí se me había ocurrido una manera de llamar la atención sobre la desigualdad, el acoso, y por qué no, la tiranía de la alfombra roja, que obliga a las mujeres a ponerse de tiros largos mientras hacen equilibrios en tacones imposibles (...): ir todas en pijama y zapatillas y sin maquillar, que me parecía un poco más divertido que ir de negro con un modelo prestado de 10.000 euros de Dolce & Gabbana", reflexionaba recientemente Isabel Coixet. Su propuesta fue rechazada en favor de unos abanicos rojos con el hashtag #MásMujeres, distribuidos por CIMA (la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales). Esta iniciativa constituía una réplica ibérica a las rosas blancas que sostuvieron las invi- tadas a los Grammy. Gestos muy discretos en comparación con el dress code que tiñó de negro los Globos de Oro, con eco en los Premios del Sindicato de Actores y los de la Crítica Cinematográfica. ¿El motivo? Mostrar solidaridad con Time's Up, una campaña promovida por más de 300 mujeres del mundo de la interpretación, agentes y directoras contra el abuso sexual y la desigualdad en el terreno laboral de todas las industrias.
CAMBIAR DE TEMA
Se pretendía aprovechar la visibilidad de la alfombra roja para entablar otra conversación con la prensa acerca del movimiento: pasar del "¿de quién vas vestida?" al "¿por qué vas de negro?". En cualquier caso, los trajes –su color, al menos– monopolizaron la charla. ¿Qué menos? Las casas de costura dispusieron de un mes (tiempo récord), para rehacer los vestidos en negro. "Es momento de solidaridad, no dee moda. Durante ante años, hemos s vendido estas entregas de premios como mujeres, con nuestros stros vestidos, colores, caras as bonitas y glamour", declaraba raba Eva Longoria a su llegada a los Globos de Oro. Se olvidó de mencionar que, de forma tradicional, las actrices no solo han vendido la gala, sino también su propia imagen, a través de las marcas que representan y los medios que después las sacan.
ECONOMÍA CIRCULAR
Hablamos del negocio de la alfombra roja; negarlo sería hipócrita. Nació por casuali-
dad a finales de los noventa, cuando se popularizaron las listas de las peor vestidas. Hasta entonces, los looks eran bastante espontáneos: las actrices se ponían lo que tenían en el armario o les prestaba un diseñador amigo. ¿Peluquería y maquillaje? Los costeaban ellas mismas o el estudio de cine. Había un filón que Giorgio Armani fue pionero en explotar: a cambio de anunciar qué marca la vestía, la celebridad luciría un diseño triunfal, y el patrocinador, publicidad. Poco a poco, lo siguieron otros reyes de la costura. Pero una vez más, el sistema se corrompió cuando entró en escena el dinero, y las buenas intenciones asfaltaron el infierno. Los ingresos en el cine descendieron, y las estrellas advirtieron que ejercer de embajadoras remuneradas de moda y belleza les proporcionaba un colchón que les permitiría participar en proyectos poco comerciales (donde el presupuesto y la taquilla quedan al margen) o causas humanitarias. Las actrices se vendieron, y hoy todos están tan incómodos que nadie quiere hablar en público de dinero.
"COMO DISEÑADORES, DEBERÍAMOS VER ESTOS MOVIMIENTOS COMO OPORTUNIDADES" prabal gurung, diseñador de moda
PRIMERA DIVISIÓN
DSegún la Aca Academia de Artes y Ciencias Cin Cinematográ tográficas, la audiencia aud
global de los Óscar asciende a varios cientos de millones de espectadores en 225 países, lo que se traduce en una enorme publicidad potencial. "Tras cada look cuidado al detalle, hay una serie de tratos que proporcionan
miles de dólares", rezaba un artículo de Business of Fashion el pasado año. El mismo texto señalaba que, para una gran alfombra roja como esta, un diseñador puede pagar a una estilista puntera de celebrities entre 25.000 y 50.000 dólares, mientras que la estrella ingresaría entre 150.000 y 250.000 dólares, aunque "a veces el estilista cobra y la actriz, no, sobre todo con los tratos de belleza". Absolutamente todo se patrocina. Crear en el público la ilusión de que la intérprete ha elegido por sí misma el vestido, como expresión de su gusto y estilo, es una herramienta de marketing carísima.
ALFOMBRA REIVINDICATIVA
Por este motivo, el cambio de conversación en los Globos de Oro provocó más temblores a las firmas de moda que a los Harvey Weinstein del celuloide. Sin embargo, fue equivocado pensar que las firmas quedarían sin crédito por no mencionarlas en directo: las redes sociales están para eso ( en el caso de Calvin Klein o Tiffany & Co, también para anunciar sus donaciones a la Time's Up Legal Defense Fund). "Como diseñadores, deberíamos ver estos movimientos como oportunidades para inspirarnos y desafiarnos para dar lo mejor de nosotros", declaró Prabal Gurung. Separar el activismo de la moda, como lo serio de lo frívolo, es un error garrafal: piensa en las escarapelas tricolor de la Revolución Francesa o los pussy hats de la Women's March. Además, dar publicidad a marcas y estilistas forma parte de la mecánica d e esta industria millonaria.
Negar la red carpet como pasarela
comercial sería