Mas Alla Monografico (Connecor)

POLÉMICA

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El autor del cuarto Evangelio fue realmente

Juan el Anciano, quien se basó en la memoria de Juan el Sacerdote –el discípulo amado–. En el Evangelio homónimo, Juan el Sacerdote es reconocibl­e corriendo hacia el sepulcro junto a Pedro, que va detrás. Es él quien ve la tela del sudario, aunque ha sido Pedro el primero en entrar en la sepultura porque, como sacerdote, no puede estar en contacto con un cadáver impuro, y ha de tomar precaucion­es hasta saber algo más: “Salieron Pedro y el otro discípulo y se encaminaro­n al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndol­e, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro: vio y creyó” (Juan 20:3-8).

Una vez resumido, a grandes rasgos, el perfil humano del cuarto evangelist­a, es hora de detenernos en su Evangelio, porque la leyenda de Jesús y de su Resurrecci­ón no se forjó en un día. Se necesitó tiempo y voluntad para hacer nacer el mito. Sea como fuere, desde el agnosticis­mo o la fe, la pasión de Cristo aún nos conmueve dos milenios después, porque si no fue al hijo de Dios al que se crucificó, no hay duda de que fue crucificad­o el Hijo del hombre.

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