Mas Alla (Connecor)

El filósofo de los ovnis

Homenaje a Ignacio Darnaude.

- LOURDES GÓMEZ

Apreciaba la tertulia como un ejercicio óptimo para el intercambi­o de conocimien­tos y más aún para el cultivo de la amistad. Y un coloquio de altura fue el homenaje que un nutrido grupo de amigos llevó a cabo el pasado día 23 de julio en Sevilla a fin de honrar la memoria de una de las mentes más preclaras de la ufología.

El filósofo de los ovnis, Ignacio Darnaude Rojas- Marcos, falleció el 26 de junio a los 86 años; el óbito se produjo de manera repentina y no hubo oportunida­d para las despedidas. Sin embargo, algunos de sus más estrechos “compañeros de fatiguitas ovnilógica­s” – como él solía expresar– decidieron reunirse en Sevilla para ensalzar la figura de un pensador que consagró su vida a la búsqueda de profundas respuestas: Javier Sierra, Moisés Garrido, Claudia Madrid, José Luis Hermida, David Cuevas, Rafael Cabello, Javier Lobato, Rafael Llamas, José Juan Montejo, Rafael Gallego, Belén Sánchez y Lourdes Gómez.

La jornada comenzó con una visita a la tumba del transufólo­go andaluz, situada en un panteón familiar del cementerio de San Fernando en Sevilla. Los allí congregado­s aprovechar­on para expresar en voz alta desde anécdotas compartida­s con Ignacio hasta el recuerdo de sus virtudes más destacadas, como su generosida­d superlativ­a, su humor inteligent­e, sus modales exquisitos, su dominio del género epistolar, su capacidad para no hablar mal de nadie o la amistad sincera que brindaba a todo el que llamara a su puerta, ya fueran investigad­ores consagrado­s o recién llegados al universo de los no identifica­dos.

En su bien pateada plaza de La Alfalfa, donde era habitual ver a Ignacio Darnaude de paso o tomando un aperitivo en Casa Manolo, continuó el homenaje al enunciador del principio de elusividad cósmica. Allí se unió a la reunión su viuda, Mariluz Porta, a quien todos los asistentes ofrecie- ron el pésame, y a los que ella correspond­ió expresando gestos de agradecimi­ento y cariño.

La charla se dilató durante horas, un tiempo en el que salieron a relucir pasajes del affaire ummita – cuestión que Ignacio estudió durante décadas, alumbrando el Ummocat– luces y sombras de la ufología andaluza y principalm­ente interrogan­tes compartido­s y percepcion­es particular­es del bienamado enigma platillist­a. En definitiva, una de esas reuniones enriqueced­oras e inolvidabl­es que Ignacio solía propiciar en su casa de la sevillana calle Cabeza del Rey Don Pedro.

Pensábamos que con él se habían marchado las sesiones darnaudian­as; este día, sin embargo, caímos en la cuenta de que Ignacio no se marchó sin enseñarnos antes a estrechar lazos y a crecer mediante la palabra.

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