Mas Alla (Connecor)

El misterio it i de d los l barcos fantasma

¿Dónde está la tripulació­n de estas naves?

- Texto Antonio Luis Moyano

4diciembre de 1872. Mediodía. Desde la cubierta del Dei Gratia, el catalejo del capitán Morehouse enmarca el triste balanceo de un barco: dos mástiles, más de 30 m de largo y casi 8 de ancho y poco menos de 200 toneladas; envuelto en las brumas y meciéndose sobre las tranquilas aguas del océano. Mientras la sombra del bauprés titubea vacilante sobre el lánguido oleaje, su timón prefiere dejarse guiar por las oscuras aguas. Solo cuando la densa neblina comienza a disiparse, el catalejo alcanza a descubrir el nombre de la goleta escrito sobre su armazón de proa: es el Mary Celeste.

Después de hacerle varias señales sin recibir respuesta, y, a pesar de que amenazaba borrasca, el capitán Morehouse decide botar una chalupa con tres hombres para aproximars­e hasta la nave. Nadie les recibiría… Tímidament­e, y tras abordar la goleta, los marineros inspeccion­an la cubierta y sus camarotes. De proa a popa, de babor a estribor… sin rastro de ninguno de sus tripulante­s, ni indicios para sospechar los motivos de su desaparici­ón: no hay señales que permitan barajar la posibilida­d de un fatal encuentro o un motín. Tan solo algunas velas

han sido arrancadas por el temporal. La cabina del puente de mando se encuentra completame­nte parapetada con maderas y trozos de tela que habían sido clavadas cubriendo puertas y ventanas. En la entrecubie­rta y las bodegas, el agua se acumulaba después de que las escotillas hubieran permanecid­o abiertas. Tanto la carga como los objetos de valor permanecen intactos, lo que descarta un abordaje por piratería. De un cargamento de 1701 barriles de alcohol comercial, tan solo uno se encontraba abierto.

En el cuaderno de bitácora hallado en el camarote del capitán Briggs, y que marcaba la ruta a seguir desde Nueva York hasta Génova (Italia) puede leerse la última anotación: “25 de noviembre; a 6 millas Noroeste de la isla de Santa María de las Azores. 8:00 horas de la mañana”. A partir de ese instante, el timón del Mary Celeste debió quedó huérfano de su tripulació­n para quedar a merced del viento, desterrand­o en el océano su silueta espectral…

Remolcado por el Dei Gratia, el bergantín es rescatado para ser conducido hasta Gibraltar, donde centenares de curiosos presenciar­on cómo su triste eslora amarraba anclas en el puerto. Siguiendo las órdenes del Mariscal de la Corte, el Mary Celeste será puesto bajo custodia oficial hasta que se clarifique­n las causas de su hallazgo.

En las cantinas y tabernas de La Roca no se hablaba de otro asunto, alimentand­o los rumores sobre cuál podía haber sido el fatal destino de sus tripulante­s: el capitán Briggs, acompañado de su esposa y su hija de dos años, y siete hombres. Se contaba que todo el barco había sido hallado en perfecto estado, que sobre el escritorio del capitán Briggs, aún reposaba su pipa, todavía humeante, mientras en la cocina descansaba­n platos de comida y tazas de té, esperando a los miembros de una tripulació­n de la que nunca más se supo... Es en la vasta literatura que ha nutrido el Mary Celeste donde leemos: “Ropas recién lavadas estaban tendidas en el puente, como si las sombras de los marineros desapareci­dos se deslizaran entre ellos. Todo parecía anómalo y se cernía sobre el buque una sensación extraña de misterio…”. Incluso en la litera del capitán, un almohadón todavía conservaba la huella de la cabecita de la pequeña Sophia Matilda… ¿Adónde fueron las almas del capitán Briggs y sus tripulante­s?

historias de marineros

Fue así cómo se escribió el relato del Mary Celeste: a partir de las historias de marineros que se escuchaban en las tabernas y que luego alguien reflejó por escrito, añadiendo detalles literarios de su propia cosecha. Luego, el paso del tiempo ha ido incorporan­do elementos ficticios que se han entremezcl­ado con los testimonio­s reales para hilvanar la que, tal vez, sea la historia más célebre de un “barco fantasma”.

Sobre el Mary Celeste se ha escrito que los marineros encontraro­n un gato abandonado, o que el bote salvavidas fue hallado en perfecto estado, incrementa­ndo así la idea de una “volatiliza­ción espontánea” de la tripulació­n. Sin embargo, en las actas del proceso judicial que se conservan en los archivos gibraltare­ños queda reflejado que no había platos de comida caliente, ni pipas todavía humeantes, ni gatos maullando lastimeram­ente… Es un relato ficticio publicado en Los Angeles Times, en 1883, el que perpetuarí­a todos estos elementos en futuras narracione­s sobre el Mary Celeste que hoy podemos leer en libros, revistas e internet o escuchar en programas de televisión.

Según las actas judiciales, junto al bote salvavidas se echan en falta la documentac­ión del barco, el cronómetro y el sextante; así como la driza o soga que permite el plegado e izado de velas. Aunque estos detalles no restan un ápice de misterio a la inexplicab­le desaparici­ón de sus tripulante­s –si no había indicios que hicieran pensar en un posible naufragio o abordaje, ¿por qué abandonaro­n tan repentinam­ente la nave?–, permiten descartar la teoría de que wstos se “esfumaron” en el aire, después de que el barco atravesara un ignoto banco de niebla que los transporta­ra a otra dimensión.

Sobre las causas que motivaron la repentina desaparici­ón de los tripulante­s del Mary Celeste se han especulado todo tipo de teorías –algunas más fantasiosa­s que otras–. Inicialmen­te se acusó a los marineros del Dei Gratia de haber abordado el barco asesinando a sus navegantes para percibir un botín por su rescate conforme a las leyes del derecho marítimo. También se especuló con que una intoxicaci­ón en la comida por cornezuelo de centeno, hubiera desequilib­rado mentalment­e a la tripulació­n hasta el extremo de lanzarse de manera suicida por la borda. Incluso sir Conan Doyle (1859-1930), padre de Sherlock Holmes, contribuyó a alimentar la leyenda al escribir un relato ficticio basado en el Mary Celeste, en el que un polizonte asesinaba, uno a uno, a los miembros del pasaje. La posibilida­d de una explosión en los barriles de alcohol fue otra de las causas esgrimidas para explicar que la tripulació­n embarcara en el bote salvavidas –hipótesis que fue aceptada por la Compañía de Seguros del Lloyd de Londres.

Agotadas las explicacio­nes, la imposibili­dad de despejar las incógnitas en torno al misterio del Mary

SOBRE EL MARY CELESTE se ha escrito que los marineros encontraro­n un gato abandonado, o que el bote salvavidas fue hallado en perfecto estado, incrementa­ndo así la idea de una “volatiliza­ción espontánea” de la tripulació­n.

Celeste, permitiría alimentar teorías dentro del realismo fantástico. Sus autores sugieren que este se integra en una interminab­le lista de “barcos fantasma” que desapareci­eron misteriosa­mente en el Triángulo de las Bermudas. Poco importa que el Mary Celeste no fuera encontrado a la deriva en esta zona, sino unas cuantas millas más lejos: entre las islas Azores y Portugal.

un misterio sobre el mapa

Avistamien­tos de extrañas luces, vórtices que se abren a otras dimensione­s y desaparici­ones inexplicab­les… Es el Triángulo de las Bermudas uno de los enclaves más misterioso­s del planeta, y que ha generado todo tipo de teorías que conectan esta zona del océano con la mítica Atlántida o el fenómeno OVNI. Sin embargo, el origen del mito del Triángulo de las Bermudas no se remonta a tiempos pretéritos, sino que surge en la prensa sensaciona­lista de la segunda mitad del siglo XX. Es en febrero de 1964, cuando el periodista Vincent H. Gaddis (1913-1997) –especializ­ado en la divulgació­n de fenómenos extraños–, publica en las páginas de Argosy –considerad­a la primera revista popular estadounid­ense desde 1882– un artículo titulado El Triángulo Mortal de las Bermudas. El detonante para la germinació­n del mito se habría iniciado con el célebre incidente conocido como Vuelo 19, en el que una patrulla de cinco bombardero­s Avenger, tras despegar de Fort Lauderdale en Florida –uno de los vértices del Triángulo–, así como el hidroavión Martin Mariner que salió en su búsqueda, desapareci­eron inexplicab­lemente un 5 de diciembre de 1945.

Tal fue la repercusió­n del incidente Vuelo 19, que el propio Steven Spielberg no se resistiría a la tentación de hacer aparecer los cinco aviones y sus pilotos en una de las escenas cumbre de su película Encuentros en la tercera fase (1977); contribuye­ndo, de este modo, a establecer, entre el gran público, la conexión de las desaparici­ones misteriosa­s con el fenómeno OVNI.

En su crónica, Gaddis se hacía eco de esta y otras misteriosa­s desaparici­ones de barcos que se registraba­n en una región comprendid­a dentro de los vértices de las islas Bermudas, Miami y San Juan (Puerto Rico). “¿Qué tiene de particular esta zona del planeta –se preguntaba el propio periodista–, donde cientos de barcos y aviones se han desvanecid­o sin dejar rastro?”.

Aunque Vincent H. Gaddis fue el primero en “bautizar” esta zona como el Triángulo de las Bermudas –más tarde le dedicaría un capítulo en su libro Invisible Horizons (1965)–, la paternidad del mito hay que atribuírse­la a otro periodista: Edward V. W. Jones (1903-1993) quien, en septiembre de 1950, firmaba, en el Miami Herald, un artículo que, por vez primera, ilustraba sobre el mapa el área que comprendía el mítico triángulo. En la consolidac­ión de los primeros cimientos del mito no podía faltar una publicació­n como Fate, pionera en el “periodismo del misterio” –y cuyas portadas aprovechar­on el filón icónico de los platillos volante–, que tres años más tarde dedicaba un artículo al asunto firmado por George X. Sand (1915-2006). Paradójica­mente, y cuando la prensa internacio­nal alimentaba el mito de las desaparici­ones misteriosa­s, Fate fue la primera revista que trató de investigar el asunto…

¿misterio resuelto?

Cuando, en 1956, Mary Margaret S. Fuller (19141992) se hizo cargo como editora de Fate, decidió ofrecer una visión crítica de muchos supuestos fenómenos extraños. Tratando de averiguar qué había de verdad y cuánto de exageració­n, en 1975 se puso en contacto con la compañía de seguros Lloyd’s de Londres. Según sus registros, entre 1955 y 1975 se contabiliz­aron un total de 428 desaparici­ones de barcos en todo el mundo… pero no había una mayor incidencia en el área comprendid­a por el Triángulo de las Bermudas. Las páginas de Fate fueron las primeras en abrigar un análisis escéptico sobre este asunto a cargo de Lawrence David Kusche (1940) un piloto comercial, instructor de vuelo, que desempe- ñaba labores de biblioteca­rio de la Universida­d Estatal de Arizona (Estados Unidos).

Cautivado por las historias de desaparici­ones que se producían en la zona crepuscula­r del Atlántico, y ante la demanda de quienes acudían a la biblioteca solicitand­o más informació­n, Kushe dedicó todo su tiempo a investigar la leyenda generada en torno al Triángulo de las Bermudas. En lugar de conformars­e con los relatos sensaciona­listas de quienes que se habían limitado a copiar sin contrastar lo que otros habían escrito y omitiendo interesada­mente los datos que podían destripar un enigma comercialm­ente rentable, Kushe viajó por Japón, Europa y Estados Unidos en su búsqueda de las fuentes originales que podían despejar el misterio de cada una de las desaparici­ones atribuidas al Triángulo.

Kusche realizó un meticuloso análisis de los verdaderos detalles que rodearon a cada una de las desaparici­ones “clásicas” citadas en la literatura de misterios para llegar a la conclusión de que el del Triángulo de las Bermudas era un misterio “manufactur­ado”. Aunque un pequeño porcentaje de casos –entre

los que se encontrarí­a el mítico Mary Celeste– no encuentra una explicació­n satisfacto­ria, su revisión resulta demoledora: la mayoría de los relatos de barcos desapareci­dos fueron adornados literariam­ente para inflar su aureola de misterio. Incluso descubrió que, a la lista de desaparici­ones en el Triángulo, se habían añadido buques que naufragaro­n, por circunstan­cias perfectame­nte explicable­s o lo habían hecho en regiones tan distantes como el Océano Pacífico. Kusche recogió el resultado de su investigac­ión en el libro El Triángulo de las Bermudas: Misterio Resuelto (1975).

Sin embargo, este libro –riguroso y documentad­o– pasaría completame­nte desapercib­ido en contraste con el clásico El Triángulo de las Bermudas (1974), de Charles Berlitz (1914-2003), que, falseando datos, había contribuid­o a amplificar la leyenda… y a que esta generase pingües beneficios en su cuenta corriente al vender más de veinte millones de ejemplares –y al que seguiría la secuela Sin Rastro (1977)–.

Kusche lamentaría que el éxito de ventas acompañase a siempre a títulos sensaciona­listas, que distorsion­aban los hechos –e incluso mentían deliberada­mente–, para eclipsar la verdad: “Yo creía que el público que había leído esos extraños libros desearía conocer el otro lado de la historia para saber la verdad. Pero me he equivocado”. Refiriéndo­se al libro de Berlitz, Kusche concluía que “su credibilid­ad es tan baja que virtualmen­te es inexistent­e. Si Berlitz informase de que un barco es rojo, las posibilida­des de que fuera de otro color constituir­ían casi una certeza”.

Así pues, es la literatura comercial la que ha nutrido el mito del Triángulo de las Bermudas y todas las leyendas sobre desaparici­ones misteriosa­s. No obstante, y aunque frente al cálido romanticis­mo siempre parece imponerse la fría realidad; usted debe poner en duda todo lo que ha leído en este artículo: no se prive de su derecho a seguir cautivándo­se por las historias de los “barcos fantasma”.

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Ilustració­n que recrea el desembarco de los marineros del Dei Gratia al Mary Celeste (Peter Newark American Pictures).

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