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‘La forza del destino’ de Simón Orfila

El bajo-barítono menorquín debutó ayer, tras 26 años de carrera, en la popular obra de Verdi, un montaje que se estrenó en el ‘Principal’ de Palma y en el que da vida al padre Guardiano

- Clara Ferrer

Su primer papel en una ópera fue el Frate de «Don Carlo», en marzo de 1997, en el Teatre Principal de Palma, con solo 19 años. Desde entonces, ha encarnado personajes de obras tan conocidas como «Turandot», «Le Nozze di Figaro», «Norma», «Don Giovanni» o «L’elisir d’amore», solo por citar algunas. Sin embargo, ayer el bajo-barítono menorquín Simón Orfila debutó en «La forza del destino», de Verdi, en el mismo teatro que le vio nacer como artista. El estreno –absoluto, pues nunca se había programado en el ‘Principal’ de Palma– volverá a escena mañana viernes y el domingo, ambos días a las 18 horas.

En «La forza del destino», Orfila se mete en la piel del padre Guardiano, que acoge a Leonor, oculta tras un nombre falso, en el monasterio. «Se convierte en el encubridor del desastre que ha generado, en su cómplice para evitar la muerte segura de su hermano», señala, a la vez que celebra que es «el papel que todo bajo desea hacer alguna vez en su vida porque es un bajo belcantist­a con páginas muy interesant­es, sobre todo el dúo con la soprano protagonis­ta [que aquí interpreta Alessandra di Giorgio], que es muy largo y solemne».

«’La forza del destino’ es un drama en el que suceden cosas imposibles. Es lo que tienen las óperas, que hacen posible lo imposible. Sería como cualquier culebrón que podemos ver por televisión, una historia en la que tienen que pasar cosas para que haya acción», añade. En esta versión, que recupera la última que escribió Verdi, en la que don Álvaro sobrevive, castigándo­le así con «llevar todo el peso del dolor de tanta muerte a sus espaldas». En esta tesitura, «yo me encomiendo a dios, rezo para que perdone a todo el mundo y, segurament­e, luego continúo con mi vida en el convento».

Villano

Normalment­e, Orfila interpreta personajes más endiablado­s. «Los papeles de bajo son sobre todo de óperas serias y personajes malos. El año pasado, en ‘Los Cuentos de Hoffmann’, interpreta­ba nada más y nada menos que a cuatro villanos. Me gusta ser el malo, pero también el gracioso, como Dulcamara en ‘L’elisir d’amore’. Me habría gustado ser humorista, por eso me divierto con un papel bufo, hacer reír a la gente; me siento realizado», admite.

Sin embargo, a lo largo de estos años son muchos los personajes a los que ha cogido cariño, como Mustafa, de «L’italiana in Algeri», de Rossini, «que hice por última vez en el Liceu de Barcelona», donde el menorquín ha actuado en varias ocasiones. «Fue el primer gran teatro europeo que me dio la oportunida­d de cantar, así que le tengo una estima muy especial». Tampoco olvida el propio ‘Principal’ de Palma y el de Maó, «mi teatro». Con todo, todavía quedan algunos títulos en los que le gustaría cantar: «Mefistofel­e», «Faust» y «Attila», aunque esta última está prevista para 2027.

«Es un drama en el que suceden cosas imposibles. Es lo que tienen las óperas, que hacen posible lo imposible»

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Foto: PERA BOTA El bajo-barítono menorquín Simón Orfila posa sobre el escenario del Principal de Palma.
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Foto: JAUME MOREY Momento de la representa­ción de «La forza del destino».

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