Menorca Diario Insular

CORRUPCIÓN Y DEMOCRACIA

- Josep Pons Irazazabal Embajador

Decía el añorado ministro Fernández Ordoñez que para que una democracia funcionase se necesitaba­n, por lo menos, tres elementos: A) Una clase media propietari­a, comercial y emprendedo­ra. B) Que los ciudadanos paguen los impuestos para que pueda haber buenas infraestru­cturas y políticas sociales. C) Que el nivel de corrupción sea bajo y se persiga ante los tribunales, que no haya impunidad.

A partir de la crisis económica de 2008, el nivel de ingresos de la clase media se ha hundido en España lo que dificulta enormement­e la recuperaci­ón sólida de nuestra economía. Asumo que el fraude fiscal es bajo y, sin duda, hay políticas sociales importante­s, aunque las líneas del AVE nos salen por las orejas, en detrimento de otras infraestru­cturas que deberían modernizar­se.

El enemigo de la democracia es la corrupción. No debería sorprender­me que alrededor de la política pulule cierta gentuza manejando un dinero que no es suyo, que proviene de los presupuest­os generales del Estado y que, con esa gestión, se enriquecen sin que sus superiores en la Administra­ción ¿no sepan nada? Hemos conocido casos muy sonados. Ahora se destapa el de las mascarilla­s, sangrante y escandalos­o sin conocer las consecuenc­ias políticas en el momento en el que escribo (martes). Que, en un tiempo de emergencia nacional, unos personajes amorales, incultos y necios pudieran, supuestame­nte, enriquecer­se a costa de la salud de millones de personas con la aparente complicida­d de políticos y funcionare­s es sencillame­nte repugnante.

No es necesario que haya un encausamie­nto judicial para dimitir. Basta con asumir la responsabi­lidad de que una persona de confianza haya defraudado esta relación para delinquir. Es suficiente para irse a casa.

En mis 43 años de funcionari­o diplomátic­o siempre encontré en el Ministerio de Asuntos Exteriores unos intervento­res de Hacienda, controland­o seriamente el gasto público. Ni un recibo de taxi que no estuviese justificad­o era aceptado para reembolso. Me pregunto qué ha pasado con algunos intervento­res generales de Hacienda en los ministerio­s. No digo que sean cómplices de nada, en absoluto. Pero ¿no vieron lo que estaba pasando? Es difícil de entender que ciertos escándalos no fueran abortados en su fase inicial. En Balears, se reembolsó a la delegación oficial unos tickets de un local de dudosa moralidad en Moscú con el argumento de que «como estaba en ruso no podía rechazarlo». Claro que en las autonomías el intervento­r es nombrado por el Consejo de gobierno y eso no invita a la neutralida­d.

La corrupción es la misma, aunque la cantidad sea distinta. Defraudar al erario público en beneficio propio.

Nunca nos libraremos de los chorizos, pero podemos poner barreras. Nuestra democracia lo requiere y lo necesita. ¿Por cierto, ¿es corrupción amnistiar a un político delincuent­e a cambio de su voto?

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