Más viejo que las pirámides

Cuando tú, jovenzuelo, estés leyendo estas palabras es más que probable que yo esté soplando (o ya haya soplado) las velas de mi 45 cumpleaños, y, créeme, soplar 45 velas equivale prácticamente a una espirometría…

Pero para prueba de esfuerzo, la de enfrentarse de golpe a dos efemérides que te recuerdan al tiempo (y a traición) los años que llevas por aquí dando vueltas. Porque este año, la ineludible celebración anual ha entrado en choque frontal con otro aniversario de relumbrón. Te cuento.

Hace unas semanas, mientras hacía cuentas con los dedos a colación del Día Mundial del Periodista, me percaté de que me faltaban cinco para enumerar los que le he dedicado a esta profesión. Es decir, que llevaba 25 añazos ejerciendo como periodista. Un cuarto de siglo, vaya...

Para ponerlo en perspectiva: mi yo principiante cobraba en pesetas, entregaba sus trabajos en una cosa que se llamaba disquete (porque no existía Internet), había visto un teléfono móvil una vez, no podía ir por la calle sin escuchar cinco veces I Will Always Love You, se hinchaba a cervezas mientras nacían Neymar, Miley Cirus, Isco y Marc Márquez, y disfrutaba con el estreno de (toma pirueta graciosilla del destino) Atrapado en el tiempo.

Pero que no cunda el pánico, que a pesar de las peligrosas aristas de ese 45 y de ese 25, no voy a usar esta carta para hacer terapia...

Mi minicrisis con números, edades y efemérides quedó zanjada a lo grande el día que decidí entrar en la cuarentena al lado de algo más antiguo que yo, y me largué a Egipto para pimplarme una botella de vino a los pies de la Gran Pirámide de Guiza. El atardecer en el que, sentado en una piedra, decidí que eso de que no hay que mirar atrás ni para coger impulso era una auténtica chorrada; y que sí, que había que mirar atrás, precisamente para coger impulso. La noche en que, ya un poco perjudicado, me prometí que no iba a quedarme atrás, ni a convertirme en una momia, mientras volvía al hotel dejando un rastro bamboleante en la arena .

Así que tranquilos, que llego a este 45/25 poniéndome Lo malo en bucle, colgando stories en IG, siendo fan de la Pringada... y esquivando con pericia a amigos viperinos que me sueltan frases del tipo: “Martínez, vas de millennial, pero eres más viejo que el fuego”.

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