TU YO FUTURO
Alíate con el hombre que serás.
ESE HOMBRE EN EL QUE TE CONVERTIRÁS DENTRO DE UNA DÉCADA O DOS PUEDE SER UN PODEROSO ALIADO A LA HORA DE TOMAR DECISIONES. APRENDE A CONOCERLO MEJOR. TE VA LA VIDA EN ELLO.
Dedica unos instantes a ref lexionar sobre cómo eres ahora. Cuáles son las motivaciones de ese tío que se pone tus zapatos y vive en tu casa.Ahora, piensa en cómo serás dentro de diez años. O dentro de veinte.
Aunque no lo hayas notado, tus neuronas se han activado de manera diferente al invocar esos pensamientos. El primer patrón neuronal indicaría a un científico que estás pensando en ti mismo. Sin embargo, el segundo mostraría que estás haciendo lo propio con un extraño.
Hal Hershfield, psicólogo en la Universidad de California (EE.UU.), observó este fenómeno en 2008 cuando, junto con varios colegas, midió la actividad cerebral de varios alumnos universitarios mientras pensaban en cómo eran ellos mismos en aquel momento, cómo serían al cabo de diez años, y cómo eran otras personas (Matt Damon y Natalie Portman, para ser más concretos). Los patrones cerebrales de los alumnos pertenecientes a los dos últimos grupos eran los propios de personas que están pensando en otros seres humanos.
“Sus cerebros interpretaron al yo futuro como a un total desconocido”, asegura Hershfield. Otros estudios corroboran que las personas pueden sentirse muy desconectadas de sus yos futuros (aunque sean los del mes que viene). De hecho, según una encuesta realizada en 2017 por la empresa de sondeos Institute for the Future, el 36% de los hombres no piensan nunca o casi nunca, en lo que pueda ocurrir a diez años vista, y el 27% no piensan nunca o casi nunca en lo que les deparará el futuro dentro de cinco años. En determinadas circunstancias, que tu yo futuro pueda parecerte un perfecto desconocido es la mar de práctico. Por ejemplo, cuando pides otra copa a las 2 de la mañana te sientes muy distanciado de ese pobre diablo que tendrá que salir de casa a trabajar dentro de cinco horas...
EL VALOR DE LA AUTOCONTINUIDAD
Pero no todo el mundo se ve tan disociado de su personalidad futura. “Cada persona presenta su propio grado de autocontinuidad, que podría definirse como la sensación de alienación respecto de la persona en la que uno imagina que va a convertirse”, señala Hers- hfield. Quienes tienen un nivel bajo de autocontinuidad se ven muy diferentes de su yo futuro (ya sea el que imaginan a un mes vista o el de dentro de muchos años). No empatizan demasiado con él, y eso a menudo los hace más vulnerables a los encantos de la gratificación inmediata. “Es como si no viéramos el sentido de tomar decisiones en beneficio de nuestro yo futuro, porque nos parece una persona totalmente ajena a nosotros”, comenta Joshua Rutt, profesor de psicología en la Universidad de Ottawa (Canadá). Esta forma de ver la vida te convierte en cortoplacista, y te sitúa en desventaja en lo concerniente
a tomar decisiones (de salud, de cuestiones económicas…) que afecten a tus intereses a largo plazo.
Las personas que poseen un nivel de autocontinuidad medio también suelen caer en esta trampa. Resulta fácil pasar olímpicamente de ese desconocido, cuando te dan a elegir entre disfrutar ahora o mostrarle cierta consideración a tu yo futuro... Por eso, mucha gente se salta los entrenamientos, pide el plato más grasiento del menú, abusa de las tarjetas de crédito, deja de utilizar condón y toma otras malas decisiones que aumentan el misterio de cómo será ese yo futuro.
Por el contrario, las personas con un nivel elevado de autocontinuidad disfrutan de grandes ventajas. Suelen ser menos perezosas y, según dice Hershfield, ahorran más, tienen mejor salud, y a menudo terminan disfrutando más de la vida a largo plazo que quienes tienen una autocontinuidad baja.
Por fortuna, puedes reforzar la conexión con tu yo futuro. Comienza por averiguar vuestro grado de conexión:
PONTE A PRUEBA
Para estimar tu nivel de autocontinuidad, elige el par de círculos que mejor describa tu percepción de semejanza con tu yo futuro (el de dentro de 5 ó 10 años) en lo que se refiere a personalidad, temperamento, gustos/aversiones, creencias, valores, ambiciones, metas e ideales.