METAL JAIME
La sección más cachonda del metal
¡Hola a todos! Bienvenidos a la segunda sección de Metal Jaime. Si bien la primera publicación tenía ciertos tintes políticos y sociales, referentes a la libertad de expresión por las condenas de Valtonyc y Pablo Hásel, hoy vengo a hablar de algo mucho más distendido y ocioso, que a fin de cuentas, ésta es una sección de humor. Y no estoy coaccionado en absoluto para hablar esta vez de algo más digerible, es una decisión propia...
David (director de la revista): Gabri, la primera publicación estaba muy bien, nosotros a tope con la libertad de expresión y todo eso, pero ha habido un problema.
Gabri (idiota a punto de ser despedido): ¿Qué pasó?
DV: Resulta que a la editorial le pareció poco apropiado meter en su revista una imagen de Rajoy recibiendo un machetazo. GB: ¿Qué? Pero si era una analogía clarísima sobre la portada de Brujería. Espera que te mando una audio...
DV: No me mandes nada Gabri, esto es muy simple. ¿Tú crees que las personas fuera de este ámbito, como pueden ser los de la editorial, conocen Brujería?
GB: Pues hombre, igual no tienen porque saberlo, no.
DV: Exacto. Ten en cuenta que hay cierto miedo en la calle después de tantas demandas, indemnizaciones y censura en general. Así que a ver si la siguiente puede ser una sección más tranquilita, con humor de salón. Nivel José Mota. ¿Te ha quedado claro?
GB: Cristalino.
LOS TÓPICOS DE CONCIERTO
Cuando llevas años yendo a conciertos, ya sabes que hay ciertos esquemas que se repiten y que hasta llegar a ser entrañables, por mucho que creas estar reviviendo el mismo día como en ‘Atrapado en el tiempo’. Por ejemplo, da igual que seas una persona puntual y que aparezcas a la hora del concierto o de la apertura de puertas: El concierto real siempre empezará media hora más tarde como mínimo. Si un grupo empieza 5 minutos después de la hora que señala el cartel, ten cuidado, probablemente estás en otro país. Esto mismo no se aplica a los festivales, donde tienen que cumplir un horario para que no se vaya todo al garete (a no ser que estés en el Acordes de Rock). Cuando están empezando los teloneros, no puedo evitar sentir cierta lástima y empatía por el grupo, ya que debido a la poca conciencia que hay en este país con los grupos emergentes, el público tarda en acercarse a las primeras filas. Este comportamiento obliga al grupo telonero a caer en otro de los tópicos: Mendigar un poco de amor. “¡Venga, acercaos, que no mordemos hostias!”. O como los grandes Sound Of Silence de Asturias, que en las dos ocasiones que los he visto, el cantante hace al público participe de una performance para que den “un pasito pa’ lante”. Así que desde aquí aprovechamos para lanzar un consejo: Tenemos unas bandas emergentes formidables, no las obligues a recurrir a estos comentarios y ponte en primera fila para ver a los teloneros. Su futuro puede depender de nuestro interés.
A partir de aquí, empieza el concierto y la cantidad de tópicos por metro cuadrado puede salirse de los gráficos. Está el tipico señor ebrio que, dependiendo de la cantidad de alcohol que haya ingerido, te lo puedes encontrar en su fase cariñosa, de darle la mano al mismo dos veces, o en su fase violenta, de querer reventarte porque le has pisado el pie sin querer. Y dando mucho más asco que cualquier borracho, se encuentra la típica persona que se pasa todo el concierto grabando con su móvil, haciendo incluso paneos al público, como quien va a las cataratas del Niágara y no pierde ocasión de dejar constancia de todo para poder enseñárselo luego a su familia y amigos. A esas personas, un detallito que quiero aprovechar para recalcar desde este medio: A NADIE LE INTERESARÁ VUESTRO PUTO VÍDEO GRABADO COMO LA MIERDA. Si quieres encontrar luego fotos del concierto, para eso están los fotógrafos que lo cubren. Así que echa un par de fotos y graba unos segundos dando botes con tus colegas, pero lo mejor y más sano es guardar el móvil en el bolsillito y disfrutar del show. Ah, y si eres de los que recuerda cuando la gente sacaba los mecheros, te estás haciendo mayor...
Otro de los epicentros de los tópicos, se encuentra en el mosh pit o pogo, que divide al público entre los que están deseando arrancarse e incluso buscan cómplices entre el público para tal ejercicio, los que necesitan ver un pogo empezado para animarse de forma puntual y los que se apartan rápidamente dejándo a los dos anteriores un círculo perfecto en el que puedan sacudirse. Y dentro del pogo, te puedes encontrar al blacker de turno al que le pareció buena idea entrar con su brazalete de púas, dispuesto a convertirte en un colador sin miramientos; el tipo musculado sin camiseta que cuando le vas a empujar se te resbala la mano por su sudor, e incluso el borracho de antes, que entra al pogo con un cubata sin ser consciente de que va a acabar derramándolo sobre los asistentes. También puedes encontrarte al que hace el ‘karate’ propio del core y agita los brazos como si estuviera poseído. Si uno de estos karatekas se delata dentro del pogo, hasta el resto de participantes del mismo se apartan y le hacen su propio círculo personal para que pueda desahogarse.
Y pocos tópicos más porque esto está quedando muy largo. Si acaso el hecho de buscar el típico rincón donde amontonar
todos los abrigos para evitar el precio del guardaropa, o cuando vas a una sala donde después hacen fiestas de música latina y al salir les dedicas una miradita de incomprensión a los reguetoneros que esperan en la puerta.
TÓPICOS DE LAS CRÓNICAS
Los tópicos a la hora de hacer crónicas de concierto, se generan por dos grandes problemáticas. La primera, es que la gran mayoría de medios que cubren esta práctica, no son profesionales: aquí se dan cabida tanto periodistas como, en mayor medida, blogueros. Al tratarse de eventos de interés minoritario, el foco de atención mediático viene de la mano de personas que no se dedican profesionalmente a esto y que de hecho son la gran mayoría de cronistas, yo incluído, pues aunque haya estudiadio periodismo, nunca he sido remunerado por esta actividad más allá de entrar acreditado a un concierto. No estoy sugiriendo en absoluto que las crónicas no profesionales vayan a ser de menor calidad, pero este contexto impide que se filtre un tipo muy particular de cronista: el que va a los conciertos haciendo crónica porque así no paga. ¿Os fiaríais mucho de una crítica cinematográfica o gastronómica de alguien que la realiza para poder ver películas o ponerse como El Tenazas por la cara?
La segunda problemática proviene de la lingüística, una dificultad añadida que las crónicas comparten con las reseñas de discos. Tratar de describir música puede llegar a ser tan peliagudo en determinados momentos como tratar de describir un color o un timbre de voz. Durante un concierto, los cronistas pueden apreciar matices que luego resulta difícil definir con palabras, y eso conduce a míticas frases hechas y tópicos como catedrales: Describir un riff de guitarra como “afilado”, solos “frenéticos”, guturales desgarradores “desde las profundidades del infierno” y un sinfín más de alegorías bastante ridículas cuando te paras a pensarlo.
Y por supuesto el mosh pit también es un elemento protagonista desde esta perspectiva. Es cierto que la actividad del público puede ser un gran termómetro para medir su ebullición, de ahí que encontremos con frecuencia otra retahila de referencias míticas: “Se comenzaron a arrancar los primeros pogos tímidamente”, “el mosh pit llegó a su cénit”, “arrolladores circle pits” y “apabullantes walls of death”. Yo mismo no puedo evitar hacer referencias a un elemento tan evidente en las crónicas, se trata de un tópico tan cansino como necesario en los conciertos. El gremio de los fotógrafos tampoco están exentos de ciertas complicaciones. No debe ser agradable que en casi todos los conciertos te encuentres con que un señor grabando con su móvil te jodió la foto buena, que la máquina de hielo seco decida echarte un chorraco de humo en todo el objetivo justo cuando tenías el encuadre perfecto o que el juego de luces limite enormemente la variedad de tus fotos. También los fotógrafos no profesionales caen en mala práxis al enchufar el flashazo de su cámara a un metro de distancia de los músicos, dejando KO sus retinas.
Como decía al principio, los conciertos de metal son enclaves muy caóticos donde los mismos tópicos de siempre pueden llegar a ser entrañables y otros... pues no tanto. Lo importante es disfrutar si vas a pasártelo bien y esforzarte en hacer crónicas dignas si has entrado al concierto “por la cara”. ¡Hasta el próximo número!