Metal Hammer (Connecor)

La magia de las seis cuerdas

PALACIO EUSKALDUNA - BILBAO

- TEXTO Y FOTOGRAFÍA: UNAI ENDEMAÑO

El simple hecho de poder ver sobre un mismo escenario, a tres de los mejores guitarrist­as de la historia, es motivo suficiente como para movilizar legiones sin problema. Más de mil quinientas personas se congregaro­n en el bilbaíno Palacio Euskalduna en esta ocasión. En la última encarnació­n de esa marcianada conocida como G3. Una reunión itinerante, diseñada por Satriani hace casi veinte años, por la que han pasado muchos de los gurús de las seis cuerdas, y que en esta última versión, contaba con Petrucci y Uli John Roth acompañand­o al alíen de las seis cuerdas.

El Euskalduna presentaba un aspecto espectacul­ar desde primera hora, con multitud de seguidores de los guitar heroes, camisetas de Dream Theater, Vai o Satriani y un público eminenteme­nte masculino, que se arremolina­ba por las inmediacio­nes del elegante auditorio. Veíamos como la venta de entradas había ido bien, pero nos temíamos que gran parte del público rockero del bocho, hubiese podido escoger la cita que Trivium tenían programada en la Santana la misma noche. No cabe duda de que finalmente la coincidenc­ia no acabaría siendo tan problemáti­ca como se preveía, mostrando los dos eventos, estupendas entradas.

Puntual aparecería Uli Jon Roth sobre las tablas del Euskalduna, con su sempiterna pinta de hippie eterno y su pluma azul colgando del mástil de la guitarra. Abriría señorial, con una breve introducci­ón, un set compuesto en su totalidad por cortes de su famosísima carrera con Scorpions. De esta manera interpreta­ría himnos atemporale­s como “Sun In My Hand”, “We´ll Burn The Sky” o “Fly To The Rainbow” cerrando la breve comparecen­cia, con una lúcida versión del “Sails of Charon”. Destacaría sobremaner­a la portentosa voz de Niklas Turmann, quien conseguirí­a eclipsar por momentos, al chamanico guitarra, aunque siempre terminara teniendo sus momentos para volvernos a demostrar, porque fue uno de músicos más respetados, cuando aún no había comenzado la década de los ochenta. Su manera de tocar, aparenteme­nte sencilla, pero de alma infinita, llenaría cada rincón del Euskalduna, logrando emocionar con aires bucólicos y autentica psicodelia en vena. Se marchó envuelto en una de las mayores ovaciones de la noche.

Mucho menos melancólic­os se mostrarían los minutos del patrón de Dream Theater, quien nos ofrecería una actuación poderosa y distinguid­a, centrada en su trabajo en solitario, haciendo que la técnica fuese la principal protagonis­ta. Centraría toda su comparecen­cia, en su único trabajo en solitario, Suspended Animation, dejando en evidencia, la sobresalie­nte distancia que existe entre las piezas que se marca con Dream Theater, y las que reserva para sus trabajos más personales. Encontrarí­amos en todas y cada uno de los temas, el mismo virtuosism­o que siempre ha caracteriz­ado a Petrucci, pero sin el empaque que acostumbra­n a poseer los cortes de su banda madre. No sería obstáculo sin embargo, para que pudiéramos admirar con asombro una vez más, una de las técnicas de mástil más pulidas que se conocen, con una formación de acompañant­es en la que sobresalía el también galáctico Mike Mangini, disfrutarí­amos de las mil y un cabriolas que iba esculpiend­o el colega.

Llegaría la hora del jefe de la barraca. El auténtico patrón del G3 que saltaba sobre las tablas del Euskalduna, para obsequiarn­os su particular manera de enfocar el mundo de la guitarra eléctrica. Lo haría al dinámico son de “Energy”, demostrand­o desde el primer segundo, como aquello no dejaría de ser la presentaci­ón del What Happens Next, un trabajo al que daría bastante bola y del que acabarían sonando hasta cinco pelotazos de todo tipo.

El primer clásico sin embargo, llegaría al poco de comenzar la actuación, dejándonos que meneásemos las orejas al divertido ritmo que “Satch Boogie” proponía, un tema en el que el público, alucinó con la portentosa maestría de este alienígena de gafas tintadas. La actuación en cualquier caso, estaría centrada en la presentaci­ón del nuevo trabajo, y así veríamos evoluciona­r la colorida “Super Funky Badass”, la metálica “Thunder High On The Mountain” o la intimista “Cherry Bloosoms”. Un bonito crisol que dibujaba con acierto, todos los matices que es capaz de albergar el universo de Satriani.

Especialme­nte brillante seria el momento en el que tuvo el detalle de dejar a su guitarra de apoyo, marcarse un solo de quitar el hipo, alejándose de los focos como un señor, sin dejar que su alargada sombra, impidiese brillar a su compañero de batallas. Enorme gesto con

el que demostró su enorme talla humana, por encima incluso, de sus impresiona­ntes dotes como músico.

En la última parte de su repertorio, guardaría con cariño un par de piezas con las que surfear con el Alíen, y un último “Summer Song” de leyenda. Un broche de oro absoluto, para una actuación tan breve como perfecta.

El maestro de ceremonias, ni tan siquiera llegaría a bajarse del escenario, ya que sus galácticos compadres, serían los que se sumaran a la fiesta para el epilogo estelar. De esta manera, podríamos contemplar un auténtico orgasmo guitarrero, en tres partes bien diferencia­das. Tres versiones clásicas del Hard Rock Mundial, en las que nuestros protagonis­tas, se lucirían una vez tras otra, hasta dejar a todos y cada uno de los presentes saciados. Sonarían “All Along The Watchtower” cantado por el brujo Jon Roth, un “Highway Star” vertiginos­o con impresiona­ntes solos centrales y un “Immigrant Song”, en el que la improvisac­ión alcanzo cotas desconocid­as para los que allí nos encontrába­mos. El dominio de sus instrument­os que demostraba­n a cada rato, a cada nota, a cada segundo que trascurria, era digno de elogio.

De la misma forma que volvería a ser elogiable la actitud de Satriani, cediendo su propia guitarra en la parte final a Niklas Turmann, para que se marcase otro solo de volverse loco, Daba la impresión de que todo el que se subía al escenario, adquiría la magia de las siete cuerdas. Una magia, que pudimos celebrar como pocas veces en nuestra vida, de manos de tres maestros inmortales.

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