Deslumbrante Fiesta Redneck
Black Label Society
+ Monolord
Llegaríamos a nuestro encuentro con la sociedad de la etiqueta negra, convencidos de que la Jimmy Jazz se iba a quedar pequeña para albergar un bolo de semejante enjundia. Recordaríamos las ocasiones en las que habíamos estado como sardinas en lata en el mismo recinto, presenciando bandas como Suicidal Tendencies o Fear Factory, en las que el aforo literalmente, no había dado más de sí, y las personas se desparramaban por las esquinas. Con ese miedo entraríamos en lo que terminaría siendo una noche gloriosa, envueltos por el enorme carisma del maestro de ceremonias.
Nada más entrar en la Jimmy, nos percataríamos de que no había tanta peña como augurábamos. Eran muchos los que habían decidido perderse a Monolord por tomarse una cervecilla en la calle vitoriana. Para desgracia de estos, los de Goteborg se marcarían un bolazo que nos dejaría con las muelas temblando, a pesar de que les limitaran sobremanera el sonido y las luces. La vieja artimaña del cabeza de cartel, que desluce sin motivo los minutos de su telonero.
Los suecos tirarían de oficio para llevar adelante su comparecencia, invocando su reciente “Where Death Meets The Sea” como autentico martillo pilón con el que tumbarnos desde el minuto uno. Solo contarían con tiempo para cuatro tristes temas, reservándose espacio para la exquisita composición que da título a su último redondo, demostrando en unos pocos minutos, como son capaces de aunar con exquisito gusto, los tiempos más pesados, con las melodías de trazo fino.
La propuesta de Monolord casaría perfectamente con la que un rato después desplegarían Black Label, intimaste ligada por la épica de Black Sabbath, pero sin dejar de mostrar en ningún momento, la fuerte personalidad que les ha llevado a sobresalir entre la enorme maraña de conjuntos Stoner contemporáneos. Lo suyo va mucho más allá del clásico globo lisérgico. Son capaces de crear canciones, que te llegan hasta el fondo, una vez que te han pasado por encima. Te aplastan, y después se te pegan en la sesera. Con una de esas composiciones terminarían su breve comparecencia. Con un “Empress Rising”, que volvería a sonar una vez más a himno del estilo. Un himno para una banda que llegara muy lejos, dentro de no mucho tiempo.
Tendríamos tiempo a darnos un garbeo por la sala, cada vez más atestada, antes de que Zakk y los suyos tomasen las riendas de la velada. Antes de aparecer en escena, colocarían un gigantesco telón frente al escenario, para esconder por un lado los preparativos, y por el otro, conseguir el efecto sorprendente inicial. Un truco que se usa poco en las actuaciones convencionales, pero que siempre resulta inequívocamente efectivo, ya que es una manera fácil de conseguir meter a la peña hasta dentro de un enorme videoclip, sin que aun hayan empezado a sudar.
La sabana caería al suelo con Zakk encaramado sobre su ya clásica tarima, envuelto en cañones de humo y lanzando sobre nosotros el implacable “Genocide Junkies”, un corte del lejano 1919, que nos hacía presagiar una comparecencia de lo más animada. Poco tardaríamos en degustar el primero de los cortes de su excelso Blessed Hellride, a lomos de un “Funeral Bell” ciertamente espectacular. Su particular ritmo machacón, le serviría al maestro de ceremonias para enseñarnos su famoso azote capilar, dejándonos ver como es capaz de llenar escenario, a poco que se lo proponga.
Los tiempos se tornarían más densos con “Suffering Overdue”, atrapados por cuerdas de guitarra que suplicaban clemencia, al tiempo que eran estiradas una vez tras otra. La icónica estampa de Zakk y su herramienta, con forma de diana, sería todo lo que podríamos detenernos a contemplar durante las próximas horas. El ataque frontal que el enorme rubiales perpetraba contra la Jimmy, continuaría inmisericorde, con un “Bleed For Me” absolutamente glorioso. Uno de los grandes cortes sin duda, de los primeros tiempos de Black Label.
No sería sin embargo, hasta que nos recordara quien era el “Suicide Messiah”, que repararíamos que aquello era una actuación de alto copete, propia de grandes arenas. Una superproducción yankee que nos haría sumergirnos en el video clip perfecto. Los solos siempre estratosféricos y la voz del protagonista, cada vez menos boyante, pero suficiente como para que no desentonase en demasía. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que el fuerte del señor Wylde, siempre han sido las seis cuerdas.
Habiendo llegado hasta el ecuador de la actuación, Zakk comenzaría a presentar su último Grimmest
Hits sobre los presentes. Un trabajo de consistencia intachable, que le está reportando numerosas críticas positivas y que en directo le haría ganar enteros sin dudarlo. Empuñaría de esta manera, “Heart Of Darkness”, pasaría rápidamente sobre “All That Once Shined” y remataría imperial con “Room Of Nightmares”. De esta sencilla manera, conseguiría poner el acento sobre su reciente criatura, consiguiendo una presentación tan escueta como brillante.
Le tocaría el turno a la parte más pausada del rubio guitarrista, y de esta manera, sacaría a relucir un sentido “Bridge To Cross”, con el que una vez más nos acordaríamos de las muchas deudas que conserva este combo, con Soundgarden. De esta manera, le tocaría el turno al piano colocado a un lado del escenario, en el que el prota, interpretaría su emotivo homenaje al colega Dimmebag Darrell. Un corte que sonaría desdibujado sin embargo, a pesar de la imponente belleza plástica que mantiene la pieza.
Mucho más efectivo resultaría el medio tiempo “A Love Unreal” incluido en su último trabajo, pero con categoría de clásico reciente. Con ella volvería a coger ritmo la comparecencia hasta la espectacular traca final. Una traca en la que se apelotonarían tres de los cortes de mayor enjundia de Black Label y el conocido solo kilometrico que siempre se marca el colega. Un solo, que esta vez llevaría a Zakk hasta el centro mismo de la Jimmy, hasta el piso de arriba y hasta la misma balconada desde la que los incrédulos espectadores, contemplaban como masturbaba sin compasión su mástil.
Tras la demostración de guitar hero, nos quedaría “Fire It Up”, “Concrete Jungle” y “Stillborn” para volver a meternos en harina, y sentir que aquello podía ser la madre de todas las fiestas. Una espectacular fiesta redneck, de la que habíamos salido satisfechos, sudados y con ganas de algún que otro corte para seguir agitando melenas.