Metal Hammer (Connecor)

RAMMSTEIN

FREUER FREI!

- TEXTO: JAVIER CARO (AMALGAMARO­CK) FOTOGRAFÍA: ARCHIVO

El rock cantado en inglés se ha impuesto como vehículo transmisor y unificador, pocas bandas han logrado salir de su mercado interno y adueñarse de una buena popularida­d fuera de sus imaginaria­s fronteras sin cantar en inglés. Al final, es muy complicado encontrar grupos que hayan logrado cierta relevancia cantando en su idioma natal, no siendo anglófonos. En España, país singular donde los haya, es recurrente, cuando se plantea éste debate lingüístic­o, aludir a Héroes del Silencio y su conquista Europea bajo el idioma de Espronceda. Poco más podemos decir de eso, exceptos casos puntuales de bandas como Ska-p, el resto siempre han sido incursione­s, conciertos especiales y poco más en el extranjero.

El resto del mundo no angloparla­nte tampoco es ajeno al fenómeno, Finntroll, Lacrimosa o Die Toten Hosen son algunos exponentes de la música realizada en el idioma natal de cada uno, però su repercusió­n fuera del circuito rock siempre ha estado supeditada al idioma. Aunque el gran ejemplo de todo esto, son los alemanes Rammstein, que se impusieron a la lengua dominante con unas canciones demoledora­s, unos videoclips abrumadore­s y unos directos electrizan­tes y flamíguero­s. Su idioma es el alemán, que no es mayoritari­o en el mundo, però la fuerza vocal y sonora del idioma conectaba con el tipo de música que proponían.

Tuvieron la enorme suerte de caer en las manos y oídos del genial director David Lynch, para estar dentro de la banda sonora de “Carretera perdida”, junto a Trent Reznor, Manson o Bowie. La oportunida­d que se les presentó fue un regalo. Era una canción, “Rammstein”, que estaba dentro del cuerpo metálico de su primer disco, “Herzeleid” (1995). Música dura, machacona y en alemán, y ahí estaban junto a aquellos pesos pesados. Para los germanos solo era el primer paso para manejar el mundo como les diera la gana, sin la necesidad de cambiar de idioma, como si hacían sus compatriot­as Scorpions o Helloween. Porque siempre han existido grupos famosos en el rock salidos de Alemania, aunque tuvieran que cantar en inglés. Dos años después, con “Sehnsucht”, extendiero­n la lengua de Goethe por toda Europa, acostumbra­da como estaba al inglés, aquello fue una revolución. En aquel bello momento podían haberse quedado como una anécdota, una curiosidad sin más en el continente, como aquello de los Héroes, pero no, aquello iba a más.

Eran incontesta­bles en directo, y en directo se hicieron enormes, titánicos con su tercer disco, que iba a ser en directo, cuando solo llevaban dos editados. Una locura para algunos, quizás el mayor acierto de su exitosa carrera. El 22 y 23 de agosto de 1998, unas 17.000 personas recibieron una descarga de rock industrial masivo en su idioma. Berlín fue, como muchas veces lo ha sido, la capital del rock mundial. Solo dos elepés y un puñado increíble de clásicos, algo que no pueden decir todas las bandas. Aquella noche Till Lindemann y sus compañeros estaban en estado de gloria, sentían cada palabra, cada riff o cada explosión. Es lo que tiene la lengua propia, la de tus padres, amigos y cultura. Till sentía en aquel concierto, y proyectaba a los presentes, cada verso de “Seemann” igual que en el resto. Lo de cantar en un idioma fuera del inglés y triunfar en ventas y crítica, era más que posible. Aunque ellos tuvieran que recurrir a un espectácul­o lleno de fuego, heredero de la Fura del Baus. Nadie podrá negar el impacto que tuvieron su vídeos, sobre todos en ese tercer y muy esperado álbum, “Mutter” (2001), un redondo que llegaba para confirmar que todo lo que habíamos visto y oído tendría una continuaci­ón de gran calidad, como así fue. Su potencia e impacto visual me marcaron desde que ví en el canal alemán de música, VIVA, aquel subversivo y satírico tema “Sonne”, donde Blancaniev­es esnifaba oro, y los enanos eran sus sumisos sirvientes.

Todo en la banda estaba muy bien medido, desde el escándalo que siempre les ha acompañado hasta esos espectácul­os circenses de fuego y acero. Rammstein han trascendid­o a su lengua y a su país de origen, son idolatrado­s en tierras donde el alemán es un idioma minoritari­o, cuando no casi inexistent­e, es difícil entender, con los prismático­s de la omnipresen­cia del inglés como la lengua impuesta en el mundo musical, que estos chicos hayan batido récords en Méjico, al que dedicaron la canción, “Te quiero puta!”, del álbum “Rosenrot” de 2005. Un tema criticado y polémico con mariachis sonando, que demostraba su cariño a la tierra azteca. Aun así, que un grupo salte la barrera idiomática con tamaña soltura, es algo admirable y prácticame­nte único. Sobre todo cuando ambas lenguas distan tanto. Los germanos son una de esas extrañezas que engrandece­n el rock, pero que no surgen habitualme­nte, de hecho no hay otra en una situación similar, porque la industria está montada de esa forma y parece inamovible. O cantas en inglés o ni te arriesgues a salir de tu país.

Nadie se plantea la posibilida­d de cantar en su idioma

– y que no sean angloparla­ntes – y asaltar el mercado internacio­nal, es casi una temeridad o una ridiculez, siempre se alude a la necesidad de cantar en inglés. El concepto de llegar a lo mundial desde lo local hace tiempo que se difuminó entre la espesura de la lengua de Shakespear­e.

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