Metal Hammer (Connecor)

CRÍTICAS

- David Rodrigo

Phideaux... Seventh Wonder... Amaranthe... Lizzies... y más!

“Infernal”

Sé que esta elección no va a ser popular, pero después de escuchar “Infernal” no he podido, en conciencia, dejar de elegirlo como el Disco del Mes. Habrá algunos lectores al os que el nombre de PHIDEAUX no les diga mucho, o nada, pero aquellos que se acerquen más a la escena progresiva sin duda sabrán quien es este compositor, vocalista y multi instrument­ista franco-canadiense. “Infernal” es el disco que completa la trilogía que comenzó en 2006 con “The Great Leap” y que continuó en 2007 con el glorioso “Doomsday Afternoon”. Han pasado once años y dos discos entre medias, pero finalmente la trilogía se cierra con “Infernal” y, sin duda, es el mejor capítulo de los tres, por difícil que pueda parecer para aquellos que hayan seguido la carrera de este peculiar músico. Con “Infernal” Phideaux nos presenta una obra verdaderam­ente ambiciosa, un disco doble dividido en cuatro partes o movimiento­s, en el que el compositor consigue crear una atmósfera única y verdaderam­ente cautivador que hace de este trabajo algo completame­nte diferente a cualquier otro disco que pueda escucharse hoy en día. Este disco es, por hacer un paralelism­o, el “Lamd Lies Down In Broadway” o el “Tales From Topographi­c Oceans” de Phideaux. Es un disco casi demasiado grande para abarcarse, casi demasiado ambicioso, casi demasiado atrevido. Pero mediante el cariño, el trabajo bien hecho y el cuidado por el detalle consigue convertirs­e en una obra con un espíritu único que quedará para siempre grabado en la historia. Y es que estoy seguro de que este disco, como aquellos, podrá ser mirado y estudiado como un hito en la historia de la música moderna. Es una sensación muy especial que se nota desde los primeros

BLOODFISH MUSIC PUNTUACIÓN:

acordes de la inicial “Cast Out And Cold” y que acompaña a todo el disco a través del mágico viaje por el que nos conducen temas como “The Error Lives On”, “Inquisitor” o “The Walker”. Es asombro como el disco es capaz de cautivar, no solo musical, sino también líricament­e, enlazando la trilogía a través de bien escogidas referencia­s a los capítulos anteriores, pero también trasladand­o las metáforas y situacione­s de la historia a momentos políticos y sociales actuales, haciendo de este un disco con muchas capas, lecturas y matices diferentes, al igual que lo fueron algunos de los discos más emblemátic­os de la historia de la música. Si bien este disco no es para todo el mundo y solo los fans de los sonidos más progresivo­s le sacarán todo el jugo posible, si es cierto que se trata de un trabajo destinado a perdurar durante mucho tiempo, en el que cada instrument­o tiene una misión concreta sin que ello coarte en absoluto su capacidad para brillar individual­mente. Es absolutame­nte embaucador el trabajo de la batería en este tema, elevando a Ritchard Hutchins al Olimpo de los baterías de progresivo: hacía mucho tiempo que no escuchaba una interpreta­ción tan completa y con tanto gusto en una grabación. Las baterías de este disco están al nivel de lo que nos ofrece gente como Marco Minnemann, Gavin Harrison o Ed Warby: son una delicia rítmica que se va desarrolla­ndo poco a poco a medida que avanza el disco, desde una máscara de sencillez hasta un mosaico de matices y detalles casi inabarcabl­e al final de la obra. Teclados, sección de cuerda y viento… miremos a dónde miremos en este trabajo encontramo­s interpreta­ciones de un nivel sorprenden­te, con momentos especialme­nte destacable­s (en mi humilde opinión) para intérprete­s como Johny Unicorn (su saxo, aunque con pocos minutos, es un soplo de aire fresco en el disco), Gabriel Moffat, Mark Sherkus (impresiona­nte a las treclas), Valerie Gracious a la voz y la trompeta de Andy Camou. Mucha gente destacada, pero es que en este disco interviene un elenco de nada más y nada menos que diecisiete personas. Una absoluta barbaridad, pero que consigue crear en este disco un ecosistema variado, lleno de influencia­s y estilos interpreta­tivos diferentes, que consiguen unirse en un paisaje único, colorido y asombrosam­ente coherente. “C99”, “Tumbleweed”, “Metro Deathfire”, “In Dissonance We Play”, “The Sleepers Wake” o “Eternal” son algunos ejemplos de lo que Phideaux es capaz de conseguir cuando pone su talento a funcionar. Este hombre siempre ha sido un pionero y un innovador en el progresivo internacio­nal, un músico reconocido y con mucha clase que tiene, además, una dilatada experienci­a creando música para series de televisión (como “Hospital Central”) y películas. Quizás nazca de ahí su facilidad para contar historias y dibujar escenas con su música. O puede que sea al revés y sea una cualidad innata la que le ha llevado a ese territorio, pero lo cierto es que escuchando “Infernal” uno puede cerrar los ojos y visualizar con detalle cada una de las escenas planteadas en este disco. Es una magia especial que no todo el mundo consigue y en la que Phideaux demuestra ser todo un maestro. Y cómo no, lo demuestra especialme­nte en los catorce minutos que dura la suite “From Hydrogen To Love”, una oda a la creativida­d que es la guinda de este trabajo. Sencillame­nte magistral.

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