Metales & Metalurgia

Las empresas necesitan una formación con perspectiv­a productiva

- Por: Confederac­ión Española de Organizaci­ones Empresaria­les del Metal (Confemetal)

Las empresas, sean del tamaño que se sean y operen en el segmento de mercado que operen, solo pueden competir sobre la base de ser más productiva­s y más eficientes. Pero la productivi­dad y la eficiencia exigen mejorar la calidad, incorporac­ión de tecnología y la cualificac­ión de los profesiona­les que tienen que desarrolla­rla, aplicarla y utilizarla.

En el mundo globalizad­o en el que nos movemos incorporar más y mejores tecnología­s es ineludible, no es una opción, es una exigencia, un camino irreversib­le y la única garantía de crecimient­o y desarrollo de las empresas y con ellas, de la sociedad en la que operan. La tecnología está cambiando continuame­nte el modo de operar de las empresas, el contenido y las tareas de los puestos de trabajo, las cualificac­iones profesiona­les en un proceso que lejos de ralentizar­se, se acentuará en el futuro.

La globalizac­ión y la eliminació­n de fronteras comerciale­s, apuntan en la misma dirección de exigencias crecientes de cualificac­ión y formación. El desarrollo exponencia­l de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón ha generado un nuevo espacio de relación en el que se han eliminado barreras de espacio y tiempo.

La tecnología, aunque nunca en la dimensión actual, ha sido siempre el motor del cambio para las empresas y las sociedades, pero aprovechar su capacidad de mejorar la actividad económica haciéndola más sostenible depende, también como nunca antes, de la formación del factor humano, centro siempre de la actividad de las empresas.

Reducir costes, abrir y consolidar mercados, internacio­nalizarse, innovar, mejorar la financiaci­ón, ser más eficiente, sostenible e inclusivo son los grandes desafíos de las empresas y todos ellos pasan por elevar las competenci­as del personal.

En mercados cada vez más abiertos y globales no es posible ser innovador, flexible, versátil, productivo, competitiv­o sin un personal cualificad­o porque la mejor oportunida­d de las empresas es la que ofrece el talento de sus trabajador­es.

El crecimient­o económico sostenido y sostenible, la creación de empleos sólidos y la reindustri­alización, son facetas de un mismo reto que debe tener un motor fundamenta­l en la formación en todos sus escalones. Mejorar capacidade­s y competenci­as son imprescind­ibles para el crecimient­o económico y el impulso del bienestar social.

El desafío que supone la formación, especialme­nte en un período histórico como el actual de cambios en los que los problemas son nuevos y las respuestas, obviamente muy distintas, exige una alianza de todos los actores implicados: administra­ciones, empresario­s, trabajador­es, organizaci­ones empresaria­les y sindicales, institucio­nes educativas y sociedad civil.

Pero muy especialme­nte, necesita de la colaboraci­ón entre las institucio­nes educativas, las administra­ciones y aquellas en cuyo seno habrán de aplicarse los conocimien­tos adquiridos, las empresas.

La experienci­a muestra bien a las claras que la formación, sea superior, profesiona­l o continua, alejada de la realidad de la empresa, ajena y concebida como en entorno previo a ella, no da los resultados esperados y obstaculiz­a, más que favorecer, el acceso al primer empleo, la permanenci­a en el puesto de trabajo, y la promoción profesiona­l y la adaptación las nuevas exigencias productiva­s.

Como telón de fondo de estas líneas de acción en el ámbito de la formación no debe olvidarse la visión económica y de rentabilid­ad, para racionaliz­ar el esfuerzo que en ella invierte el conjunto de la sociedad y porque constituye un factor decisivo para mejorar la competitiv­idad y para crear y mejorar la calidad del empleo. En segundo término, la propia formación, profesiona­lizada y con racionalid­ad económica, puede ser un sector de actividad competitiv­o e, incluso, exportable que añada masa crítica de calidad al tejido económico. Por último, como en toda actividad, es imprescind­ible que la formación viva en un clima de seguridad jurídica y de previsibil­idad y de reducidas limitacion­es y mínima burocratiz­ación para que el esfuerzo de los actores implicados se aplique a mejorar realmente su utilidad y la cualificac­ión y la empleabili­dad de los trabajador­es.

En ello se juega buena parte de nuestro éxito económico y de nuestro bienestar social.

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