Raffaella CARRà
La diva italiana -y española de adopción- cumple 75 años. Un golpe de melena por ella. por áLex izqUierdo
La vida es vida cuando hay libertad”. Es lo que dice siempre ‘la Carrà’. Libertad para elegir y para errar, como cuando, dice, “truncó” su carrera como actriz. Ella, que había hecho su primer papel a los 9 años, que había estudiado cine y había trabajado ya con Mastroianni y con Frank Sinatra, podría haber sido una nueva Sofia Loren, pero eligió volver a Italia porque le aburría el estilo de vida hollywoodiense.
No se equivocó. Lo suyo era la música (“la llevo dentro”) y su medio, la televisión. Aunque su sueño desde que era una cría era ser coreógrafa en la sombra, la cámara adoró su flequillo rubio y el público, su simpatía. Así que acabó haciéndolo todo y todo al mismo tiempo: las coreografías, bailar, cantar, actuar, presentar y, de paso, dar un empujón sutil a la moral italiana.
sus canciones, inmortales
Las canciones de Carrà han sobrevivido a generaciones que posiblemente no sepan ni quién es ella. A esos chicos jóvenes podríamos contarles que a Raffaella la llaman “el ombligo de Italia”, porque fue la primera mujer que enseñó aquella parte de su cuerpo en la televisión. Les podríamos decir que una de sus canciones fue vetada por el Vaticano y que en otras que consiguieron saltarse la censura, hablaba, con doble sentido, mucha ironía y una sonrisa inocente, de homosexualidad o de masturbarse. Podríamos contar la anécdota de que tuvo dos grandes amores en su vida y, ya separada de ambos, ha tenido a uno viviendo en el apartamento de enfrente y al otro en el de al lado, llevándose estupendamente con los dos e incluso “pasándoselo bien, de vez en cuando”, con uno (pero a dormir, cada uno a su cama). Sin embargo, y aunque haya ahora quien no reconozca su cara o su historia, ‘la Carrà’ ha conseguido arraigar la intuición de que después de un ‘¡expló!’ viene un golpe de melena, y la lección de que la vida es una fiesta (fantástica) que hay que disfrutar como queramos, pero con buen humor. Y, oye, que si nos dejan, es muy sencillo: solo tenemos que buscarnos a uno ‘más bueno’.