ELECTRÓNICA, HIDRÁULICA Y NEUMÁTICA
En esta época de obsesión por la electrónica, que ya ni cagar sabemos sin ella, ¿te has parado a pensar la importancia de la hidráulica y la neumática en el automovilismo? Pues su protagonismo en el desarrollo y funcionamiento ha sido y es fundamental¼ y les quedan aplicaciones potenciales. Sin embargo, a nivel de usuario suelen ser Ð como muchoÐ «fuerzas desconocidas que hacen funcionar cosas». Sabemos que están ahí, y quizá incluso que se llaman así y que intervienen decisivamente, pero en general, disfrutamos sus ventajas sin reconocerles ni agradecerles su mérito. Y eso no es justo, caramba.
Sin posible discusión, la electrónica ha permitido hacer realidad y masificar tecnologías Ð sobre todo, ayudas a la conducción y optimizaciones de rendimientoÐ que hasta hace bien poco eran ciencia-ficción; pero, ojo: por poner sólo un ejemplo pintiparado, el ABS no es sino una optimización electrónica del frenado hidráulico o neumático, así que sin hidráulica y neumática, de nada serviría esa electrónica.
Por eso, antes de meterme en harina déjame citar varias de sus aplicaciones más difundidas, por si te ha pasado desapercibida alguna: hay suspensiones neumáticas, transmisiones y suspensiones hidráulicas, y casi todos los amortiguadores actuales son hidráulicos; y su presencia en accionamientos (capotas, capós, embragues, portones, etc) y servoasistencias (direcciones, frenos¼) es intensiva.
Y ahora profundizaré en el tema centrándome precisamente en los frenos. Para empezar, si hoy frenamos como frenamos es básicamente gracias a la hidráulica y a la neumática, y subrayo «básicamente» porque si los mejores frenos carbocerámicos tuviésemos que accionarlos mecánicamente, de nada servirían; ¡ni reducir la velocidad lograríamos!
Con excepción de sistemas poco habituales, como los electromagnéticos, resulta curioso constatar que en cualquier tipo de vehículo (aviones, camiones, coches, motos, trenes, etc) su accionamiento ha seguido la misma evolución: primero fue mecánico mediante cableado, varillaje o mixto, y luego hidráulico o neumático. De hecho, las bicis son un caso muy ilustrativo porque sus frenos son sencillos y muy visibles, y actualmente están inmersas en plena transición de las «herraduras» clásicas a los discos con pinzas hidráulicas, pasando entremedias por los de pinzas mecánicas.
¿Y por qué evolucionan así? Pues porque en los cableados, la funda y el propio cable adolecen de elasticidad, y en los varillajes, las varillas y sus articulaciones pueden deformarse o soltarse. Además la relación entre fuerza aplicada y fuerza transmitida es penosa. Sin embargo, las tuberías pueden ser incluso más flexibles que los cables, indeformables en longitud y sección, es perfectamente posible lograr la estanqueidad absoluta de los circuitos, y es muy fácil idealizar la relación entre actuación y esfuerzo.
Son argumentos decisivos, y lo que lamento es que no están en muchas más cosas donde sus ventajas serían enormes. Me refiero, sobre todo, a las direcciones: Si su accionamiento fuese 100% hidráulico, como en la primera versión de la Bimota Tesi, serían más ligeras, precisas, sencillas y fáciles de ubicar desde la posición del volante o manillar hasta su conexión con las ruedas, y en caso de colisión serían menos lesivas. ¿Inconvenientes? Quizá tengan, pero desde luego yo los desconozco; si acaso, que requerirían usar fluidos de volumen y viscosidad muy termoestables; pero vamos, ninguno irresoluble.
¿Entonces, qué pasa? Pues temo que a quienes dictan las normas les asusta que la seguridad dependa de un líquido o de un gas, sin pensar que la actuación mecánica es mucho menos fiable (es una cerrazón similar a la de los que prefieren el tren al avión). Quizá esa gente debería reflexionar acerca de que si quedarse sin dirección es malo, quedarse sin frenos no es mejor, y sin embargo para la frenada sí confían en la hidráulica o en la neumática. A ver si algún día sus preclaras mentes se libran de prejuicios y quitan una cortapisa más a la evolución. mc