UN MAR DE LÁGRIMAS
Dicen que a Almería se entra llorando y se sale de ella en un mar de lágrimas. Quizá sea porque la primera imagen es árida y estéril. Pero según nos acercamos al Mediterráneo, el entorno cambia: playas vírgenes, cabos, oro y piratas han esculpido su fison
Entre la Sierra Nevada granadina y el Mediterráneo se interpone el desierto de Tabernas. Es la visión marchita de la A ndalucía más oriental, un lugar hecho de días calurosos, donde la calima hace v ibrar el horizonte turbio gran parte del año. Y da lo mismo las veces que se haya oído hablar de la alegría, la vida y el ajetreo propios de este destino turístico. El paisaje casi lunar y el calor sofocante de esta tierra seca y yerma constriñen el alma del visitante en un primer momento.
Gracias a ello, Tabernas también huele a cine y a «spaguetti western». Antes que ver un SEAT 131 Diplomatic, uno espera apercibir entre sus cortados y barrancos, a Billy «El Niño» o a Tatanka Yotanka «Toro sentado». Allí, no en vano, picaron espuelas ante las cámaras «El Bueno, El Feo y El Malo» de Sergio Leone. Y todavía se pueden encontrar restos de aquellos platós naturales (ver recuadros), cargados de indios y vaqueros, pistoleros de cicatrices temerosas y diligencias desbocadas.
Por suerte, los 113 caballos que tiran del 131 son más dóciles de dirigir y nos sacan de aquella calima con una mezcla de brío y elegancia. Antes, Sierra Alhamilla nos invitará a cambiar de escenario hasta entrar en contacto con el mar. De aceptarlo, se llegará zigzagueando por la AL-31000 hasta los baños y las albercas de aguas termales que fenicios, romanos y árabes ya disfrutaron en la antigüedad.
Desde aquel mirador natural, el horizonte se pierde definitivamente en el «Medi Terraneum». La duda está en alcanzarlo por la vertiente lúdica o por el lado más natural y paradisíaco. Hacia poniente está Almería, la capital, con una oferta vinculada al turismo hotelero de servicio y al de las grandes aglomeraciones. Hacia levante, el Cabo de Gata actúa como puerta de acceso el parque natural al que da nombre y asciende por todo el litoral, hasta Carboneras, repleto de calas casi vírgenes, acantilados dramáticos, fondos marinos de extrema belleza y una fauna y f lora autóctonas.
La disyuntiva la resolvemos enseguida. Dejando la capital a nuestra espalda, la AL-3115 lleva directamente al cabo. A la derecha, el Mediterráneo: 12,5 km de playa y como un gran vigía, el torreón de San Miguel, una atalaya militar del siglo XVIII en torno a la cual los pescadores del lugar atracan ahora sus barcazas durante el día y se levantan algunos chiringuitos. A la izquierda, atravesamos las salinas, el poblado propiamente dicho y los humedales de donde todavía sale una producción de sal importante (40.000 toneladas al año, aproximadamente) y lugar de paso de aves migratorias como el f lamenco rosado.
Mucho antes de la construcción del faro (1863), aquel promontorio y el mirador de las Sirenas, a su lado, fueron punto de referencia de griegos y fenicios en sus trasiegos marítimos. Hoy, una carreterilla estrecha permite ascender hasta la misma punta, pero no continuar. Hay que volver por el mismo camino y circunvalar el peñón para adentrarse en coche al parque natural desde San José. A pie, sin embargo, podríamos descender hasta dos de las playas más bellas de este litoral: Mónsul y Los Genoveses. La primera, envuelta en un paisaje volcánico, con lenguas de lava solidificada formando estructuras singulares; y la segunda, f lanqueada por dunas de arena fina y dorada donde crecen las típicas chumberas y pitas.
Durante el camino de rodeo, la AL-4200 permite comprobar el confort del 131 Diplomatic. Es un rodador nato, fácil de conducir por estas carreteras secundarias. A unos butacones amplios y cómodos, suma una dirección asistida agradable, un motor elástico y unas suspensiones lo suficientemente rígidas como para que
LOS CABALLOS QUE EMPUJAN EL 131 NOS SACAN DE LA CALIMA DEL DESIERTO
la carrocería no balancee demasiado en curva y una amortiguación adecuada para absorber sin estridencias los pequeños accidentes de la carretera, que los hay. Pero sobre todo, cuenta con un aire acondicionado muy socorrido en estas latitudes.
En esas estamos cuando alcanzamos la playa de Los Escullos. Allí encontramos la duna fosilizada más grande del Parque, una formación rocosa (oolítica) que el oleaje, la lluvia y el viento han ido esculpiendo durante 100 mil años para darle formas caprichosas y pictóricas.
Y en medio de ella, el castillo de San Felipe. Erigido en el siglo XVIII, es la primera de las fortalezas levantadas en la Ruta de los Piratas. Según la tradición, el bandolerismo marítimo atemorizó la costa levantina en aquellos años. Corsarios, berberiscos principalmente, apátridas y violentos, solían arribar sus naves a estas costas para abastecerse de agua, pero no antes de dejar constancia, de paso, de sus saqueos, bravuconadas y desmanes.
Más adelante, encontraremos fortificaciones y terrazas de similar función en La Isleta del Moro, el Mirador de la Amatista y La Torre de los Alumbres, en el Playazo de Rodalquilar.
Precisamente esta última fue construida para protegerse de los ataques piratas en busca del alumbre, un mineral de gran valor que se encontraba tierra adentro, en sus colinas. Porque el valle del Rodalquilar no es sino una caldera volcánica. De sus laderas se extraía el alumbre y más tarde, entre 1870 y 1880, los filones de oro que, durante casi un siglo, llevaron a empresas españolas e internacionales a explotar sus minas. Hoy sólo quedan los vestigios abandonados de aquella fiebre, un pueblo más tranquilo y sosegado, entrelazado por calles estrechas y las casas de planta baja y fachadas blancas.
Apenas a cinco kilómetros hacia el interior, el Cortijo del Fraile (del XVIII) es un lugar de parada casi obligatoria para los seguidores de la obra de Federico García Lorca. Motivo: en torno a ese enclave sucedió el trágico episodio que el escritor inmortalizó en su obra «Bodas de sangre».
Ent re cr ímenes pasiona les, tesoros y cuentos de piratas, la ruta sigue paralela al «mare nostrum». Las localidades pesqueras de Las Negras y Agua Amarga empiezan a poner límite al Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. De nuevo, para ir de una a otra hay que dar otro rodeo por una carretera vecinal, hoy asfaltada, que sale desde Fernán Pérez. El Diplomatic sigue demostrando su valía como berlina rápida, apta para v ías llanas y sin desmerecer cuando el trazado se retuerce.
En Carboneras, otro municipio costero, la pesca sigue siendo una actividad importante en su economía aunque han adquirido relevancia el turismo y, sobre todo otro tipo de industria, como son la planta desaladora Ð una de las mayores de EuropaÐ y la central térmica. Más allá de las playas de los Muertos y del Algarrobico, la carretera asciende por los acantilados hacia Murcia, no antes de pasar por Mojácar, Garrucha y sus famosas gambas y Palomares, donde en un momento de Guerra Fría y franquismo los americanos perdieron algunas bombas atómicas. mc
SEGUIMOS AL «MARE NOSTRUM» EN LA RUTA DE LOS PIRATAS