Motor Clásico

RENAULT 40 CV PROTOTIPO

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Desde 1911, el 40 CV fue el modelo alto de gama de Renault, declinado en numerosas variantes. Un torpedo, prácticame­nte de serie, lograba varios récords en 1925, considerad­os insuficien­tes. Renault construía entonces un monoplaza carenado y motorizado por un seis en línea de 9.12l cc y 140 CV. Esta réplica exacta es una mole de enormes proporcion­es, materializ­ación perfecta de la pura fuerza mecánica. Bello y escultural como puede serlo un monstruo, es la osmosis entre un diseño anguloso y curvas discretas. El motor es una pieza de orfebrería, mezcla de metales pulidos con formas redondeada­s. Las grandes ruedas de 21 pulgadas con llantas de radios y neumáticos finos nos recuerdan que lo austero puede ser bello, a semejanza del puesto de pilotaje, todo metal, instrument­ación pletórica, inmenso volante de madera y diminuto asiento.

Jean-Louis, jefe de mecánicos, se pone a sus mandos y desencaden­a la tormenta mecánica. Los seis tubos de escape liberan los gases a treinta centímetro­s del bloque y el ruido penetra en el pecho de tal forma que uno parece sentir físicament­e las pistonadas. Según se aleja el coche se percibe mejor la sonoridad del motor, como desacompas­ada y martillean­te. El 40 CV desaparece por la pista parcheada, rígido sobre sus gruesos ejes y sus suspension­es metálicas. Y al poco se percibe un creciente estruendo y aparece por el carril central, levantando una nube de agua.

En movimiento su silueta no deja dudas sobre su velocidad. El inmenso, alto y estrecho capó motor con ligera inclinació­n del morro y el diminuto parabrisas, conforman un frontal penetrante, mientras la trasera es muy austera, masiva pero estilizada. En 1926, hace casi un siglo, este prototipo fue capaz de acuñar 190,013 km/h de media en 50 millas y logró en 24 horas, 173,649 km/h. La aventura implicó a catorce personas entre pilotos y mecánicos. Éstos cambiaron un centenar de neumáticos y tardaban menos de 50 segundos en sustituir las cuatro ruedas. En cuanto a los pilotos, difícil es imaginar el esfuerzo físico y el valor necesarios para dar vueltas y vueltas al anillo en menos de 53 segundos (a 173,649 km/h de media). Al bajarse del 40 CV con el que había rodado a unos 100 km/h, pregunto a Jean-Louis cómo es alcanzar 180 km/h, y nos contesta en perfecto castellano: «¡Ni loco!»

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Silueta afilada. Como tallado con sierra es como se aprecia el 40CV desde la altura, volúmenes enormes e ingeniería estilosa para un conjunto mecánico impresiona­nte y estético a su manera.
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