Motor Clásico

Sin ambages ni firuletes

- por Andrés Ruiz

No creo exagerar si digo que, salvo quizá alguien no escolariza­do, todos hemos pasado algún examen, y que uno de los más comunes e inolvidabl­es es el de conducir. De hecho, como ocurre con la mili, quien lo vivió tiende a largar batallitas a la menor ocasión, y para muestra aquí estoy yo presto a conmemorar el cincuenten­ario del mío narrando mis recuerdos so capa de mostrar a los jóvenes cuánto ha cambiado algo que Ð en mi opiniónÐ sigue siendo muy mejorable, pues entonces y ahora acredita bien poco la aptitud del aspirante.

Medio siglo después, recuerdo con sorprenden­te nitidez lo esencial y mis sensacione­s: ausencia de nerviosism­o, confianza en que para mí aquello era un paseo¼ e incluso ocasión de lucimiento (el único consejo que me dio mi padre fue disimular lo sobrado que me sentía), e impacienci­a porque al fin llegara el día en que podría conducir legal y libremente (a los neófitos aún no nos marcaban con la «L» ni nos imponían restriccio­nes). ¡Hasta música tiene mi evocación: «Delilah», de Tom Jones!

Como siempre he sido refractari­o al papeleo, fui a la misma autoescuel­a que un amigo meses antes, pero sólo contraté servicio de gestoría, que incluía clases teóricas. Aun así, su exprofesor, al saber que me examinaría con mi coche (estaba permitido) me ofreció ir un día a su zona de prácticas para ponerle «marcas de aparcar» y enseñarme a «subir el ralentí para que no se me calase al arrancar en cuesta», dos artimañas habitualís­imas¼ que juzgó innecesari­as cuando acudí por cortesía y me vio circular y clavar el Simca 1000 en el hueco estándar del 600.

¿No sabes qué eran «marcas de aparcar»? Verás: como en el examen sólo se aparcaba en línea y el hueco lo delimitaba­n jalones, en las ventanilla­s traseras ponían pegatinas, celos, trazos de laca de uñas o rotulador, etc, que al coincidir con los palos indicaban cuándo iniciar la maniobra y cuándo girar «todo al revés». Simple y eficaz, aunque o ponían marcas para cada alumno, o tenían que sentarse varios sin mover el asiento. Y otro problema era que algunos examinador­es Ð solía saberse cuálesÐ «se percataban» de la martingala y ponían pegas o incluso suspendían por ella.

El día del examen, superado el teórico (se hacía en la calle Viriato y el resultado se sabía de inmediato), mi padre me llevó al circuito (era entre el Manzanares, el Paseo de la Virgen del Puerto y los puentes del Rey y de Segovia), donde un quiosco bar se forraba porque era costumbre «calmar los nervios» con una copita previa y luego celebrar los aprobados de modo similar. ¡Toma ya!

Sin copa, y pasando con total descaro entre dos filas de 600 autoescuel­eros que esperaban turno, me planté en «la salida» y afronté el primer reto: arrancar, cambiar hasta 3ã y parar sin poner punto muerto. ¡Casi nada!

A continuaci­ón, «el perito» (no sé si lo eran, pero los llamaban así) de aparcar me amplió el hueco al ver el Simca Ð aunque «se me escapó» decirle que no se molestaseÐ y antes de completar la entrada marcha atrás me dijo: «Vale, puede seguir».

La arrancada en cuesta tuve que bisarla porque amoscado con mi impecable primer intento (hice «punta-tacón», claro), su perito exclamó: «Espere: repita siguiendo mis indicacion­es», y semiasomad­o por la ventanilla, dictó: «Suelte el freno de mano, meta primera¼, ¡arranque!».

Por último, «doblar una esquina marcha atrás ciñéndose al bordillo», y se acabó (aún no se salía a circular en tráfico abierto), así que, ¡hala, a celebrarlo a Mingo, que el quiosco estaba hasta los topes!

Bien, y aquello, ¿qué aptitudes mínimas acreditaba? Pues que en un coche adaptado para el trance sabías cambiar hasta 3ã sin rascar, alcanzar 60 Km/h, parar donde te mandaban, aparcar en línea¼ entre palos y con trampa, arrancar en cuesta sin usar el freno de mano, ¡y hacer una maniobra que hoy no está legalmente bien vista! Ah, y si acaso, que eras capaz de hacerlo con una o dos copas en el cuerpo. Eso sí, aún no se primaba demasiado confundir pericia con temeridad ni lentitud y torpeza con prudencia. Algo era algo. mc

Había costumbre de «calmar los nervios» con una copita previa. ¡Toma ya!

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain