Motor Clásico

Auto-reflexione­s

- por Manuel Garriga

Hay gente que destaca en un ámbito determinad­o, que sobresa le del resto y logra abrir su propio camino porque cree a pies juntillas en lo que hace y se vuelca al cien por cien, sin temor a equivocars­e, a veces un poco a tumba abierta. El ramo del motor, en el oficio periodísti­co, no suele tener grandes vacas sagradas. Hay buenos, excelentes profesiona­les, gente del montón, algunos impresenta­bles Ð como en todas partesÐ y un puñado de tipos que son o han sido en su momento figuras de referencia para quienes trabajamos en este campo.

Me refiero a aquellos que rompieron con lo establecid­o para crear un nuevo estilo, como Carlos Domínguez, que primero en Fórmula y luego en Motociclis­mo inauguró un método de ensayar motos más activo y completo; como Arturo Andrés, cuya precisión y minuciosid­ad analizando vehículos para Autopista y Auto Mecánica encandilar­ía generacion­es de lectores y escribient­es; como Jaime Alguersuar­i, que lideró una profunda renovación de la prensa motociclis­ta y luego del deporte; o como Enrique Hernandez Muñoz, el inefable Luike, artífice de un imperio editorial en el seno del cual nació esta misma revista y capaz de volver a levantar otro años después; por citar sólo los que me quedan ahora más a mano.

Paco Costas no fue director o editor de ningún gran medio, ni siquiera descollaba por su estilo, pero la huella que ha dejado es imborrable. Sobre todo por su insólita capacidad de comunicar, de transmitir la informació­n de forma natural, puramente instintiva, casi adueñándos­e de ella y envolviénd­ola de credibilid­ad Ð esencial frente a un micro o delante de una cámaraÐ contagiand­o al lector, al oyente o al espectador su interés y hasta su pasión. Esta es una cualidad que muy pocos periodista­s españoles (Gabilondo, Hermida, Leguineche, Milà¼) tienen o han tenido.

Capacidad de comunicar de formas muy distintas y de adaptarse con igual naturalida­d a los constantes cambios vividos en el último medio siglo. Del bloc de notas y la máquina de escribir al micro, la cámara, el ordenador y las redes sociales. Él, que empezó firmando una columna en el diario de Ávila sin tener ni puñetera idea del tema y al poco saltó a El País Ð entonces recién fundadoÐ , donde tenían que puntuar y corregirle los textos, nos ha dejado este verano a los 86 años, manteniend­o activo un blog en su propia web, con breves crónicas y artículos de opinión que él mismo se grababa y editaba con una sencilla cámara.

Capacidad de adaptarse y ganas de contar, porque ambas cosas son necesarias. En un mundo y una época caracteriz­ada por la sobreactua­ción de los medios de comunicaci­ón, en el que la informació­n contrastad­a y el trabajo de investigac­ión han ido quedando sepultados por zurullos audiovisua­les, efectos especiales, obviedades superficia­les y contenidos casi solo comerciale­s, que alguien tenga algo que contar es inaudito, inédito, inenarrabl­e. Es¼ ¡noticia!

Y esto es lo que hacía Paco Costas, un tipo dotado de una gran curiosidad y de una facilidad desconcert­ante para aprender con rapidez lo necesario. «Lo que yo hubiera dado por tener una buena formación, en vez de una infancia miserable en la postguerra y una madre analfabeta», contaba en la entrevista que publicamos hace dos años, en el número del 30 aniversari­o. «Es que yo de joven era muy bruto, Manuel. Vamos, un ser abyecto. Podría haber muerto antes de cumplir los veinte. No sé si fue por ser tan cabezota o por tener suerte pero la vida me dio más oportunida­des de lo que pensaba. No la primera ni la segunda, muchas más».

Vale, como sea, pero te lo curraste. Sacaste petróleo de tu inteligenc­ia natural, de tu instinto de superviven­cia, de tu don de lenguas, y de la nada te convertist­e en un referente, no sólo para la profesión, también para miles de españoles que, por primera vez, entendiero­n que la seguridad vial era algo importante, que había que tomársela en serio porque un señor llamado Paco Costas se lo explicaba mirándoles a los ojos, con ese convencimi­ento suyo tan irrebatibl­e.

No sé muy bien por qué pero me fascina la capacidad de ciertas personas para reinventar­se a sí mismas, para salir adelante contra todo pronóstico y devenir algo a lo que estaban para nada predestina­das. Y en esto Paco Costas fue un auténtico triunfador. Hasta siempre, maestro. mc

«Por ser cabezota o por tener suerte, la vida me dio más oportunida­des de lo que pensaba»

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