Auto-reflexiones
Hay gente que destaca en un ámbito determinado, que sobresa le del resto y logra abrir su propio camino porque cree a pies juntillas en lo que hace y se vuelca al cien por cien, sin temor a equivocarse, a veces un poco a tumba abierta. El ramo del motor, en el oficio periodístico, no suele tener grandes vacas sagradas. Hay buenos, excelentes profesionales, gente del montón, algunos impresentables Ð como en todas partesÐ y un puñado de tipos que son o han sido en su momento figuras de referencia para quienes trabajamos en este campo.
Me refiero a aquellos que rompieron con lo establecido para crear un nuevo estilo, como Carlos Domínguez, que primero en Fórmula y luego en Motociclismo inauguró un método de ensayar motos más activo y completo; como Arturo Andrés, cuya precisión y minuciosidad analizando vehículos para Autopista y Auto Mecánica encandilaría generaciones de lectores y escribientes; como Jaime Alguersuari, que lideró una profunda renovación de la prensa motociclista y luego del deporte; o como Enrique Hernandez Muñoz, el inefable Luike, artífice de un imperio editorial en el seno del cual nació esta misma revista y capaz de volver a levantar otro años después; por citar sólo los que me quedan ahora más a mano.
Paco Costas no fue director o editor de ningún gran medio, ni siquiera descollaba por su estilo, pero la huella que ha dejado es imborrable. Sobre todo por su insólita capacidad de comunicar, de transmitir la información de forma natural, puramente instintiva, casi adueñándose de ella y envolviéndola de credibilidad Ð esencial frente a un micro o delante de una cámaraÐ contagiando al lector, al oyente o al espectador su interés y hasta su pasión. Esta es una cualidad que muy pocos periodistas españoles (Gabilondo, Hermida, Leguineche, Milà¼) tienen o han tenido.
Capacidad de comunicar de formas muy distintas y de adaptarse con igual naturalidad a los constantes cambios vividos en el último medio siglo. Del bloc de notas y la máquina de escribir al micro, la cámara, el ordenador y las redes sociales. Él, que empezó firmando una columna en el diario de Ávila sin tener ni puñetera idea del tema y al poco saltó a El País Ð entonces recién fundadoÐ , donde tenían que puntuar y corregirle los textos, nos ha dejado este verano a los 86 años, manteniendo activo un blog en su propia web, con breves crónicas y artículos de opinión que él mismo se grababa y editaba con una sencilla cámara.
Capacidad de adaptarse y ganas de contar, porque ambas cosas son necesarias. En un mundo y una época caracterizada por la sobreactuación de los medios de comunicación, en el que la información contrastada y el trabajo de investigación han ido quedando sepultados por zurullos audiovisuales, efectos especiales, obviedades superficiales y contenidos casi solo comerciales, que alguien tenga algo que contar es inaudito, inédito, inenarrable. Es¼ ¡noticia!
Y esto es lo que hacía Paco Costas, un tipo dotado de una gran curiosidad y de una facilidad desconcertante para aprender con rapidez lo necesario. «Lo que yo hubiera dado por tener una buena formación, en vez de una infancia miserable en la postguerra y una madre analfabeta», contaba en la entrevista que publicamos hace dos años, en el número del 30 aniversario. «Es que yo de joven era muy bruto, Manuel. Vamos, un ser abyecto. Podría haber muerto antes de cumplir los veinte. No sé si fue por ser tan cabezota o por tener suerte pero la vida me dio más oportunidades de lo que pensaba. No la primera ni la segunda, muchas más».
Vale, como sea, pero te lo curraste. Sacaste petróleo de tu inteligencia natural, de tu instinto de supervivencia, de tu don de lenguas, y de la nada te convertiste en un referente, no sólo para la profesión, también para miles de españoles que, por primera vez, entendieron que la seguridad vial era algo importante, que había que tomársela en serio porque un señor llamado Paco Costas se lo explicaba mirándoles a los ojos, con ese convencimiento suyo tan irrebatible.
No sé muy bien por qué pero me fascina la capacidad de ciertas personas para reinventarse a sí mismas, para salir adelante contra todo pronóstico y devenir algo a lo que estaban para nada predestinadas. Y en esto Paco Costas fue un auténtico triunfador. Hasta siempre, maestro. mc
«Por ser cabezota o por tener suerte, la vida me dio más oportunidades de lo que pensaba»