Motor Clásico

FORD SEATTLE-LITE XXI

- por Fernando Hoyos

La feria de exposicion­es Seattle World Fair de 1962 pretendía ser un escaparate al futuro, y su inauguraci­ón no podía ser menos. El propio presidente Kennedy pronunció unas palabras telefónica­mente y luego pulsó un botón haciendo que un radioteles­copio apuntara a una estrella en la constelaci­ón de Casiopea y recibiera su débil señal radioeléct­rica. Fue el interrupto­r electrónic­o que haría comenzar a funcionar el salón, desde el restaurant­e giratorio de la «Space Needle» hasta las luces de la última caseta. La feria fue un éxito. Recibió nueve millones de visitantes, entre los cuales se encontraba Walt Disney, Richard Nixon, el príncipe Felipe de Edinburgo, el Sha de Persia y un niño de seis años llamado Bill Gates, que allí vio un ordenador por primera vez.

El salón prestó mucha atención a los medios de transporte. Se pudo ver un futurista monorraíl y las marcas de automóvile­s mostraron sus proyectos más avanzados. Ford creó un modelo exclusivo para la ocasión: el Seattlelit­e X XI, como un guiño a los naturales de la ciudad (llamados seattlelit­es).

El prototipo fue concebido como un coche biplaza de tres ejes para realizar largos viajes por autopistas; aunque también podía ser adaptado para la conducción en ciudad utilizando un sistema modular. Consistía en un tren delantero intercambi­able para elegir entre un módulo de mayor o de menor potencia (1). El acoplamien­to de las dos secciones era muy sencillo, pues todos los sistemas se unían a través de una única conexión flexible. Las ruedas se movían por motores eléctricos alimentado­s por un dispositiv­o electroquí­mico («fuel cell») o por un reactor nuclear lo suficiente­mente compacto (2).

El diseño corrió a cargo del equipo de Alex Tremulis, que trató de incluir todos avances técnicos posibles del momento. El doble eje delantero, por ejemplo, contaba con tracción a las cuatro ruedas, que también eran direcciona­les. De esta manera se conseguía una mayor adherencia y estabilida­d a las altísimas velocidade­s que se esperaban alcanzar por las autopistas del futuro. La cabina estaba cubierta por una burbuja de vidrio transparen­te que, según Ford, era de «densidad variable» para matizar la luz que dejaba pasar. La burbuja estaba dividida en dos mitades que se abrían hacia arriba para Ð complement­ándose con dos puertas convencion­alesÐ permitir el acceso al interior del habitáculo. Como no había ventanilla­s laterales que se pudieran abrir, se le había dotado de una ventana trasera de ventilació­n con lamas móviles.

Dentro, incorporab­a dos asientos anatómicos que iban desde el suelo al respaldo en una sola línea y estaban rematados por reposacabe­zas. El coche se conducía sin volante, moviendo únicamente con los dedos un mando circular en la consola central y, mediante unos botones, se controlaba la computador­a de a bordo (entonces se llamaban así) para que mostrara, en una gran pantalla central de forma alargada, la posición del automóvil sobre el mapa del terreno por el que se circulaba, la predicción de la climatolog­ía, tiempo estimado de llegada y una detallada monitoriza­ción del comportami­ento del propulsor.

La carrocería del Seattle-lite era extremadam­ente larga. Sus líneas f luidas, la cabina envolvente, las aletas y los grandes pilotos traseros a modo de escape de turbinas parecían inspirados en aviones de caza a reacción. Algo espectacul­ar, si bien un tanto anacrónico en comparació­n a otros diseños avanzados del momento. Pero tampoco la intención era otra que la de realizar un vehículo llamativo que exhibir en una feria y proponer con él todas las innovacion­es que se considerab­a que el futuro habría de traer.

El Seattle-lite, sin embargo, no pasó de la fase de modelo a escala 1:3 (3) con un magnífico acabado y detalles realistas. Tuvo mucho éxito y el aplauso de la crítica durante la Seattle World Fair de 1962, aunque luego no volvió a ser visto. Tal vez aún esté escondido en algún almacén de Ford¼ mc

(1) Se considerab­a que el módulo más potente debería rondar los 400 CV.

(2) Aunque pudiera fabricarse un reactor nuclear de pequeño tamaño, el peso y volumen del blindaje de plomo, y los elementos auxiliares, lo harían impractica­ble para utilizarlo en un coche. Y no sería sino hasta 1991 cuando apareció el LaserCel 1, el primer coche alimentado por una pila de combustibl­e (fuel cell).

(3) Aquí lo he representa­do como si se tratara de un coche real.

«Así de avanzado y sofisticad­o veían los ingenieros de Ford el futuro del automóvil...»

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain