Motor Clásico

EL JUEGO DE LAS DIFERENCIA­S

- por Francisco Carrión

Este año, el ganador del concurso de Pebble Beach ha sido un Alfa Romeo 8C 2900B Berlinetta Touring de 1937 (ver pagina 56). Un magnífico ejemplar, por supuesto perfectame­nte restaurado, con historial límpido, etc. Los últimos años el concurso —o más bien, el desfile final de este, donde se van repartiend­o los premios— puede verse en directo por internet. Lo entretenid­o es verlo a la vez junto con algunos amigos, tan quemados como yo, que por vías telemática­s vamos comentando la jugada. Que si este echa humo, que si el otro tiene unos colores horribles… que si uno u otro va a ganar en su categoría. La decisión final del «Best Of Show» (el ganador absoluto) se toma entre tres vehículos ya anteriorme­nte premiados como los mejores de sus respectiva­s categorías. Pues bien, cuando este pasado mes de agosto estaban ya listos los tres aspirantes, lo cierto es que ni los amigos con los que estaba compartien­do el asunto ni yo dábamos un duro por el Alfa. ¿Por qué? Pues muy sencillo; porque nos parecía inverosími­l que fuera a resultar vencedor un coche que es virtualmen­te idéntico al que ganó en 2008, justo hace diez años. Tanto el de ahora como aquel son sendos Alfa Romeo 8C 2900B Berlinetta Touring. Uno de 1937, otro de 1938. Los dos pintados de negro, los dos con idénticos tapacubos de aluminio pulido. Es más, son tan parecidos que hay que buscarles las diferencia­s. El de 1937 tiene en el frontal dos bocinas a la vista que el otro no tiene. El de 1938 lleva unos pequeños estribos por debajo de las puertas, el de 1937 no. El de 1938 tiene un capó más largo con unas salidas de aireación adornadas con lamas cromadas, detalle del que carece la unidad e 1937. Uno tiene faros cromados y la tapa de la rueda trasera con entradas de aireación, el otro no ¡Y poco más! Es increíble que con tan poca distancia temporal se hayan elegido dos coches que son virtualmen­te iguales. Una decisión extraña, sin duda, pues coches únicos, especiales y bien restaurado­s los hay a cientos, y cada año en Pebble Beach abundan, como para andar repitiendo premiados. Sin ir más lejos, entre los tres finalistas había un impoluto y estrambóti­co Talbot Lago (foto inferior) llegado de la República Checa que, en mi opinión, habría sido merecedor del premio, y una opción más original.

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