Firma invitada: Ana Polo
Siempre he tenido una especie de «cuenta pendiente» con Bugatt i. Cuando era pequeña por casa pasaron muchos y muy buenos coches de las mejores marcas, y por supuesto, Hispano-Suiza. Pero apenas Bugatti. Creo recordar vagamente, cuando era muy, muy niña, un 40 CV. Y más tarde un Brescia, que llegó a casa a trozos, como tantos otros coches y que, tras el primer momento de emoción ¡un Bugatti¡ y años en cajones se fue sin terminar. Así que nunca tuve ocasión de montar en aquel coche.
Ya tenía programada mi asistencia al Festival Lime Rock, en Conneticut, y mi sorpresa fue mayúscula al enterarme de la participación del American Bugatti Club. Lime Rock es quizá el mayor evento para vehículos de época de la Costa Este de Estados Unidos, un país donde todo es a lo grande, y ésta no iba a ser la excepción: cinco días de carreras, concurso de elegancia y todo tipo de actividades relacionadas con los coches y las motos de colección más exclusivos. Para poner en contexto al lector, se trataba de la 36 edición de este Festival, que a su vez servía de celebración para el 60 aniversario del Vintage Sports Car Club of América, responsable de todo este despliegue.
Y para esta edición se contaba con los miembros del American Bugatti Club, que a su vez organiza cada año un evento en el que se reúnen coches de la marca procedentes de todos los estados norteamericanos y Canadá, pero también de Europa y Australia. Su carismático presidente, Peter Mullin, fue el «Invitado de Honor», y él correspondió acudiendo, entre otros, con uno de los coches más bellos de la historia, el 57 SC Atlantic.
Pero no adelantemos acontecimientos, dado que el evento es todo un despliegue de ocasiones para admirar coches extraordinarios y divertirse compartiendo vivencias. El festival comienza con un desfile por las ciudades Ð más bien pueblosÐ cercanos, una especie de rallye de 17 millas de recorrido que representa una ocasión para lucir el coche y disfrutar, por una vez, de un tiempo extraordinario, algo raro en estas fechas y latitudes.
El viernes llegó un salto cualitativo, con las clasificaciones. Y es que buena parte de los más de setenta Ð ¡sí, setenta¡Ð Bugatti venían para batirse en el circuito de Lime Rock. No resulta fácil describir la sensación al ver en la pista los 35, 51 y 57 forzando sus motores para mejorar los cronos. Para la ocasión se habían habilitado dos categorías especiales, S1 Bugatti Brilliance de los años 20 y 30, sin que ello fuera óbice, por supuesto, para que compitieran en otras categorías.
La mañana fue impresionante, pero la tarde fue aún mejor, con un cóctel que dio comienzo a las 18:30 como preludio a la cena en la que pude conocer mejor a las personas tras la máquina: por supuesto, a Peter Mullin, propietario de una de las mejores colecciones de coches del mundo y del Mullin Automotive Museum de Oxnard (California). Pero también a Lulu Wang, propietaria del Ferrari 250 GT Interim Ð otra mujer en este mundo aparentemente tan masculinoÐ . Su marido, Tony Wang, había acudido con un Maserati 300 S y ganó el premio «John Fitch Spacial Award». Y dada mi pasión hacia los coches italianos, tampoco perdí ocasión de intercambiar opiniones con Peter Greenfiel, que competía con un precioso Alfa Romeo 8C de 1935, con Daniel Ghose, propietario y piloto de un espectacular Maserati 4CM de 1933, o Robert Bodin, que había acudido con su Ferrari SWB. Una velada sin duda inolvidable, en la que los coches fueron los protagonistas, y ninguno tuvo el mal gusto de hablar de sus inversiones inmobiliarias o temas parecidos.
La velada no fue muy larga, porque al día siguiente tocaba darlo todo en el circuito. Las carreras estaban reservadas a este día y al lunes, con el concurso de elegancia entre medias. No cuento con espacio para apuntar siquiera todo lo v iv ido en estas pr uebas, aunque no quiero dejar de mencionar la victoria de Robert Machinist en la categoría G2, a los mandos de una Bultaco Metralla. Un poquito de España, para azuzar la nostalgia.
Y si en el circuito ya tuvimos un empacho de Bugatti (bendito empacho), el domingo, durante el «Concours dÂElegance &Gatering of t he Marques» el asunto alcanzó cotas inigualables: al 57C Atlantic de Mullin se sumaron piezas como el 57C Gangloff Convertible de Ralph Lauren o, el rarísimo 57G «Tank», una pieza que normalmente uno sólo espera ver en los libros. Unos días de ensueño, difíciles de olvidar, en los que mis «cuentas pendientes» con Bugatti quedaron más que saldadas.» mc
«Siendo niña, en casa hubo un Bugatti, en piezas guardadas en cajones, en el que nunca pude montar...»