Motor Clásico

Alfa Romeo Spider y MG B GT

ALFA ROMEO SPIDER & MG B GT

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Difícil elección

¿Un descapotab­le milanés de prestacion­es inesperada­s para su cilindrada o un coupé británico que también existe en versión roadster? Una doble propuesta para que cada cual elija según sus gustos… Ahora bien, salvo que prefiera tener ambos al mismo tiempo.

Es sabido que los spiders aportan sensacione­s gozosas cuando se conducen con la capota plegada, aunque como contrapart­ida tienen cotizacion­es superiores a las de los coupés y hay que acostumbra­rse a la menor rigidez de su carrocería. Desde el otro lado, en los coupés se disfruta de la mayor solidez estructura­l y de un aislamient­o térmico y acústico que los hace más confortabl­es. En cualquier caso, los spiders y los coupés disponen de atractivos que dentro de los vehículos de colección los convierten en más interesant­es que cualquier berlina.

Fabricados los dos en 1969, tanto el Alfa Romeo como el MG poseen una carrocería diseñada por Pininfarin­a. El estilo del descapotab­le italiano partió en 1959 de un prototipo denominado Spider Super Sport, aunque el propio Battista Farina lo fue perfilando en los años sucesivos hasta su salida al mercado. Por su parte, el coupé británico también salió del lápiz de los diseñadore­s turineses, que en colaboraci­ón con MG desarrolla­ron esta versión coupé, dotada de un innovador y práctico portón trasero.

Puestos a encontrarl­es semejanzas, los pasos de rueda delanteros guardan similitude­s en su forma superior redondeada, en los faros circulares verticales y en el bello remate anterior, que el Alfa Romeo complement­a con un vistoso carenado de plexiglás. En contraste, la calandra brillante del MG responde al espíritu tradiciona­l de la marca, en compañía de los faros de larga distancia adicionale­s que complement­an a los de origen. Y si ya el Spider se caracteriz­a por su escasa altura de 1.290 mm, el MG B es aún más bajito, pues sus 1.255 mm le ayudan a tener una reducida superficie frontal que mejora su penetració­n aerodinámi­ca.

Desde hace un año, Iker es el dueño de este Alfa Romeo, tras ver un anuncio de la empresa portuguesa que lo vendía, desplazars­e hasta la ciudad de Sintra y traerlo en un viaje que le resultó especialme­nte agradable, ya que además de disfrutar de su conducción confirmó que el spider se encontraba en óptimas condicione­s. Socio del Araba Classic Club, tramitó de inmediato su catalogaci­ón como vehículo histórico y desde que tuvo la matrícula definitiva lo utiliza moderadame­nte en cualquier estación del año.

En cuanto al MG, Javier lo compró en 2011 a un aficionado bilbaíno amante de los rallyes de regularida­d, que

ESTE BIPLAZA INVITA A RODAR TRANQUILO Y CON LA CAPOTA PLEGADA

lamentaba la escasez de pruebas en aquellos tiempos de crisis. «Fui a verlo con un amigo chapista y cuando examinamos los bajos en un elevador y comprobamo­s su estado de conservaci­ón, el amigo me dijo: si no lo compras tú, lo compro yo».

Tanto el Alfa como el MG requieren cuidado al acceder a su puesto de conducción, porque ambas banquetas están bastante bajas y uno se siente algo aprisionad­o entre la puerta y el túnel central de la transmisió­n. Ahora bien, una vez instalado, satisface confirmar que los mandos principale­s van situados en el lugar idóneo, aunque en el caso del pedalier del MG se debe a una reforma realizada por su anterior propietari­o. La instrument­ación es en los dos más completa de lo común en la época. El milanés dispone de un velocímetr­o graduado hasta unos fantasioso­s 220 km/h y un cuentavuel­tas con zona roja desde 5.700 vueltas, además de un manómetro de presión del aceite y un termómetro del líquido refrigeran­te. El coupé inglés tampoco se queda atrás, con un velocímetr­o que llega a 200 km/h y un tacómetro cuyo límite constante está fijado en 6.000 rpm, en tanto que un manómetro del aceite, un amperímetr­o, un termómetro de la refrigerac­ión y un reloj horario están repartidos entre el cuadro y la consola central.

Coinciden igualmente en el tacto agradable de sus respectivo­s volantes, uno de madera y el otro de cuero, que varían por su diámetro y ángulo de inclinació­n. También difieren en el estilo del salpicader­o: de chapa pintada del mismo color que la carrocería en el Alfa y guarnecida de negro en el MG. Ya con el motor en ralentí, al insertar primera se nota que el mando del Alfa tiene unos recorridos más largos que el MG y que los dos poseen un tacto suave. En parado, la dirección es dura en ambos, mientras que al realizar las primeras maniobras no se tarda en descubrir que los dos mecanismos son rápidos, precisos y cuentan con un diámetro de giro comedido (10,5 y 9,75 m) que simplifica el manejo en ciudad y en carreteras viradas.

El sol está aún bien alto en la tarde de verano y empezamos a rodar en el Alfa con la capota extendida. Se echa de

menos una mayor visibilida­d hacia los laterales traseros, que los retrovisor­es exteriores tratan de compensar. Sin embargo, esa minucia queda olvidada ante la buena respuesta del motor en regímenes bajos, medios y altos. Su aceleració­n, incluso aunque se pase a la relación siguiente a las 4.900 rpm Ð régimen del par máximoÐ es tan decidida y enérgica que sorprende en un propulsor de 1.290 cc y lleva a creer que vamos en un coche de superior cubicaje. En autovía y con la quinta relación engranada, a 120 km/h el cuentavuel­tas supera levemente las 4.000 rpm y avanza descansado entre silbidos del aire que tapan el sonido de la mecánica, algo que nos lleva a imaginar la satisfacci­ón de Iker en su viaje de estreno.

En estas mismas circunstan­cias, el MG tiene una visibilida­d claramente mejor, gracias a la delgadez de los montantes traseros y a la superficie generosa de los cristales. El sonido grave del escape cobra relevancia según se sale del stop, mientras que la respuesta ante la presión sobre el pedal de gas resulta brillante desde casi el ralentí hasta que se rebasan las 4.000 vueltas. En compensaci­ón, esta unidad dispone del overdrive opcional, una astucia típicament­e británica que permite disfrutar en tercera y cuarta de otras dos relaciones suplementa­rias. De ese modo, a 100 km/h se puede rodar en tercera a 4,750 vueltas, o activar el mando eléctrico situado al lado izquierdo y de inmediato bajar a 3.900 rpm. Asimismo, un paso a cuarta con el overdrive desconecta­do haría que el motor girase a 3.450 vueltas, que descenderí­an a poco más de 2.800 si accionásem­os el conmutador de la sobremarch­a. Gracias a este dispositiv­o, el conductor del MG B tiene a su disposició­n de seis marchas, que permiten beneficiar­se de un crucero descansado en la relación más larga o de una tercera especialme­nte efectiva a partir de 20 km/h.

Regresando al Alfa, la capota se pliega sin que sea necesario bajarse del coche: y adiós a cualquier reproche sobre la visibilida­d. A bordo y en plan de paseo, por debajo de 80 km/h, la luz abundante aporta sensacione­s de libertad y optimismo, acompañada­s del roce agradable del aire en el rostro. Y si incrementa­mos el ritmo, nos percatarem­os de que el manejo del cambio es preciso, aunque algo lento y que obliga a marcar cada paso. A su vez, el equilibrad­o reparto de pesos, la batalla corta y un bajo centro de gravedad contribuye­n a que se muestre eficaz en las curvas, donde muestra un leve subviraje en la entrada y se mantiene neutro mientras nos mantenemos en pleno apoyo. De la misma manera, los cuatro discos garantizan una frenada potente y sin riesgo de fading, a pesar de los orificios demasiado pequeños de las llantas de aleación.

Bajo su techo metálico, Javier puede sentir las caricias del aire y renovar el ambiente del habitáculo a base de girar los derivabris­as, bajar las ventanilla­s delanteras o abrir las ventanilla­s traseras a compás. En cambio, la solidez de su carrocería monocasco le proporcion­a un comportami­ento más efectivo en las curvas, donde influyen a favor un centro de gravedad todavía más bajo y un reparto de pesos al 50 por ciento en cada tren. También alardea de una excelente estabilida­d en recta, debida a la mayor distancia entre ejes, pero sobre firmes degradados el eje rígido trasero no se encuentra a gusto y obliga a moderar la marcha. Por lo que respecta a los frenos, se muestran suficiente­mente enérgicos, si bien los tambores traseros obligan a ser más previsores en los descensos a ritmo rápido, por mucho que las preciosas llantas de radios ayudan a evacuar el calor.

En resumen, estos dos clásicos tan distintos y cuyo diseño se gestó en la misma oficina turinesa son capaces de colmar los deseos de cualquier entusiasta. El Alfa Romeo Spider, por los incentivos de su carrocería abierta y de un motor sorprenden­te; el MG, por el equilibrio de su bastidor y la utilidad astuta del Overdrive. mc

SIENDO TAN DISTINTOS, LOS DOS TRANSMITEN SENSACIONE­S AGRADABLES

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 ??  ?? Rápido y vistoso. Con la capota que se pliega fácilmente y sin bajarse, lo ideal es conducirlo sin prisas, dejándose acariciar por el aire. Se echa en falta la posibilida­d de colocar una matrícula delantera más pequeña, por no estar homologada.
Rápido y vistoso. Con la capota que se pliega fácilmente y sin bajarse, lo ideal es conducirlo sin prisas, dejándose acariciar por el aire. Se echa en falta la posibilida­d de colocar una matrícula delantera más pequeña, por no estar homologada.
 ??  ?? Coupé, biplaza y tres puertas. De carrocería baja, el MG B GT aprovecha con eficacia la elasticida­d del motor al combinarla con el Overdrive. El volante vertical y el pedalier alejado determinan la postura de conducción que hay que adoptar
Coupé, biplaza y tres puertas. De carrocería baja, el MG B GT aprovecha con eficacia la elasticida­d del motor al combinarla con el Overdrive. El volante vertical y el pedalier alejado determinan la postura de conducción que hay que adoptar
 ??  ?? Estilos divergente­s. El diseño «Coda tronca» del Alfa Romeo contrasta con la caída progresiva en la zaga del MG. Y algo simiar ocurre con los grupos ópticos, horizontal­es en el milanés y verticales en el de Abingdon. Con la capota extendida, el spider protege de la lluvia como es debido y conserva una estética acertada, aunque su aislamient­o térmico y acústico es claramente inferior al del coupé.
Estilos divergente­s. El diseño «Coda tronca» del Alfa Romeo contrasta con la caída progresiva en la zaga del MG. Y algo simiar ocurre con los grupos ópticos, horizontal­es en el milanés y verticales en el de Abingdon. Con la capota extendida, el spider protege de la lluvia como es debido y conserva una estética acertada, aunque su aislamient­o térmico y acústico es claramente inferior al del coupé.
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