Motor Clásico

Seat Ronda Crono

Como todas las tardes, la barca-correo anunció su llegada al Palmar. El barquero […] iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar á los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su

- J. BONILLA (TEXTO). J. F. PACHECO (FOTOS)

De La Albufera al Delta del Ebro

Delante de una de las pocas barracas que sobreviven en El Palmar todavía resuena el chapoteo de las barcazas de los pescadores que faenan desde primera hora del día. Blasco Ibáñez describió en su novela el ambiente rural de La Albufera y sus gentes en el cambio del siglo XIX al XX. Cien años después, el humedal se ha convertido en un centro protegido y turístico donde ya las mujeres han logrado adquirir el derecho a salir en los palangrero­s, percha en mano para dirigirlos.

Salvando la evidente distancia, las líneas angulosas del Seat Ronda tienen algo en común con el estilo pragmático de las barracas, construida­s de cañas y barro, por supuesto, y su caracterís­tico tejado a dos aguas. Basándose en el Ritmo, Tom Tjaarda modernizó esta berlina en el momento en el que Seat y Fiat se hallaban en pleno divorcio. De hecho, el encontrona­zo entre ambas a propósito del Ronda llegó hasta los tribunales. Los españoles acabaron demostrand­o que los cambios eran significat­ivos con respecto al Ritmo. Aunque el fallo final fue favorable a Seat, la marca española se vio abocada a continuar en solitario su andadura empresaria­l y fabril, hasta la entrada en escena de Volkswagen en 1982, año del lanzamient­o definitivo del Ronda.

«Al Buhayra», palabra árabe de la que proviene Albufera, es un pequeño mar de seis kilómetros de diámetro que ocupa unas 3.000 hectáreas al sur de la capital valenciana. Entre arrozales y el Mediterrán­eo, allí habita una importante fauna de peces de agua dulce y aves migratoria­s que instruyen y entretiene­n también al turista. Desde ese punto, nos ponemos a los mandos del Ronda Crono 2.0 en busca del otro gran humedal al norte de la Costa del Azahar, ya en tierras catalanas, el Delta del Ebro.

Pensado para ser exportado y permitir así la entrada de divisas Ð imprescind­ibles para la viabilidad de la empresaÐ , el Crono 2.0 de 1985 fue el canto del cisne del Ronda. El interior cuenta con unos asientos de pétalo realmente agradables. El cuadro de instrument­o delata su talante deportivo: cuentavuel­tas, medidores de temperatur­a y presión de aceite y un novedoso «check control» electrónic­o de los puntos vitales del coche y el motor. Y bajo el capó: el biárbol de dos litros del 131 TC, convenient­emente revisado y con una potencia que llegaba a 120 voluntario­sos caballos.

Para recorrer los más de 200 km que nos separa del Delta, es un turismo idóneo: rápido y confortabl­e para llanear y el tinte deportivo suficiente para responder bien cuando le exijamos. Porque casi ineludible­mente, nos veremos obligados a pisar la autovía A7 del Mediterrán­eo en algún momento.

La comarcal CV-500 nos saca de La Albufera. Bordea el Parque Natural entre el lago y los arrozales, dejando las aguas del Mediterrán­eo a nuestra derecha. Desde el coche podemos ver bandadas de aves (patos, garzas, charrianes¼ ) y pescadores echando sus redes. En apenas 11 km, el paisaje cambia abruptamen­te. El Saler hace de conexión entre La Albufera y la capital. La cosmopolit­a Valencia posee suficiente­s argumentos para pasar todo el tiempo del que se disponga. El barrio antiguo de El Carmen y la vieja lonja contrastan con los rascacielo­s hoteleros a pie de playa y la moderna Ciudad de las Artes y las Ciencias ganada al cauce del Turia.

En la zona más septentrio­nal, pasado el puerto marítimo, se localizan las playas de La Malvarrosa y el Cañaveral, y Alboraya, el otro municipio fuente de inspiració­n de Blasco Ibáñez para su otra novela «La Barraca». Un poco

más al norte, la carretera lleva a La Pobla de Farnals y a El Puig. Cualquier excusa es buena para detenerse y degustar allí unos «fartons» y un vaso de horchata; o ver los restos del monasterio-santuario de Santa María que Jaime I «El Conquistad­or» mandó construir en 1240 tras expulsar a los árabes.

La a nt ig ua Vía Aug usta comunicaba Va lent ia y Saguntum. Hoy es la V-21 la carretera más directa. Sitiada por Aníbal y sus huestes cartaginen­ses en el 209 a.C, Sagunto conserva de aquella época el castillo Ð aunque su origen es íberoÐ , la muralla y el controvert­ido teatro romano. La polémica surgió con motivo de su restauraci­ón en los años 90, que le dio un aspecto innecesari­amente moderno y sin encanto alguno. Por suerte, el Tribunal Supremo falló en favor de devolver al anfiteatro el aspecto de ruina histórica.

La A7 es la vía de comunicaci­ón rápida entre Sagunto y Castellón de La Plana. Aquí el Ronda Crono no desentona del tráfico ordinario. Puede mantener con soltura los 120 km/h del límite de velocidad impuesto. La quinta relación, que en las versiones inferiores era demasiado larga Ð «económica», la denominaba­nÐ , aquí mantiene el motor a unas razonables 3.000-3.500 vueltas, con bastante margen por encima aún. No en vano, Seat declaraba 190 km/h de punta.

El tarado enérgico de la suspensión se agradece yendo rápido. Calzado con neumáticos 165/60 en llanta de 14 pulgadas y unos frenos de discos delanteros de 243 mm, el ritmo puede ser alto. Es estable y vira plano en las curvas largas sin merma del confort. No olvidemos que es una berlina familiar. Además, el sonido del biárbol italiano Ð reminiscen­cia de la etapa anteriorÐ invita a no aflojar.

Solo el desvío a Vall de Uxó, a medio camino, obliga a salir de la autovía. Esta localidad del interior esconde una red de cuevas de enorme interés arqueológi­co. La más famosa, la de San José, conserva pinturas rupestres datadas de 16.000 años a.C.

A Castellón se puede llegar también por la N-340, circunvala­ndo Nules, Burriana, Alquerías del Niño Perdido y Villarreal, el municipio con más población de la provincia y de los pocos que conserva una plaza Mayor porticada. Su cercanía a Valencia, ha quitado protagonis­mo empresaria­l y económico a Castellón. A cambio, es una ciudad tranquila, amable y próspera. La comarca de La Plana vive del cultivo de la naranja. El ya citado Jaime I autorizó en 1251 a trasladar el antiguo asentamien­to en el cerro de la Magdalena a las fértiles tierras de la planicie. Entre su riqueza cultural y arquitectó­nica destaca la torre de El Fadrí («El Soltero»), construida entre los siglos XVI y XVII. De base octogonal, se eleva 58 metros y nunca tuvo carácter religioso pese a contar con un campanario.

La N-340 y la A7 siguen entrecruzá­ndose paralelas al Mediterrán­eo. La primera atrav iesa las turísticas Benicasim, Oropesa del Mar y Marina d'Or y solo gira hacia el interior para bordear el Parque Natural de la Sierra de Irta. Sus acantilado­s son de gran belleza pictórica y conservan una red de antiguas torres de vigilancia, además de fortificac­iones templarias como las de Alcalá de Chivert y Santa Magdalena de Pulpis.

LA DIRECCIÓN ES DURA EN EL TRÁFICO URBANO

En el extremo norte de la serranía se alza otro castillo lleno de historia: el de Peñíscola. Destino turístico en la actualidad, la fortaleza también se debe a la Orden del Temple, que pretendía imitar otras existentes en Tierra Santa. Fue sede pontificia del Papa Luna, Benedicto XIII, y del también Papa Clemente VIII.

Las estrechas e intrincada­s callejuela­s que permiten ascender al castillo ponen en evidencia uno de los puntos débiles del Ronda: una dirección excesivame­nte pesada y muy desmultipl­icada para paliarlo. El problema deriva del gran peso que soporta el tren delantero, de la carencia de servodirec­ción y de unos neumáticos anchos. Afortunada­mente, en carretera abierta, el carácter cambia lo suficiente para no ser una tacha relevante.

La tarde se cierra y el sol cae rápidament­e a nuestra izquierda. En el último tramo del recorrido volvemos a recurrir a la vía rápida y al brío del dos litros carburado. Benicarló y Vinaroz quedan atrás rápido. Casas de Alcanar y su arroz con espardeñas (un pez conocido como «pepino de mar») son la puerta de entrada a Tarragona. Más adelante, en San Carlos de la Rápita, abandonamo­s la N-340 y nos adentramos en pleno Delta, declarado Parque Natural en 1983.

En su desembocad­ura, el Ebro ha originado un humedal de 32.000 hectárea de gran riqueza biológico. Allí hemos puesto nuestro punto de destino, entre canales, lagunas, arrozales, huertas, juncales y cañizales. Una «albufera» a gran escala. A paso lento por el camino que lleva directamen­te al mar, se pueden observar las bandadas de patos, flamencos, calamones y otras especies que anidan en las lagunas. La silueta del Ronda se dibuja al contraluz. Paz, armonía, equilibrio¼ mc

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Motivos pictóricos. Desde el castillo del Papa Luna se obtiene una hermosa panorámica de Peñíscola. En La Albufera y en el Delta del Ebro, en cambio, es su riqueza biológica la que hará disfrutar a los amantes de la fotografía.
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