El enemigo en casa
que se supone que es un buen producto necesita una buena imagen, una acertada promoción y una constante evolución para superar a la competencia. La Liga española tiene a un presidente que parece hacer todo lo contrario. Lo de Valencia ya es el colmo. En lugar de condenar al agresor que lanzó la botella y reclamar tolerancia cero con la violencia, Tebas pone en la diana a los agredidos jugadores del Barça a los que acusó de fingir. El Comité de Competición captó el mensaje y en su resolución descalifica el comportamiento de las víctimas aún cuando no lo considera sancionable ni atenuante. Pero ya tenían la campaña montada en contra de los jugadores del Barça para tratar de esconder su épica victoria en Mestalla, evitar que se hable del pobre juego del Real Madrid y esconder el declive de Cristiano. Principales noticias del fin de semana. Quien se supone que debe proteger a los clubes se permite el lujo de acusarles (Osasuna, Espanyol, Levante, Zaragoza) de amañar partidos sin pruebas concluyentes ni sentencias dictadas. Cuando Messi debutó en la Liga, Tebas, siendo asesor del Alavés y ya vicepresidente de la Liga, pidió la nulidad de la ficha del crack para que se pasara 6 meses sin jugar.
Declarado madridista, ha llegado a inventarse un premio ad hoc para que Cristiano Ronaldo no se enfadara por los muchos galardones que recibía Messi. Quién debería defender a los clubs se ha mostrado partidario de que la UEFA sancione al Barça por no prohibir las ‘estelades’ en el Camp Nou. Ha manifestado que exhibirlas “es una frikada” y que pueden “generar violencia”. Le pareció que la felicitación del club azulgrana a Carles Puigdemont por su elección como nuevo Presidente de la Generalitat “había estado fuera de lugar”. Ha admitido haber pertenecido al grupo ultraderechista Fuerza Nueva y reconoce que sigue comulgando con sus ideas. Su intolerancia no le permite respetar la libertad de expresión cuando afirma que “el independentismo tiene secuestrado al Barça”. Con amigos como Tebas, la Liga española y sus clubes no necesitan enemigos. Quizás, y especialmente para el Barça, el más peligroso lo tengan en casa