Bauza, la cruz de Messi
Leo Messi volvió a estar solo en el batacazo de Argentina ante Brasil, un 3-0 que no solo golpea al orgullo del ‘10’ y de sus compañeros, también deja fuera del Mundial por ahora a la actual subcampeona, que ya no puede cometer más errores. Rodeado de rivales, sin ayudas para desequilibrar ni juego colectivo, sin un plan de Edgardo Bauza para liberarle, el barcelonista fue un náufrago más en una marea de Brasil liderada por Coutinho y Neymar, autores de dos goles en la primera parte. Paulinho puso la puntilla.
El mejor Messi en Argentina lo logró Sabella. Con Martino, Leo renunció antes que él. Y con Bauza, ahora mismo, la situación pasó de resurgir a volver a sufrir. La situación es “de mierda”, como resumió el capitán en idioma bien argentino, por diversos factores. Culpas de un entrenador desorientado y de un plantel deprimido; de faltas de respuestas desde afuera y carencia de rebelión desde adentro. No pasa por la falta de paciencia de los hinchas ni por las críticas a veces extralimitadas de la prensa. No es tan grave jugar mal como no saber a qué jugar.
El equipo cambia nombres, módulos tácticos y sólo consigue involucionar. No se pudo ni con los planteos que no representaron la ideología futbolística de Bauza ni con estrategias más cercanas al entrenador. Argentina perdió cuerpo de conjunto. Ni con Messi pudo resolverlo. Porque con Brasil siempre se puede perder, pero no ser humillado. Fueron tres goles, pudieron ser cinco.
Bauza parece perdido. Que no es lo mismo que acabado: no es una atribución periodística pedir la cabeza de un DT. El concepto refiere a que no encuentra el rumbo. No pudo construir poder, credibilidad, crédito. Encima, no tiene la espalda de un Simeone... Entonces pierde cuando juega para escaparse de la etiqueta de defensivo, cuando banca jugadores en nivel horrible como Di María y también cuando cambia y deja a Messi más cerca del volante central que del 9.
Se dinamita su figura, también, cuando vuelve tarde de Belo Horizonte, como ahora, y sea por su decisión o por pedido de los jugadores, les da el viernes libre. Era un día de trabajo, de charlas, de decirse las cosas en la cara. No para despejarse con la familia. Argentina no tiene tiempo para perder.
Los jugadores no son víctimas. Ellos no responden. Algunos consagrados, como Agüero, sufren los murmullos como cuando era un chico. Otros son bailados por Neymar. Porque por momentos fue baile, aunque Bauza le escape al título de la realidad. Con Paraguay, sólo Dybala pidió la pelota cuando el partido se encaminaba a los silbidos. Con Brasil, el segundo gol los liquidó, como blanqueó Messi. No puede pasar: no son Ucrania sino Argentina, los de las tres finales, los que vuelan en Barcelona, el City, Juventus o PSG.
Nadie puede asegurar que el Mundial se verá por TV aunque
hoy la tabla lo ubique afuera. Hay partidosparalevantarladeuda.Pero si se pierde con Colombia será imposible que no aparezcan los fantasmas. Más con un entrenador debilitado y jugadores cuestionados. Se necesita que Messi los levante, que todos se comprometan. Que Argentina vuelva a ser Argentina. Cambiar no es una posibilidad sino una obligación