Un gol, dos asistencias, una pasada
‘Silenzio Stampa’ en Argentina. Podría decirse que la albiceleste, con su capitán a la cabeza, aprovechó la victoria (3-0) ante Colombia, para pasar factura a los medios. A todos. El grupo se siente ofendido pero ahora también atacado en los más íntimo. La excusa que le han dado pesa más que el oportunismo con el que se ha revuelto.
Messi, que metió el primer gol y asistió en los otros dos, argumentó la posición en una inadmisible falta de respeto a Lavezzi. No se le acusó, fue peor. Se insinuó, escondido entre interrogantes, que no estaba ni el banquillo por haber sido pillado fumándose un porro en la concentración. El Pocho, que lo niega, ha demandado al periodista.
Sería fácil ahora criticar la postura del plantel argentino con el conocido argumento de que pagan justos por pecadores, pero también es verdad que hay límites sobrepasados que no pueden confundirse con la libertad de expresión. Las relaciones de los medios con los equipos profesionales merecen una revisión profunda y urgente