Mundo Deportivo (At. Madrid)

El León Blanco, listo para volver a rugir

Después de tres años parado por una lesión de rodilla, Juan Espino está preparado para regresar a la lucha senegalesa en el país donde es un fenómeno mediático

- Álvaro García-Nieto Dakar

El sol se empieza a poner en la ajetreada Dakar. Es hora punta y el tráfico bloquea todas las calles de la capital senegalesa. Juan Espino (33 años) descansa en el maletero del coche mientras escucha desde el móvil las melodías de piano de Ludovico Einaudi. Se dirige a la escuela en la que fue rey del lamb durante un tiempo, Balla Gaye, en el caótico barrio periférico de Guédiawaye.

A su llegada, los chavales rodean la furgoneta, emocionado­s, esperando versal iral‘LionBlanc ’, que es como se le apoda aquí. La expectació­n es máxima. Juan ha vuelto a Senegal después de tres años parado por una rotura de menisco que se complicó. Ha regresado a su patria de acogida. El país donde más le admiran. Y lo hace “100% recuperado y con la necesidad de luchar”.

Es una visita fugaz, solo viene a renovar su licencia y a intentar cerrar algún combate para enero, febrero o marzo ya que la temporada empieza en noviembre. Estará tan solo cuatro días y aprovecha para ir a entrenar y verse con sus compañeros de equipo. “Yo aquí vengo a enseñar y a que me enseñen. Compartimo­s conocimien­tos en cada entrenamie­nto”, confiesa mientras se sacude la arena del pecho.

Su único día en la capital es un no parar. Ya ha pasado por el consulado, donde la cónsul le ha atendido interrumpi­endo una reunión. “Los beneficios de ser alguien conocido aquí”, comenta con una sonrisa inocente. Ha ido a las oficinas del Sunu Lamb para una entrevista.

Sunu Lamb significa ‘nuestra lucha’ en wolof y es uno de los diarios más vendidos del país y el único que habla exclusivam­ente de este deporte. Ha entrenado. Ha salido en directo en el programa de lucha del canal de televisión DTV. Y ha sido invitado a cenar en casa del artista que se ocupa de dibujar las viñetas para el diario. Todo un no parar para Juan Espino.

Inicios difíciles

Juan peleó por primera vez en Senegal en 2009 y desde entonces ha conseguido convertirs­e en uno de los luchadores de lamb más reconocido­s de todo el país. Además de por ser el único toubab (como llaman en wolof a los blancos) con licencia para pelear, el grancanari­o se ha ganado su reputación a base de sudor, trabajo y un estilo de lucha de ataque muy atractivo. Las siete victorias conseguida­s hasta ahora, todas excepto una saldadas en menos de 1’, cuando la media está entre los 10 y los 15, le acreditan como uno de los mejores.

Aun así, los inicios no fueron fáciles y encontrar a alguien que quisiera luchar contra él fue toda una odisea: “Yo creo que al principio eran bastante recelosos con que viniera un extranjero de la nada y les pudiera ganar. Es lógico, les podría llegar a parecer humillante y vergonzoso. Pero con el tiempo vieron que me tomaba las cosas en serio y las peleas han ido subiendo de nivel”. Pero no es suficiente. Necesita competir contra luchadores de más caché y así se lo hace saber al periodista del Sunu Lamb, que al día siguiente titula la nota sobre Juan con un claro: “Quiero a Forza, Abdou Diouf o Jordan”.

Desde su llegada, ha sonado en las quinielas para pelear contra los más grandes, pero la realidad no es tan esperanzad­ora. Ni él ni Ricardo, su más leal amigo, consejero y apoyo en Senegal, creen que pueda llegar a luchar por ser el rey del lamb. Y no por falta de condicione­s. “Yo estoy preparado para enfrentarm­e y tumbar a quien sea”, dice Juan humildemen­te, pero haciendo honor a su lema: ‘amul ragal’, sin miedo. Explica que Bombardier, el actual rey, le planteó que si encontraba­n promotores que les cerraran un combate, él accedería a pelear. Al final todo quedó en un espejismo.

Más que un deporte

“El lamb es algo que va mucho más allá. Es un tema de tradición: la lucha ha sido capaz de combinar temas concretos de la vida senegalesa como es el baile, la música o los cantos. No es sólo los minutos de combate”, cuenta Ri- cardo mientras conduce de camino al hotel.

Por eso Juan no sólo tuvo que emplearse a fondo en el gimnasio, sino que además ha tenido que estudiar libros sobre el lamb y su cultura, apuntarse a clases de baile para poder hacer los bakkus, aprender frases básicas en wolof y respetar unos cultos místicos que aún ahora le cuesta explicar. “Yo creo en ello y por eso tengo mi marabout, que me prepara los brebajes y los amuletos para que me acompañe una suerte de segunda fuerza durante el combate. Pero para ser sincero, es una de las preguntas a la que menos me gusta contestar, porque para mí es algo que me resulta muy difícil explicar y para ellos es un sentimient­o tan arraigado que me fastidiarí­a mucho herirles con cualquier malinterpr­etación”, aclara Juan.

En el lamb, además, se gana mucho dinero y fama y por eso es una vía de escape para los jóvenes senegalese­s. “Puedes llegar a ganar 225 mil euros al año, que aquí es mucho. Yo tengo la suerte de que me puedo ganar la vida con la lucha. Aquí y en España. Pero no creo que haya mucha gente que lo

El luchador español, ídolo en Senegal, se ve capaz de “tumbar a quien sea” “Es un país donde a los luchadores se les idolatra. Adoro Senegal”, afirma

haga”, comenta. Aun así, el León Blanco asegura que ahora mismo el dinero no es lo más importante, sino el pelear. “No puedo permitirme dejar pasar combates. También echo de menos el competir en un campo rodeado de 25 mil personas. Me encanta. Motiva muchísimo. Todo el mundo mirándome, en ese momento no sabes ni qué hacer”. De ahí que Juan, aunque odie “la cantidad de mosquitos por metro cuadrado que hay en Senegal y el calor sofocante que hace”, está convencido de que seguirá viniendo hasta que le sea imposible: “Este país es uno de los mejores descubrimi­entos que he hecho. Es un país donde a los luchadores se les conoce, se les idolatra y se les respeta muchísimo. Adoro Senegal”

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FOTO: AGN Preparado para pelear. Juan posa delante del estadio Demba Diop, en Dakar
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Un ídolo en Senegal. Juan y Ricardo rodeados de chavales en la escuela de Balla Gueye, en la imagen de la izquierda. A la derecha, Juan tumbando a un compañero en un entrenamie­nto
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FOTOS: AGN

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