Mundo Deportivo (At. Madrid)

So ta, caballo y rey

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Viendo cómo está respondien­do el banquillo, Luis Enrique tiene fácil la alineación

Llueve sobre mojado y a Paco

Alcácer le llega el agua a las rodillas. Las estadístic­as oficiales del FC Barcelona dicen que ha jugado 10 partidos (no completos), que ha rematado 11 veces a portería, de las que solo 5 han ido entre los tres palos y todavía no ha marcado ningún gol. Pobres números para un internacio­nal, un goleador nato, que ha costado 30 millones. Un dato que se agrava viendo cómo Sandro y Munir, que ya estaban aquí pero no contaban para Luis Enrique, van metiendo goles decisivos con Málaga y Valencia.

Constatada la evidencia, justo es señalar, recalcar, lo difícil que es jugar de ‘9’ en un Barça que juega, como en Alicante, sin extremos. Sin interiores que filtren un pase y sin laterales que lleguen al fondo para central un buen balón al área. Una dificultad, desde luego, que también sufre Suárez. De ahí el extraordin­ario mérito de Luis, que saca goles de la nada para cerrar su última temporada con la Bota de Oro.

Alcácer es un síntoma, pero no la enfermedad. Es un tema de equipo, no exclusivo del delantero centro. Esencialme­nte es cuestión de quienes deben generar fútbol creativo -desde la primera fase de construcci­ónque ofrezca oportunida­des de gol. Por eso, antes de llegar a valorar sin miramiento­s Paco, hay que detenerse en otras posiciones con nombres y apellidos. Eso, sí, subrayando que Alcácer, con movilidad reducida y poca fe, también tiene su parte de responsabi­lidad.

Para abreviar, porque no hace falta extenderse en lo obvio, podríamos decir que Arda (insuficien­te desde que llegó con el inexplicab­le Aleix Vidal), André Gomes y, en menor medida, Denis Suárez no alcanzan el nivel que señalaban sus antecedent­es. Tampoco Rafinha que, como

Denis, conoce perfectame­nte la partitura que debería interpreta­r el Barcelona. Tocan y tocan pero el equipo no suena.

Especialme­nte serio es el caso de Turan, que ha asumido su papel en el Barça aplicando al juego la misma ley del mínimo esfuerzo que utiliza con los idiomas. No se integra en la orquesta y él, como muchos otros, se lo ponen muy, muy fácil al entrenador. El sota, caballo y rey de la alineación de gala viene justificad­o porque, desde el banquillo, no hay nadie que presione a los titulares para que, incluso sin que estén rindiendo lo que de ellos cabe esperar, Luis Enrique se vea forzado a elegir otra carta de la baraja. Los que vienen por detrás no aprietan

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FOTO: EFE Arda Turan, cabizbajo en el Rico Pérez No brilló ante el Hércules en la Copa

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