DIEGO COSTA
De todos los delanteros que el Atlético de Madrid no logró retener, el caso de Diego Costa quizás sea uno de los que más hirió en el seno de la entidad rojiblanca. El hispano-brasileño se destapó en el Atlético, que fue el club que apostó por él cuando era un desconocido en Portugal. Un periplo largo y turbulento en el equipo rojiblanco, con varias cesiones de por medio y muchas dudas sobre su futuro.
Antes de su explosión definitiva, el jugador llegó a estar vendido al Besiktas en la pretemporada de la 11-12 pero se rompió la rodilla y se tuvo que quedar en el Atlético. Una lesión providencial porque no habría venido lo que vino después. Su gran rendimiento en el Rayo, su vuelta al Atlético, la confianza de Simeone que le eligió teniendo que sacrificar al Toto Salvio, su consagración, su internacionalidad...
En el Atlético pocos esperaban que tras la consecución del título de LaLiga, en la 13-14, el jugador se liase la manta a la cabeza y sucumbiese a los cantos de sirena de la ‘Premier’. Fue una decisión económica pura y dura. El jugador quiso ganar más y sacrificó la calidad de vida que tenía en España por ello. Deportivamente, el salto tampoco estaba asegurado. Dejaba un Atlético que había sido campeón de LaLiga y finalista de Champions por un Chelsea que Mourinho recién comenzaba a construir. Al final le salió bien, campeón de Inglaterra y reconocido, pero personalmente nunca llegó a estar tan cómodo como en Madrid. De hecho, en el curso pasado ya se quiso volver y el Atlético lo intentó pero no pudo doblegar a Antonio Conte, nuevo entrenador ‘blue’. El traspaso en su día dejó en las arcas del club nada menos que 38 millones de euros.