Mundo Deportivo (At. Madrid)

Tom Dumoulin acaricia la victoria final

Van Garderen se llevó la etapa de los Dolomitas ante Landa, que se aseguró la montaña, y el líder aguantó los ataques de Nibali y Quintana

- Celes Piedrabuen­a

Sólido como una roca. Pasan las etapas, se suceden los kilómetros y los ataques, y la maglia rosa cada día está más cerca de Mastricht (Holanda) a falta ya sólo de tres jornadas del final del Giro en Milán. El líder, Tom Dumoulin, está demostrand­o ser el mejor en todos los terrenos, y, pese a la reiterada insistenci­a de Movistar y a los arreones de Nairo Quintana, el holandés no se descompone. Ayer, en una etapa corta, dura y explosiva, de 137 kilómetros, entre Moena y Ortisei/St.Ulrich, con cinco puertos en el recorrido, se esperaba que Dumoulin mostrara alguna debilidad en las Dolomitas tras los kilómetros acumulados, el estrés de la maglia rosa y los pocos o ningún compañero que le acompaña cuando se deciden las etapas. Pero él solito se bastó para controlar a sus rivales e incluso se dio el gustazo en las rampas más duras del final de intentar un ataque o como mínimo de demostrar su poderío.

Landa, tercer disparo al palo

La atención de la prueba se centraba en dos puntos. En cabeza de carrera. Tras coronar la primera dificultad del día, Passo Pordoi (1ª), se formó una escapada de 18 corredores, de la que a la hora de la verdad sólo quedarían Tejai Van Garderen (BMC) y Mikel Landa (Sky). El de Álava buscaba una victoria tras ser 2º en Bormio y 3º en Oropa, pero ayer se quedó de nuevo con la miel en los labios. Eso sí, se aseguró la maglia azzurra que le acredita como el rey de la montaña.

Landa y Van Garderen dejaron la fuga en la ascensión a la última cota del día –9,3 kilómetros, con una pendiente que iba del 6,8% al 12%– en busca del triunfo. Mantuviero­n

controlada la distancia con el grupo de la maglia rosa y llegaron al muro final, del 13%, con todo por decidir. Van Garderen tuvo más fuerzas y le arrebató la gloria a Landa, en su tercera victoria de la temporada.

Llegado Van Garderen sólo faltaba por ver si Dumoulin iba a perder algún segundo, aunque parecía poco probable, ya que hasta el desenlace de la etapa se mostró intratable. Nairo Quintana lo probó a 55 kilómetros de meta, dos km después lo hizo Nibali, y Dumoulin, más solo que la una, ni se inmutó. Tiró de temple y de inteligenc­ia. No se puso nervioso y, ya fuera porque ciclistas de otros equipos tiraron por él o porque está mucho más fuerte, enlazó con sus rivales casi sin despeinars­e.

Tras pequeñas escaramuza­s los gallos se plantaron juntos en la última ascensión, donde las hostilidad­es tenían que desatarse de nuevo. La tensión se podía cortar con un cuchillo, y de nuevo Quintana lo intentó. Tomó unos metros, pero falto de chispa fue neutraliza­do en un abrir y cerrar de ojos. También lo probó Nibali, aunque el capitán Dumoulin llamó al orden y no sólo llegó

a su altura sino que incluso se permitió el lujo de hacer ver que les atacaba. A partir de este punto otros aspirantes al podio de Milán como Thibaut Pinot decidieron atacar, pero entre los tres gallos nadie movía ficha. Dumoulin no iba a tirar, sabía que no le iban a restar tiempo, pero Quintana y Nibali puede que sí. El de FDJ les recortó un minuto y pensando en la CRI final puede ser una seria amenaza para ellos.

Ayer Dumoulin salvó el primer match-ball. Le quedan dos, sobre todo el de hoy. Una antepenúlt­ima etapa de 191 km en la que Nairo pondrá en la carretera lo que le queda. Por el momento, Quintana anunció guerra: “O revienta él o reviento yo”

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FOTO: EFE El líder del Giro controló en todo momento los movimiento­s de sus principale­s rivales y vistió la maglia rosa un día más
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