Mundo Deportivo (At. Madrid)

El Calderón se queda sordo

Aficionado­s del Barça y Alavés cumplieron con la ‘tradición’ y pitaron de forma estruendos­a el himno de España

- Pablo Planas

No podía ser de otra manera. Como manda la costumbre, que es ya casi una tradición en la final de la Copa del Rey desde la temporada 2008/09, el himno de España a penas se pudo escuchar en el Estadio Vicente Calderón por la tremenda pitada por parte de las aficiones del Deportivo de Alavés y FC Barcelona.

Fue curioso que en ese preciso momento ambos seguidores se pusieran de acuerdo por primera vez, y última, en el partido. Un nexo político más allá de lo futbolísti­co que se viene repitiendo desde que el Barça lleva siete de las últimas nueve finales disputadas, de las que ha ganado cinco. Tampoco se libró, como era de esperar, el Rey Felipe VI en su entrada al palco del Calderón.Esta vez sonaron con más fuerza los catalanes, cantando a ritmo de independen­cia como suelen hacerlo en el minuto 17 siempre que juegan en el Camp Nou.

Antes de que se sucediera el morbo, y en los aledaños del coliseo, también reinó la concordia entra ambas aficiones, muy cordiales en su trato. No fue extraño ver en las ‘Fan Zones’ gente con la camiseta del equipo rival sin problema aparente. Algo que cambio a la entrada en el campo, con un Alavés tempranero que empezó a ocupar sus localidade­s, llamativam­ente superiores en número a los seguidores del Barça. Con el salto al césped de los equipos se sucedieron los tradiciona­les pitidos del rival y ovaciones de los propios, mientras en el horizonte, y llevadas por el fuerte viento, ondeaban las banderas que por gentileza había entregado cada equipo a sus fieles fans.

Silencio por ‘Masche’

De la pasión se pasó al temor casi en un instante. Los pitidos todavía resonaban en el Caldeón cuando un feo choque entre las cabezas de Mascherano y Marcos Llorente en el balcón del área del Alavés hizo temer lo peor. Rápido saltaron las asistencia­s y más rápido aún cesaron los cánticos por ambas partes. Quedó claro que el ‘Jefecito’ se llevó la peor parte, aunque la sangre brotó en ambos futbolista­s. Se terminó pronto la final para el azulgrana, retirado en camilla mientras ambas aficiones, en un

ejercicio de deportivid­ad ejemplar, acompañaba­n al argentino con un sentido aplauso del que se denotaba una seria preocupaci­ón por su estado el día que iba a ocupar un

desconocid­o carril derecho culé.

Batalla en inferiorid­ad

Imperaba el azul en las gradas. Pero no el azulgrana, sino el blanquiazu­l. La afición del Alavés goleaba en asistencia a la del Barça, que se permitió el lujo de dejar demasiados asientos vacíos para un partido de esta envergadur­a. Y se notó, el Barça pudo cantar más fuerte, pero solo la celebració­n de los goles. En el resto del tiempo, también ayudados por ser más en número, la afición vitoriana no cesó de animar a su equipo. Tendinitis le diagnostic­arán a algunos mañana porque las banderas no bajaron ni siquiera con los goles azulgranas. También animaron los del Barcelona, aunque no con tanta constancia, anestesiad­os por el partido antológico que regalaba una vez más Messi, algo que no afectó a los del Alavés, que salieron vencidos en el césped, pero campeones en la grada

Se congeló el ambiente tras el feo choque entre Llorente y Mascherano

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FOTO: EFE Otra recepción espectacul­ar de la afición del Barça Luego tuvo un duro competidor, que fueron los seguidores del Alavés, cantando incluso en la derrota

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