¿Y si lo hiciera Piqué?
Se le pidió a Verratti que se mojara y el francés lo ha hecho. Y el gesto, el guiño barcelonista ha gustado... tanto como se repudiaría que uno del Barça hubiera hecho lo mismo, pero al revés
Portada de Marca, Mbappé a todo trapo: “Sólo quiero jugar en el Madrid”. Ni palabra de ese crack mundial que quiere irse del Madrid. En la primera de As, Asensio a todo trapo bendecido por quienes mejor le conocen: “Va a ser un crack mundial”. Arriba, por encima de la cabecera, una encuesta bien visible en la que el 81% de los consultados le quitan la razón al portugués.
En páginas interiores de ambos diarios, informaciones que dejan en evidencia a Cristiano y artículos de opinión afeándole su conducta. O evidenciando el cariño relativo que le tiene el Bernabéu y los propios medios. Ante la amenaza del mercenario de turno se aplica el rico refranero castellano: “A Rey muerto, Rey puesto”. Una expresión que, en versión catalana, podría completarse así: “Bon vent i barca nova”.
Las portadas de Barcelona, desde hace días, tienen a Marco Verratti en primer y constante plano. No es uno que quiera irse, es uno que quiere venir. Moraleja de conveniencia: A tal señor, tal honor. Se exalta el compromiso con la causa y la valentía con la que el jugador italiano planta cara a su club de origen, pese a que tiene contrato firmado con el PSG hasta el 30 de junio de 2021. Exactamente hasta el mismo día que Cristiano con el Madrid. Cuatro temporadas por delante que ninguno de los dos piensan cumplir y que así lo han manifestado de forma dolorosa para sus clubs.
La distancia permite observar estos casos con absoluta templanza. Desde aquí es una buena, muy buena noticia, que el mejor del Madrid, el más decisivo del Madrid, quiera marcharse del Madrid (no importan los motivos) y excelente noticia también que el mejor del PSG quiere venirse al Barcelona. Sin embargo, la radical estrategia del ultimátum que han elegido Cristiano y Verratti no puede ser compartida. Estas cosas no deben hacerse así. Las rupturas pueden ser radicales, a veces lo son, pero no por ello deben dejar de ser señoriales. O, como mínimo, dignas. Veamos.
¿Qué pasaría si Leo Messi (que tiene más motivos que CR para sentirse perseguido y acaba contrato en 2018) hiciera saber a través de la prensa argentina que no piensa volver a Barcelona? ¿Y que pasaría si Gerard Piqué, de la noche a la mañana, a modo y semejanza de Marco
Verratti, se pasara su contrato por el forro porque, por dinero, le apetece jugar en el PSG, el United o, por amor, quiere seguir su carrera en el Barcelona de Guayaquil?
Lo de Messi sería un drama emocional de proporciones inimaginables. Lo de Gerard, una marranada desleal... o un truco indecente de su representante para conseguirle el último gran contrato de su vida. En cualquier caso, una puñalada. Un chantaje.
Este supuesto, en el caso de Cristiano y Verratti, es otra explicación que se apunta entre los analistas. Que ambos hayan aprendido de
Griezmann cuando amenazó al Atlético con irse al United y busquen con sus desplantes a Madrid y PSG verse compensados con un contrato sideral.
Y podría ser, sí, pero también eso sería miserable y no por optar a ello por su privilegiada calidad como futbolistas únicos en un mercado inflacionado, sino por hacerlo de la forma utilizada para conseguirlo