Mundo Deportivo (At. Madrid)

El paraguas, cuando llueva

La factura del mercado está prevista para después de la moción, pero como ya no cae la que caía se le recomienda a Bartomeu que para ser impermeabl­e no tenga tan prisa en sacrificar piezas

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Mientras la estabilida­d depende del próximo resultado y del lado oscuro del pasado más reciente, el riesgo de tormenta es elevado y cuando vuelva a llover más habrá que sacar los paraguas de una estructura en la que abundan sombrillas bajo las que se pueda cobijar la máxima responsabi­lidad.

De momento, con nubes y claros mucho más llevadores que la previsione­s, la climatolog­ía del FC Barcelona anda pendiente de la evolución de la moción de censura. Un aviso, serio en opinión de algunos dirigentes, que los buenos resultados de la

Liga (y los malos del Madrid) no deberían minimizar el verdadero alcance de la situación. Un contexto, al ser cuestión institucio­nal, que al afectar directamen­te a la junta, haya aplazado todas las decisiones trascenden­tes hasta que se conozca el desenlace de la iniciativa.

Si prospera el proceso, no habrá nada más urgente que eso, que llamar a la junta pero si el pulso de Benedito y los miles de socios que le apoyan no pasa el corte, Bartomeu sacará la carpeta de asuntos pendientes con la idea de ajustar funciones en el consejo directivo (con alguna incorporac­ión) y pasar la correspond­iente factura a la sección de fútbol profesiona­l por el veranito que han protagoniz­ado unos y otros. Hasta hace nada, los nombres de

André Cury y Robert tenían la cruz puesta. Y ahora no es que se la hayan quitado al secretario técnico. Al igual que sucede en política, se le ha sugerido al presidente que sepa jugar sus cartas. Que sacrifique piezas

cuando lo exija el guión. Y como el campeonato ha empezado bien (y el del Madrid mal, hay que insistir en eso), quizás no se urgente tomar grandes decisiones.

Si no llueve más de lo que llovió los primeros días de septiembre, quizás no haría falta sacar el paraguas-Robert hasta que volviera a caer una buena. Y como en fútbol siempre acaba lloviendo sobre mojado, hay que tener un impermeabl­e a disposició­n para que no se calen los de arriba. Por eso, y porque quizás pase algo dentro que parezca una cosa y sea otra, igual la vigencia de Robert se alargue hasta su fecha de caducidad: el 30 de junio de 2018. Dependerá del tiempo.

Por cierto, en lo referente a la junta, desde el propio club, hay más de uno que no entiende cómo el vicepresid­ente deportivo y el CEO han salido tan bien librados de la crisis del mercado. Siendo, por jerarquía, los máximos responsabl­es del asunto, Mestre y Grau evitaron la comparecen­cia pública enviando a los subalterno­s Soler y Fernández. El presidente, punto en boca, no se ha pronunciad­o al respecto pero una cosa está clara, Bartomeu no puede cesar a ningún directivo. Estatutari­amente no tiene ese privilegio. Otra cosa es que un directivo, dos o tres, tuvieran la bondad de dar un paso al lado y dejar el club por cuestiones, naturalmen­te, estrictame­nte profesiona­les. Algo, no nos engañemos, que verían bien incluso algunos compañeros de la junta. Sobre todo a quien a destiempo impulsó el nombramien­to de Pep Segura.

En fin, así está la cosa hoy (bueno, ayer). Mala señal en todo caso, porque es prueba de que se vive al día. Algo que coyuntural­mente da oxígenoa Robert por el buen papel de los nuevos. Valverde convence a todos, a

Paulinho se le discute el precio más que la calidad (algo no imputable a

Robert )y Dembélé es carísimo pero buenísimo. Y Deulofeu va bien. Y Semedo... Pero al final será inevitable que rueden cabezas. Por lo que ha pasado este año, o por lo del pasado

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FOTO: PERE PUNTÍ Robert Fernández, con Josep Maria Bartomeu El contrato del primero vence en junio de 2018

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